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Jugar ayuda a la salud emocional

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El juego ayuda a la salud emocional, coinciden especialistas. Es una terapia efectiva para reducir el estrés en niños víctimas de violencia y, a mayor escala cuando se vive un desastre humanitario, empezar a generar resiliencia para seguir adelante, incluso en el caso de los adultos.

Por ejemplo, en Juchitán, Oaxaca, narró el psicólogo Jorge Vidal Arnaud, ante la réplica sísmica del 23 de septiembre de 2017, dos soldados reaccionaron tocando la guitarra en medio de la conmoción que se vivió esa mañana en el albergue de los damnificados por el temblor del 7 del mismo mes.

“Los militares nos dijeron después: ‘Es que nos dimos cuenta de lo que ustedes hacían con los niños y cómo les bajaba la ansiedad’”, explicó el director de programas de la organización Save the Children, institución que prestaba apoyo en el lugar con dinámicas de carácter lúdico y artístico.

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“El juego ayuda a lograr la estabilidad emocional que te permita ser resiliente y empezar a recuperar un ritmo de vida más normal”, agregó en entrevista el especialista en procesos terapéuticos y desarrollo comunitario.

Astrid Viveros, directora de la Fundación LEGO en México, sentenció: “Los momentos en que resulta inapropiado jugar son los momentos en que más se necesita jugar”.

Las horas posteriores a fenómenos como huracanes, erupciones o sismos son esos momentos inapropiados en los que una pelota, algún animal de tela, un poco de plastilina o una simple varilla para hacer trazos en la tierra húmeda se convierten en quita pesares para la población afectada, sin importar la edad.

La elaboración, con los participantes, de memoramas según su particular contexto, y los juegos de rol y de conflicto son otras estrategias, señaló Vidal Arnaud, para propiciar la reflexión sobre temas de seguridad (contra el acoso infantil y la violencia), la salud, y también generan aprendizaje.

El juego reivindica el derecho al placer del niño, advirtió Carmen López, directora de educación de UNICEF México, “sobre todo en contextos difíciles donde el placer parece contrario a su situación”.

Así, siguiendo la lógica de la consultora pedagógica española Imma Marín, concentrarse en esa actividad divertida que implica jugar devuelve al adulto la capacidad de situarse en el presente —y un presente placentero— como es propio de la niñez, en lugar de estar —como suele hacerlo— pensando en el pasado (lo que perdió) o el futuro (que es incierto).

Además de sanador, el juego es contagioso, reconoció el director de Save the Children al recordar una vivencia en un centro para migrantes: “Llevaban una semana detenidos y estábamos teniendo unas actividades con los niños y las niñas, pero a unos 20 metros había tres mujeres y un adolescente viendo y pidiéndole a un chiquitín de unos 3 años que les fuera llevando algunas de las piezas de esponja porque ellas querían empezar a jugar también; es un ejemplo de cómo el juego está hecho para cualquier tipo de persona”.

Y también de que jugar es algo serio, pues nos mantiene vivos.