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Mientras en internet hay cada vez más fotos adulteradas, la visión humana lucha para diferenciar lo real de lo falso

Humans take more than 1 trillion photos a year and are uploading them to social media at a rate of 4,000 per second. (July 18, 2017) (Sign up for our free video newsletter here http://bit.ly/2n6VKPR)

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Los expertos estiman que los seres humanos toman más de un billón de fotos al año, y que éstas se suben a Facebook (por no hablar del resto de internet) a una tasa de 4,000 por segundo. Pero, ¿cuántas de estas imágenes han sido alteradas, manipuladas o falsificadas? Probablemente, nunca lo sabremos, sugiere una nueva investigación.

No sólo la vista humana está mal equipada para reconocer cuándo una fotografía ha sido editada, sino que no hay mucho que pueda hacerse para que funcione mejor, concluye el reciente estudio.

¿Difícil de creer? Observe la foto en la parte superior de este artículo, de un hombre que sostiene un pez, e intente asegurar si ésta es original o ha sido retocada -y en este último caso, cómo- (encontrará la respuesta al final de esta nota).

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Un equipo de la Universidad de Warwick, en Inglaterra, halló fotos como ésta en internet y las alteró de varias maneras. En algunos casos agregaron algo a la escena (¿el hombre realmente llevaba un reloj?); en otros quitaron algún objeto (¿había un bote en el agua detrás de él?). También modificaron las sombras o formas de los objetos y, además, hicieron un amplio uso del viejo y reconocido aerógrafo.

Alterar fotos en nombre de la ciencia

Después de los retoques, los especialistas mostraron las imágenes a 707 personas entre los 14 y los 82 años de edad, quienes se presentaron como voluntarios para probar su capacidad de detectar falsificaciones. Cada uno evaluó 10 fotografías, y se les consultó si creían que habían sido retocadas digitalmente. Si respondían que sí, se les pedía que hicieran un clic en el área que había cambiado (la mitad de las imágenes que cada participante observó eran originales, mientras que el resto habían sido editadas).

Los voluntarios contemplaron cada foto por poco menos de 44 segundos, en promedio. Cuando pensaban que habían descubierto una alteración, les tomaba un promedio de 10.5 segundos identificar el sitio donde creían que estaba el cambio.

Cuando se trataba de detectar falsificaciones, había sólo dos respuestas posibles: sí o no. Eso significa que los voluntarios que adivinaban al azar tendrían razón un 50% de las veces. Sin embargo, ninguno pareció aventurarse azarosamente.

Los participantes clasificaron las fotos correctamente como originales o editadas, en promedio, el 66% de las veces, e hicieron un mejor trabajo al detectar originales (72% correctamente descubiertas) que aquellas que habían sufrido modificaciones (60% identificadas correctamente).

‘Lejos de ser perfecta’

Sin embargo, los investigadores no se sintieron exactamente impresionados por el desempeño de los voluntarios.

“Aunque la habilidad de los sujetos para detectar las imágenes manipuladas se ubicó por encima del nivel de las casualidades, estuvo lejos de ser perfecta”, escribieron.

“Además, incluso cuando indicaron correctamente que una imagen había sido retocada, no pudieron localizar necesariamente la manipulación”. De hecho, sólo el 45% de los cambios fueron correctamente ubicados, en promedio.

Los voluntarios se desempeñaron mejor al notar que algo era incorrecto cuando las falsificaciones eran “físicamente improbables”, como cuando un objeto parecía emitir sombra en la dirección equivocada. Sin embargo, las localizaciones precisas de estas alteraciones imposibles resultaron tan difíciles de señalar como los cambios más sutiles.

Los investigadores repitieron su experimento con otros 659 voluntarios. Esta vez, en lugar de emplear fotos que ya se encontraban en línea y comprimidas en formato JPG, tomaron (y modificaron) sus propias imágenes y las mantuvieron en el formato PNG, de más alta resolución.

En este segundo experimento, también le pidieron a los voluntarios que dijeran dónde se había alterado una imagen, incluso si pensaban que ésta era auténtica.

Esta vez, los participantes pasaron un promedio de casi 58 segundos para decidir si una imagen había sido falsificada, y un promedio de 11 segundos para decidir dónde se había hecho el cambio. Aunque tardaron más para evaluar las fotografías, hicieron un trabajo menos satisfactorio al determinar qué imágenes eran originales y cuáles no.

En general, los voluntarios clasificaron correctamente el 62% de las veces, en promedio -peor que el 66% registrado en el primer experimento, pero de todas formas mejor que el 50% que hubiera generado la suposición al azar-. En esta ocasión, los sujetos mejoraron en la identificación de las fotos manipuladas (65%) más que en los originales (58%).

El segundo grupo también superó al primero cuando se trató de encontrar las modificaciones; en promedio, acertaron el 56% de las veces.

En el 18% de los intentos, los voluntarios señalaron correctamente que una foto había sido retocada, pero no pudieron precisar dónde. Por otro lado, en el 10% de los casos los voluntarios señalaron incorrectamente que una imagen permanecía inalterada, pero luego adivinaron la ubicación correcta del cambio.

A diferencia del primer experimento, los voluntarios del segundo no realizaron una mejor detección de las falsificaciones inverosímiles que de las plausibles.

Sin embargo, algo que se mantuvo constante fue que cuanto más se había alterado una imagen, más probable era que las personas lo notaran. Esto fue particularmente sorprendente, señalaron los investigadores, ya que los individuos a quienes se les presentó una foto manipulada nunca habían visto la versión original de ésta y no podían hacer una comparación directa.

¿Estamos condenados?

“La capacidad de las personas para detectar fotos manipuladas de escenas del mundo real es extremadamente limitada”, concluyeron los expertos. “Teniendo en cuenta la prevalencia de las fotografías editadas en los sitios, medios y redes sociales, así como en otros ámbitos, nuestros resultados justifican la preocupación acerca del grado en que la gente puede ser engañada con frecuencia en su vida cotidiana”.

Si esto ya parece un poco deprimente, hay algo peor. “La investigación futura podría también investigar posibles formas de mejorar la capacidad humana para detectar fotos manipuladas”, escribió el equipo. “Sin embargo, nuestros resultados sugieren que no será una tarea sencilla. No encontramos ninguna evidencia fuerte que sugiera que hay factores individuales que mejoran la capacidad de detectar o localizar alteraciones”.

El estudio se publicó este martes en la revista Cognitive Research: Principles and Implications. Para saber si usted tiene más habilidad que los participantes, haga la prueba aquí. Si todavía se pregunta acerca de la fotografía en la parte superior de este artículo, se trata de una falsificación: las sombras entre los árboles están borradas digitalmente.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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