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La visita de Trump a una escuela católica de Florida divide las opiniones de esta familia

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Myrna Saint-Juste ahorró, escatimó y trabajó horas extra como oculista para tener los $500 mensuales necesarios para mandar a sus dos hijos a una escuela católica.

Saint-Juste, de Orlando, Florida, votó por Hillary Clinton para presidente y desaprueba en casi todo al presidente Trump, excepto en su objetivo de hacer que las escuelas privadas y parroquiales sean más asequibles para otras familias.

La mujer escogió St. Andrew Catholic School, que llega hasta octavo grado, porque quería que sus hijos contaran con un lugar donde pudieran hablar libremente sobre Dios y desarrollarse como buenos adultos. “Soy madre soltera, así que tuve que trabajar muy duro para poder pagarla”, afirmó Saint -Juste.

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Este viernes, Trump visitó St. Andrew, y la situación causó una pequeña división política en la familia. A Sainte-Juste, quien inmigró de Haití, y a su hijo, Marcus Millen, quien se graduó allí, les preguntaron si querían hablar con el presidente. Mientras la madre respondió que no, Marcus, de 16 años, dijo que sí.

Trump visitó St. Andrew, en el barrio de Pine Hills, para promover la opción escolar. El mandatario hizo campaña con la idea de crear un programa de vales escolares a nivel nacional por valor de $20,000 millones de dólares, y durante su discurso al Congreso, impulsó una ley de “opción escolar” que diera opción a los niños de asistir a escuelas privadas. Al seleccionar a Denisha Merriweather, una estudiante de Florida, como su invitada durante el discurso, Trump insinuó que el programa de crédito fiscal de ese estado podría ser un modelo a seguir.

A Saint- Juste le gusta la idea, aun cuando no se benefició del programa estatal. Para ella, el dinero ayudará a madres solteras con familias más grandes. “Tengo muchos amigos que obtienen crédito fiscal”, aseguró Saint-Juste.

Pero, aparte de esta idea, Saint-Juste no quiere saber nada con Donald Trump. La escuela le pidió que fuera a escuchar la sesión del presidente, pero ella se negó. “En primer lugar, no quiero perder un día de trabajo”, afirmó.

“Segundo, en muchas cosas no estoy de acuerdo con él”. Por ejemplo, no aprueba sus políticas de inmigración, o la forma en la que habló sobre las mujeres. “No me gustan sus ideas”, remarcó.

Su hijo es una historia distinta. Marcus es ahora estudiante de preparatoria, pero cuando el miércoles pasado, un sacerdote de St. Andrew le pregunto si quería hablar con Trump, él aceptó la invitación. A Marcus, según dijo, no le importa mucho la política.

Tanto madre como hijo aman a St. Andrew, una escuela que ha recibido el premio Blue Ribbon. Pero, de acuerdo con un estudio reciente, los alumnos que utilizaron el subsidio del crédito fiscal estatal para pagar la matrícula de St. Andrew obtuvieron más bajas calificaciones en lectura y matemáticas durante el año escolar 2014-2015, que dos años más tarde.

Marcus, quien quiere ir a la universidad y probablemente estudiar medicina, siente que vive en una casa dividida. “Mi mamá es una ávida seguidora de la política”, dijo. “Yo bromeo, diciéndole que no la voy a dejar ver más CNN”.

El joven no se considera a favor de Trump. Pero, a diferencia de su mamá y de su hermana, tampoco está en contra. “Realmente no tengo ningún pensamiento negativo o positivo”, expuso. “Todo el tiempo escucho desaprobación de parte de mi mamá, y también de mi hermana. No es que no esté de acuerdo con ellas, solamente no estoy involucrado en política”. En su tiempo libre, Marcus juega deportes y videojuegos, es boy scout y practica servicio comunitario en la iglesia.

St. Andrew le dio unos puntos de referencia para tratar en la junta con el presidente, acerca de cómo la escuela lo ayudó y la importancia de la educación católica. Marcus está de acuerdo con ello y describe a su antigua escuela como una “familia unida”. Por su parte, resaltó, “yo le diré (a Trump) que sea más positivo y que trabaje para unir a la gente”.

Mientras Marcus hablaba por teléfono, desde el auto familiar, su mamá lo interrumpió. Su hermana, agregó Saint-Juste, también quiere hablar con el presidente, porque tiene sentimientos muy fuertes, pero a ella no la invitaron.

Mikaili, una estudiante de segundo año, se negó a tomar el teléfono. Cuando su madre la invitó a sumarse a la conversación, la chica sólo dijo: “Únicamente quiero ver dónde tiene la cabeza Trump”.

La visita de Trump a St. Andrew removió los sentimientos de Shawnda Thomas Faveau, una actriz comercial y de doblaje, que vive en Los Ángeles hace 21 años.

Faveau creció en Pine Hills y fue a St. Andrew. Desde que se mudó de allí, ha visto con tristeza el detrimento de su vecindario. Ella era la única estudiante negra en su grado; había otros niños, pero ninguno se graduó. “Había un choque cultural”, recordó. “Había insultos raciales, había violencia”.

De acuerdo con el Orlando Sentinel, 1,175 estudiantes recibieron el subsidio por crédito fiscal en el código postal donde se encuentra St. Andrew, y 295 de esos alumnos asisten a dicha escuela. Ahora, según el periódico, esa institución tiene más jóvenes oriundos de minorías y de familias de bajos ingresos.

Cuando Faveau se enteró de la visita de Trump, “tuvo una especie de ataque de pánico”, dijo. “A todos nos sorprendió que vaya a nuestra pequeña escuela”.

Traducción: Diana Cervantes

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

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