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El estudio de las mentes de asesinos en masa como Stephen Paddock, no debe ser bloqueado por la política

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Garen Wintemute, un médico de emergencias en Davis, California, sabe que su accionar es limitado para impedir el fallecimiento de una víctima de un tiroteo. “Para ser buenos doctores debemos evitar que la gente dispare en primer lugar”, afirmó el galeno, quien lleva adelante el Programa de Investigación sobre Prevención de la Violencia en UC Davis. “Una vez que se produce la herida de bala, nuestras opciones son muy limitadas”.

En los años 1980, Wintemute comenzó a estudiar la violencia armada como parte de una crisis de la salud pública nacional. ¿Quiénes eran las víctimas y dónde había patrones demográficos? ¿Qué podía aprenderse sobre los tiradores? ¿Había factores de riesgo que ayudaran a predecir y prevenir la violencia?

Antiguamente, los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) hacían ese tipo de investigación y Wintemute era uno de los médicos en el equipo. Pero cuando un estudio de la entidad sugirió que poseer armas de fuego en el hogar aumentaba el riesgo de homicidios, la Asociación del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) apuntó contra ella, se eliminó el subsidio para la investigación y, posteriormente, las leyes prohibieron a los CDC gastar dinero “para abogar o promover el control de armas”.

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Hoy, después de innumerables asesinatos en masa y un precio diario cercano a 90 muertes por armas de fuego -muchas de las cuales implican suicidios- los CDC aún están fuera del juego. “Soy un científico y creo que el conocimiento es poder; creo que una política pública sólida debe basarse en pruebas científicas sólidas”, destacó Wintemute. “Como la investigación fue descartada, no sabemos más de lo que sabíamos hace 20 años”.

Ello se debe a que, en el transcurso de esas dos décadas, el control de la NRA sobre Washington se fortaleció. Para ser honesto, así como nos gustaría creer que hay una manera de meterse en la mente de cada asesino potencial, ninguna investigación posibilitará intervenir en cada caso.

A todos nos gustaría saber si fue rabia, venganza o enfermedad mental lo que motivó al tirador de Las Vegas, Stephen Paddock, a apuntar contra una multitud de inocentes. Nos gustaría creer que hay una verdad que aprender, algo sobre la psique humana que se puede agregar a la lista de vigilancia, para poder enviar a nuestros hijos a la escuela o ir a un concierto sin miedo.

Por desgracia, esto es complicado porque la mente es sumamente misteriosa, y no hay dos perfiles de tirador iguales. “Sigo pensando que son casi imposibles de predecir”, afirmó el doctor Jeffrey Swanson, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de Duke. “Los tiradores de masas son todos diferentes, pero generalmente se trata de hombres jóvenes -lo cual no ocurrió aquí- que tienden a estar alienados y aislados, y quizás emocionalmente preocupados. Tienen acceso a las armas y a esa creencia cultural de que, si efectúan un tiroteo en masa, se convertirán en un notorio antihéroe”.

El problema con la generalización y los perfiles, resaltó Swanson, es que hay “decenas de miles de jóvenes enojados, alienados y fastidiados que nunca van a hacer algo así”.

Su investigación indica que sólo el 4% de la violencia en los Estados Unidos es atribuible a las enfermedades mentales. Aunque hay una necesidad de contar con más servicios de salud mental, explicó el especialista, la enfermedad no tratada y la violencia armada son dos temas diferentes que se confunden cuando hay un tiroteo en masa.

También tienden a olvidar que, a pesar de un número inquietante de tiroteos en masa, la gran mayoría de las muertes por armas de fuego ocurren diariamente, por lo general sin mucha atención. Si el objetivo es reducir la violencia armada, expuso Swanson, una mayor comprensión de los patrones de conducta y factores de riesgo puede ayudar a construir un caso legal más inteligente sobre las armas de fuego.

“Sabemos que la violencia es el mejor predictor de la violencia futura, incluso mejor que la enfermedad mental”, explicó Swanson. Pero en muchos estados, dijo, alguien puede comprar una pistola incluso si tiene una condena por un delito menor violento o una orden de restricción temporal.

Swanson elogió la respuesta de California al alboroto de 2014 en Isla Vista, donde seis personas murieron y una docena resultaron heridas por un tirador que luego se suicidó. Una nueva ley permite a los familiares o la policía solicitar una orden judicial para retirar temporalmente las armas de alguien que exhibe un comportamiento arriesgado e inestable.

Wintemute, de UC Davis, aseguró que no estudia la mente, sino combinaciones de factores de riesgo. Aunque la enfermedad mental por sí sola no es un gran predictor de la violencia, dijo, vale la pena saber si la probabilidad aumenta entre las personas que tienen antecedentes de adicción al alcohol o drogas y alguna forma de enfermedad mental, además de un historial de violencia.

Más de tres docenas de armas fueron halladas en la sala de juegos y en el hogar del tirador de Las Vegas, lo cual plantea otra posible pregunta de investigación. “Si alguien tiene una gran cantidad de armas, o compra varias en poco tiempo, ¿hay un mayor riesgo de violencia?”, se preguntó el especialista.

En ausencia del liderazgo nacional, el programa UC Davis -creado durante el último año- se convirtió en el primer centro de investigación de la violencia financiado por el estado en el país. Wintemute quiere recopilar estadísticas básicas sobre la violencia con armas de fuego y comprender mejor quiénes poseen armas, quiénes no, y cuál es el efecto de la violencia en los individuos y las comunidades.

Su equipo trabaja ahora con departamentos de justicia estatales y federales en un programa que involucra a quienes legalmente compraron armas de fuego en California, pero luego se les prohibió su posesión debido a delitos, órdenes de restricción o emergencias psiquiátricas. Las armas son confiscadas y el centro de UC Davis estudia el efecto en los delitos futuros, en comparación con las comunidades donde no existe tal programa de confiscación.

Además, se están realizando investigaciones adicionales sobre la eficacia de los controles de antecedentes y las órdenes de restricción en la prevención de la violencia. Wintemute donó personalmente $2 millones a la causa, aunque el tema tiene que ser estudiado en profundidad a nivel nacional, argumentó, porque el gobierno federal posee “recursos que los estados simplemente no tienen”.

Tenemos más de 300 millones de armas en manos civiles, resaltó, y éstas acaban con más de 90 vidas a diario. Nadie hubiera sugerido dejar de investigar enfermedades del corazón, o cáncer, o lesiones por accidentes de tránsito.

“Dirigí un estudio de investigación en la década de 1990 que fue dado de baja cuando los CDC retiraron los fondos”, explicó. “Mi creencia personal es que miles de muertes evitables han ocurrido en los últimos 20 años a falta de la investigación científica”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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