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Ryan cada vez más lejos de Trump; republicanos alarmados

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La decisión del presidente de la cámara baja Paul Ryan de tomar distancia de Donald Trump busca preservar el control republicano de ese órgano. Su actitud, no obstante, pone a prueba la estabilidad de su cargo y sus ambiciones políticas futuras.

El anuncio de Ryan de que ya no defenderá al candidato de su partido a la presidencia y su recomendación de que los aspirantes republicanos a distintos cargos públicos busquen su propio camino hacia la victoria --con o sin Trump-- ha hecho que algunos correligionarios insinúen que no apoyarán su reelección como líder de la Cámara de Representantes.

“Dado todo lo que hay en juego en esta elección, si Ryan no está con Trump, entonces yo no estoy con Ryan”, afirmó el representante Jim Bridenstine el miércoles en Twitter.

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Si los republicanos conservan el control de la cámara baja en las elecciones de noviembre, algo que está en duda, Ryan necesitará la mayor cantidad posible de votos de su partido para retener su puesto. Ello implica que no puede permitir que su actitud desafiante hacia Trump genere desencuentros más grandes.

Ryan, de 46 años, fue candidato republicano a la vicepresidencia en el 2012 y podría buscar la presidencia en el futuro. Una derrota en la Cámara de Representantes podría complicar sus ambiciones políticas.

La táctica de Ryan fue bien recibida por muchos legisladores republicanos que creen que la candidatura de Trump pueden comprometer sus posibilidades de reelección. Pero ha enfurecido a otros republicanos y a sectores conservadores, dentro y fuera del Congreso, especialmente a los partidarios de Trump, quienes consideran que lo suyo es una traición que compromete las posibilidades del magnate de derrotar a la demócrata Hillary Clinton el 8 de noviembre.

“Sospecho que, sea lo que sea que dijo, no podía ganar por unanimidad” entre los republicanos, expresó el representante Tom Reynolds el miércoles. “Camina en una cuerda floja en su condición de presidente de la cámara que busca su reelección”.

El lunes Ryan le dijo a los legisladores republicanos de la cámara baja que desde ahora hasta el 8 de noviembre se enfocará en tratar de preservar el control de la Cámara de Representantes y no hará nada por ayudar a Trump. Asumió esa postura después de que circulase un video del 2005 en el que Trump hace comentarios vulgares sobre cómo toqueteaba a mujeres sin su consentimiento.

Trump respondió con feroces críticas a Ryan a través de Twitter y en comentarios públicos. El miércoles dijo en la Florida que Ryan y otros republicanos habían sellado un “pacto siniestro” en su contra. No ofreció pruebas.

Bridenstine es un conservador, miembro del House Freedom Caucus, que a menudo se rebela contra el líder de la cámara, pero apoyó a Ryan cuando fue elegido presidente en octubre pasado.

El representante Dana Rorabacher, que también apoyó a Ryan en su momento, insinuó en una entrevista con la Associated Press que podría oponerse a su reelección.

“Nunca dudé que debía ser el presidente. Pero si ahora no puede evitar caer presa del pánico y ayudar al enemigo en una situación como esta...”, manifestó Rohrabacher el lunes.

El representante Peter King dijo que Ryan era presionado por los republicanos de distritos conservadores para que apoye a Trump y por otros más moderados para que tome distancia.

“Asumió un riesgo lógico, bien intencionado. Y recién el 9 de noviembre sabremos si le sale bien o no”, declaró.

La portavoz de Ryan, AshLee Strong, dijo el miércoles que Ryan lucha “por asegurar una firme mayoría en el Congreso y siempre trabaja para ganarse el respeto y el apoyo de sus colegas”.

Ryan necesitará 218 votos para conservar el liderazgo de la cámara baja, que cuenta con 435 bancas. En estos momentos los republicanos tienen 246 bancas, más una vacante que seguramente retendrán.

Pero es previsible que los republicanos perderán varias bancas en las elecciones y la continuidad de Ryan como líder de la cámara podría peligrar si algunos correligionarios no lo apoyan.

Ryan sucedió a John Boehner, quien se retiró en octubre tras hacerse evidente que no podría retener su cargo ante la deserción de algunos correligionarios.

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