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Alimentos que se pierden por falta de frío

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EFE

En multitud de países en desarrollo un alto porcentaje de los alimentos se echa a perder por no poder mantenerse en frío, un problema que los expertos urgen a paliar con más infraestructuras y tecnologías en el sector energético.

En la India, hasta la mitad de lo que se produce acaba en la basura antes de llegar al consumidor, costando cada año 4.500 millones de dólares (unos 3.970 millones de euros), según cálculos de la Institución de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido.

“Aquí la electricidad no es estable ni fiable”, comenta a Efe por teléfono Ram Bheke, jefe de desarrollo de negocio de la empresa Promethean Power, que vende “baterías térmicas” para enfriar rápidamente la leche en el mayor país productor mundial de este alimento.

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Dicho dispositivo baja la temperatura de la leche de 35 a 4 grados centígrados intercambiando calor con un fluido interno y se carga con energía solar cuando no hay electricidad, de modo que se garantiza el almacenamiento en frío pese a los cortes de suministro.

Un respiro para los millones de pequeños productores indios que transportan su preciada mercancía en bicicletas o carros hasta el punto de recogida más cercano, sabiendo que después esta debe viajar en camión hasta los centros de producción en una travesía que en total requiere hasta cinco horas.

Bheke afirma que su compañía se ha extendido a Sri Lanka y Bangladesh, país donde “la red de carreteras es tan pobre que difícilmente los productores pueden acceder a los sitios de recogida de la leche” y donde ven peligrar la calidad de su producto con las “máquinas convencionales”.

Llegar al mercado con más producción es sinónimo de mayores ingresos, pero a menudo ocurre todo lo contrario, a lo que se une el uso en balde de tierras, agua, energía y hasta más emisiones de carbono como consecuencia de la pérdida anual de 1.300 millones de toneladas de alimentos en el mundo, de acuerdo a la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Se calcula que hasta un cuarto de lo que se pierde en los países en desarrollo se podría recuperar si se adoptaran los sistemas de enfriamiento de las economías avanzadas, un objetivo lejano cuando todavía quedan muchas áreas rurales sin suministro energético siquiera.

El experto de esa agencia Divine Njie destaca que hay una “relación directa” entre refrigeración y seguridad alimentaria: la mayoría de los alimentos nutritivos como la leche, los huevos, las frutas o las verduras son “altamente perecederos y sin cadenas de frío no se pueden mover de donde se producen a donde se consumen”.

Lamenta la falta de infraestructuras, como carreteras para los camiones refrigerados, de electricidad en las instalaciones o de acceso a financiación con la que invertir en soluciones tecnológicas para “estirar” la vida útil de los alimentos.

Aunque los precios varían enormemente, la FAO promueve algunos sistemas que son fáciles de implementar en los países pobres, como la refrigeración mediante evaporación que ha sido probada en Sudán, Nigeria o Gambia.

Nada más barato que dos vasijas de barro cocido, una más pequeña dentro de la otra, separadas por arena que se va regando con agua para conservar frescas en el interior frutas u hortalizas hasta 20 días.

Bajo ese mismo principio se han creado “cámaras frigoríficas” de mayor tamaño levantando muros de ladrillos, reutilizables durante muchos años, en la India o Tanzania.

El profesor de la Universidad británica de Birmingham Toby Peters apuntó en una reciente charla en Roma que el 90 % de las pérdidas alimentarias en los países en desarrollo se da en etapas posteriores a la cosecha como el almacenamiento o el transporte.

Además, advirtió del aumento de la demanda energética global y del impacto de la refrigeración, que absorbe hasta un 20 % del diésel que consumen los vehículos y emite una cantidad significativa de dióxido de carbono.

Peters instó a invertir más en nuevas tecnologías, formación y conectividad desde un punto de vista “térmico” con el fin de reducir el uso de energía, las emisiones contaminantes y los costes que deben asumir quienes aspiran a beneficiarse también del aire acondicionado o los alimentos frescos.

Belén Delgado

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