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Sin complejos y a toda velocidad

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LOS ÁNGELES.- El estruendo del motor se escucha a lo lejos. A la distancia, no se distingue la imagen del chofer. La maquinaria sale a la carretera y, a medida que se acerca, se observa la figura de una mujer, quien como pocas, compite en un campo dominado por hombres.

Al estacionar su camión en el bulevar Paramount, en la ciudad de Long Beach, aparece Ángela Paredes. Esta mujer, de tez trigueña y 5’3” de estatura, maneja cada día en diferentes rutas, pero en esta ocasión se dirige al puerto de Los Ángeles.

“La carga va a salir del puerto y la llevo a Los Ángeles, pero no alcanza el gas”, explica, para dejar en claro que realizará una parada obligada antes de recoger el contenedor asignado. Sin mayores preámbulos, mueve a la bestia de hierro, que pesa unas 17 toneladas, con aparente naturalidad.

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Mientras se pierde en la marea de carros de la autopista, Ángela va deshojando su vida. Por momentos, el ruido de los vehículos y el viento que entra por las ventanas hacen que la tenue voz de esta migrante de origen guatemalteco sea inaudible.

“Cuidado, cuidado”, indica de forma repentina, y se disculpa por tener que frenar abruptamente. Un carro no vio la señal con la que Ángela indicaba el cambio de carril y, gracias a los espejos -lleva cuatro a cada lado-, observó al otro vehículo a tiempo.

“Lo que cuesta es adaptarse al tamaño, porque las vueltas son diferentes”, detalla sobre su oficio, en el que incursionó hace 15 años. “Tengo que meterme al otro carril; a veces los choferes de los carros no entienden. Si no lo hago, el poste [que ve en la esquina] se va al suelo”.

Ángela es de hablar pausado y de respuestas contundentes. En el trayecto, su mirada va fija hacia el frente. Esa misma actitud es la que muestra por la vida, ignorando los obstáculos y concentrándose en sus objetivos, los cuales define cada día.

“Terminé en los camiones porque mi mamá estaba muy enferma”, aclara sobre sus inicios. Trabajar como chofer independiente le brindaba cierta libertad para cuidar a sus dos hijos y generar ingresos para ayudar a su madre en Guatemala.

Sin miedo al trabajo

A los 9 años, Ángela comenzó a nadar contra la corriente al separarse sus padres. Como eran ocho hermanos, en su adolescencia tuvo que buscar opciones de trabajo en su natal Escuintla para ayudar en su hogar.

En una hacienda, al principio, y en una granja después, Ángela no le hacía mala cara al trabajo. A los 17 años se mudó a la capital del país, en donde empezó a cuidar a un joven con discapacidad.

“Cuando era niña decía: ‘Yo voy a ser doctor’. La idea era dedicar un día gratis para que la gente que no podía pagar visitara al médico”, rememora la mujer de 46 años, quien llegó a California en enero de 1990.

Al inicio, Ángela trabajó en una dulcería y en varias fábricas, así como en una clínica del Condado de Los Ángeles. Pero fue en julio del 2000 cuando decidió incorporarse a la industria de los camiones de carga y las autopistas, y donde la presencia femenil era mínima o nula.

“Cuando entré sólo había una mujer”, asegura.

Con la habilidad adquirida, se baja del camión como si de una bicicleta se tratara. Pone diesel y sigue su camino. En su caso, ella recoge productos que llegan de otros países, en su mayoría de Asia, y los lleva a lugares dentro del Condado de Los Ángeles.

Lo complicado de este trabajo, plantea la chofer, es la espera. Antes de ingresar al puerto tiene que hacer una larga línea, y al llegar por el contenedor, a veces pueden pasar hasta cuatro o más horas para salir.

“Me desespero mucho”, exclama.

Antes de que naciera su hijo Ángel, ahora de 12 años, se separó de su compañero de vida, con quien procreó a su hija mayor, Karla, de 23 años. Estos dos retoños fueron el motor para que Ángela siguiera en este negocio.

“Por lo general manejo 4 o 5 horas, porque el tiempo se me va aquí [en el puerto]”, indica.

En esta ocasión, la inmigrante logró ingresar en poco más de 15 minutos. Sin embargo, la jornada fue prolongada, ya que salió después de 5 horas y 35 minutos. Y para su mala fortuna, no pudo retirar el contenedor, debido a problemas de papeleo.

“Una carga nunca se queda, a menos que no esté legal”, asevera.

En las noches, Ángela es parte del coro de su iglesia.
En las noches, Ángela es parte del coro de su iglesia.

En casos como éste, relata en su retorno a la compañía, es relevada por otro chofer. Igual sucede cuando tiene que atender alguna emergencia con sus hijos o cuando tiene que estar puntual en la iglesia para algún evento especial, en donde es parte del coro.

En la actualidad, confirma que en su compañía hay 150 choferes, de los cuales sólo cinco son mujeres como ella (menos del 5%).

¿Y el salario?, se le pregunta. “Así como hoy no me pagan”, responde, pero considera que son los gajes del oficio.

No obstante, en un día regular puede tener ingresos entre 100 y 300 dólares, de donde saca para pagar el arrendamiento de su camión.

Los ingresos están sujetos a la cantidad de entregas que realice. Por ley, camiones como el de Ángela tiene que estar estacionados 10 horas, es decir que tiene 14 horas para trabajar.

Al final, indica Ángela, este trabajo no es nada del otro mundo. Aunque por la estigmatización, las personas a su alrededor no le creen cuando les dice que es trailera.

“Se sorprenden porque no soy tan alta. Me dicen: ‘No mientas’”, manifiesta.

“Si yo aprendí, cualquiera puede hacerlo”, concluye ella.

Rompe estereotipos

El sindicato de choferes de camiones Teamsters Local 848, creado hace más de 75 años, cuenta con más de 6,900 miembros. De ellos, cerca de 400 son mujeres, o sea menos del 8%. Y aunque se van registrando avances, todavía es un campo controlado por los hombres.

Screen Shot 2015-01-28 at 6.44.46 PMA fin de generar mejores salarios y beneficios médicos, han estado luchando para que se respete el trabajo de la mujer como el de los hombres, asegura Bárbara Maynard, vocera de la campaña Justice for Port Drivers.

Los puertos de Los Ángeles y Long Beach reciben aproximadamente a 16,000 camioneros.

“Romper estereotipos toma tiempo, pero ya que las mujeres demuestren ser igualmente capaces como choferes de camiones, entonces la sociedad aceptará que el trabajo no tiene relación con el género”, asevera Maynard.

Celia Lacayo, socióloga de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), considera positiva la apertura de nuevas fuentes de trabajo para la mujer en áreas poco tradicionales; sin embargo, cree que, en muchas ocasiones, son víctimas de abuso y discriminación.

“Con las mujeres blancas no hay igualdad, aunque tengan la misma educación”, indica la experta en relaciones interraciales. “Le dan la oportunidad a la mujer para que le puedan pagar menos”.

Así como en el área del transporte, Lacayo indica que en otras industrias pasa lo mismo con la mujer en general.

Especialistas subrayan que, para lograr un cambio profundo que garantice una igualdad, es necesario que las mujeres luchen por ellas mismas.

“La mujer puede hacer lo que ella quiere”, enfatiza Alexandra Torres, directora ejecutiva de Women In Non Traditional Employment Roles (WINTER), entidad que entrena de forma gratuita a mujeres en trabajos no tradicionales para las mujeres.

EL DATO

WINTER

Tel. 213.749.3970. Sitio web: winterwomen.org

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