Anuncio

El modernismo centroamericano ya tiene su primer libro

Share
EFE

El arte centroamericano tiene desde hace un año su espacio permanente en Miami y ahora también un libro dedicado a una generación de artistas nacidos antes de 1940 en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá y hermanados por la “tragedia” de su región.

Fruto de ocho años de trabajo de los estadounidenses Suzanne Brooks Snider y Mark Morgan Ford, “Central American Modernism/Modernismo en Centroamérica” debutó en la feria de arte latinoamericano Pinta la semana pasada y este viernes tuvo su presentación oficial en la galería Ford-Rojas.

Mayari Rojas, una de las socias de la galería e hija del fallecido pintor guatemalteco Elmar Rojas, afirma a Efe que el propósito tanto de la galería como de este libro bilingüe es promocionar y difundir el arte centroamericano, poco conocido fuera de esa región, incluso en otros países de América Latina.

Anuncio

“Queremos ir equilibrando las cosas. Hace falta presencia en diferentes mercados. Aquí en Miami la predominancia es del arte cubano y el arte centroamericano es poco conocido”, dice Rojas, rodeada de obras de su padre y de otros artistas del istmo.

El libro es una “introducción integral” al arte centroamericano, para lo cual sus autores hicieron investigaciones y entrevistas a historiadores, directores de museos, a los artistas y sus familias, a coleccionistas y galeristas, y luego emprendieron la documentación fotográfica de innumerables obras, inéditas muchas de ellas para el público, dice la presentación.

Según Brooks y Ford, “Centroamérica acogió el modernismo lentamente”, pero “el resultado es una fusión cultural única y vibrante del arte antiguo y reciente, ingenuo y urbano, tradicional y revolucionario, en la praxis y en lo experimental, pesimista, profano, espiritual y esperanzado, pero sobre todo, moderno”.

A grandes rasgos, en El Salvador, “los elementos surrealistas emergieron con la narrativa que los artistas hicieron de los mitos y cuentos precolombinos”, mientras en Nicaragua “los aspectos literarios y plásticos del modernismo se fusionaron”.

En Guatemala se fue “consolidando el sentido de pasado y presente” como se aprecia en los “edificios públicos adornados con fachadas modernistas que cuentan algunas de las historias más antiguas del país”, al tiempo que en Costa Rica “el grabado y la escultura fueron los medios artísticos predominantes”.

En Honduras, “el retrato fue el vehículo para celebrar su identidad” y en Panamá, “el impacto del Canal se ve reflejado reiteradamente en su producción plástica”.

El libro no solo cuenta cómo llegó la modernidad a cada país, sino que demuestra mediante cientos de fotografías “la magnitud del talento proveniente de Centroamérica que contribuyó al modernismo”.

La hija de Elmar Rojas (1942-2018), que fue el primer ministro de Cultura que tuvo Guatemala, señala que la cultura en Centroamérica está “un poco olvidada”, porque hay otras prioridades

“Es por donde primero se recorta el presupuesto”, señala para explicar por qué los nombres de artistas muy conocidos en sus países, con una larga trayectoria y obras en museos y colecciones privadas, no traspasan fronteras.

En la galería Ford-Rojas la obra de los “modernistas”, que son los que más proyección tienen fuera de Centroamérica, hace de “puente” para otras de artistas de la región más jóvenes, dice Mayari Rojas.

El hilo conductor que hermana e identifica a los modernistas centroamericanos es una historia muy similar y la “tragedia de la política” y sus resultados igualmente trágicos, pero cada uno tiene su propia visión e interpretación, agrega.

Casi todos fueron a estudiar a Europa y a su regreso hicieron su propia interpretación de la escuela europea.

El grupo Vértebra, fundado por Rojas, Roberto Cabrera y Marco Augusto Quiroa en 1969, buscaba darle al arte un contenido ideológica, pero sin perder la calidad del oficio pictórico.

Rojas dice que el arte de los Vértebra denunciaba las matanzas y los abusos del régimen militar, pero además los artistas se arriesgaron a expresar sus opiniones en un manifiesto.

Una obra de Cabrera, “La Trampa”, una de sus “esculto-pinturas”, como él las bautizó por contener elementos en tres dimensiones, muestra una chapa con la fotografía de varios conocidos periodistas con la leyenda “culminaron brillantemente sus estudios”.

Al lado, una escultura en bronce de una mujer indígena, obra del costarricense Edgar Zuñiga, comparte espacio con obras de los nicaraguenses Armando Morales y Alejandro Aróstegui, el salvadoreño Benjamín Cañas y el hondureño Benigno Gómez.

Anuncio