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Después del tercer debate: Hillary Clinton mejora, Donald Trump no siguió consejos

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Desde el año 46 antes de Cristo, la comunicación no verbal ha sido importante para los políticos. Cicerón planteaba la “elocuencia del cuerpo” y daba consejos precisos al respecto en su libro Orator: “Usará también los gestos de modo que no haya nada de más en ellos. En el porte sea su posición erguida y levantada; su pasearse, espaciado y no largo; su adelantarse, moderado y poco frecuente; ninguna sacudida de la cerviz, ningún jugueteo de dedos”.

Sin embargo, el tema ha pasado de ser una colección de consejos intuitivos a un campo de estudio de múltiples disciplinas como la sicología, la comunicación, la antropología y la neurología en los últimos 50 años. Cientos de investigaciones han demostrado la importancia del lenguaje corporal para cumplir funciones como acentuar, regular o controlar, sustituir o contradecir la información verbal. Pero, sobre todo, como un mecanismo eficaz para transmitir y decodificar las emociones.

Una hipótesis plantea que ciertos movimientos del cuerpo ayudan a una persona a enfrentar las emociones que experimenta. Por lo tanto, los movimientos del cuerpo podrían reflejar tendencias que están estrechamente vinculadas con los estados emocionales. Una teoría más reciente (2015, Universidad Ruhr Bochum) plantea que el ser humano es capaz de descifrar las emociones de los demás a través del reconocimiento de patrones. Cada emoción está determinada por un patrón de rasgos característicos (reacciones fisiológicas, expresiones faciales y gestos), lo que permite que, aunque un orador mantenga una expresión facial neutra, las otras características sean suficientes para decodificar un patrón reconocible.

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Si bien el tercer y último debate realizado entre Hillary y Trump careció del dinamismo en materia de expresión corporal que vimos en el segundo evento, los gestos, expresiones y miradas de ambos ofrecen suficiente información sobre el estado emocional de cada uno -que quizá preferirían haber ocultado-.

Pese a estar constreñidos a un pódium que sólo permitió apreciar un tercio del cuerpo de ambos contendientes, con un efecto de “bustos parlantes”, destacaron varios aspectos que develaron la seguridad y convicción con la que se enfrentaron a este debate:

Forma de caminar:

- Hillary: Una caminata menos fluida que en el debate pasado y a una menor velocidad. Sus pierna derecha parecía más rígida.

- Trump: intenta proyectar mayor serenidad y dominio de sí y del entorno. Hace una pausa para saludar antes de llegar al pódium, lo cual proyecta más confianza.

Movimiento de tronco: Ambos proyectan rectitud y apertura:

- Hillary, sin embargo, muestra un menor poder que el de Trump, al mantenerse “limitada” atrás del pódium.

- Trump: al sacar el pecho y rebasar el área del pedestal proyecta más poder y autoridad.

Movimiento de brazos:

- Trump utiliza mucho mejor sus extremidades, abriendo los brazos y rebasando el área del pedestal. En las tomas televisivas ocupa casi un 90% del espacio, a diferencia de Hillary.

- Ella mantiene más tiempo una postura de cierre (con sus brazos recargados sobre el pedestal), aunque utiliza sus manos de manera mesurada al principio. Va generando más apertura conforme avanzan en temas emocionales (el respeto a las mujeres y la unión de las familias).

La dirección vertical:

- En ambos casos, ambos emplearon expresiones hacia abajo. El propósito, sin embargo, era diferente. Mientras Trump utilizaba el gesto para expresar fastidio o frustración, en Hillary se intentaba proyectar un efecto distinto: reflexión.

- Hillary usa más la dirección “arriba” (al mover mirada y la barbilla unos 20 grados con relación al plano horizontal), lo cual proyecta visión y reto.

La dirección sagital:

- Trump sin duda transmite decisión y enojo cuando se inclina hacia delante en el pódium. Sus manos salen del espacio del pódium, especialmente en gestos como cuando levanta el dedo índice con la palma de frente.

- Hillary suele usar más una dirección lateral (sus manos van hacia los lados pero sin rebasar el área del pedestal) y su postura durante un lapso amplio del debate es tener las manos dentro del espacio del pódium, lo cual proyecta replegarse o defenderse.

En las últimas tres dimensiones prácticamente ambos tienen un desempeño similar

  1. Fuerza: manos y gestos firmes, pies bien plantados en el piso, movimientos precisos.
  2. En velocidad: ambos son rápidos, pero en el caso de Trump pasa de ser energía a enojo. Sus gestos son rápidos y nerviosos. Hillary tiene gestos ágiles pero no acelerados. Las respuestas de ella se alentan ligeramente hacia el final, sin llegar a proyectar cansancio, más bien contención.
  3. La franqueza: en ambos casos, vemos movimientos directos y con un propósito. Los pocos momentos en donde se muestra inconscientemente un gesto de ocultamiento es cuando Hillary se frota la nariz aparentemente sin sentido (un gesto que sustituye el cubrirse la boca).

Sin duda, pese a que Trump tiene un lenguaje no verbal mucho más exagerado y con connotaciones negativas, su gran atractivo es su naturalidad. Eso despierta confianza, pues no busca disfrazar sus intenciones. En el caso de Hillary, sus gestos están preparados y medidos al milímetro, pero ha avanzado también en su espontaneidad.

Un último elemento a considerar es la voz de ambos candidatos

- Trump inicia con un volumen intermedio y un ritmo más lento de lo habitual. Intentó proyectar serenidad y auto control, pero este propósito no pudo mantenerse más allá de los 15 minutos iniciales. Las emociones reales no pueden enmascararse debajo de una voz monótona, por lo que empieza por subir el volumen y la velocidad. Al hablar más rápidamente suele hacerlo por la boca, lo cual le genera resequedad y le obliga a un gesto como sacar la lengua. Su dicción es bastante buena.

- La voz de Hillary se mantuvo en un volumen medio en la mayor parte del debate y empleando matices, utilizando lo que se denomina “voz profunda”. Esta voz es diferente de la de su juventud (mucho más aguda y titubeante), al usar los tonos graves y mejor aceptados por la audiencia masculina. Según la experta en foniatría Carolina Pérez, la diferencia entre el tono más agudo y el más grave de la candidata es de 421 Hz a 102 Hz: un rango muy amplio. Sin embargo, nuevamente se detecta la sequedad de la boca especialmente en el momento de hablar de temas controvertidos como las acusaciones de conductas inapropiadas por parte de Bill Clinton. Su dicción es impecable.

Finalmente, un aspecto más: la vestimenta de Hillary. Sobria y fiel a su estilo de trajes de austeros y de monocromáticos, se planeó, sin embargo, utilizar cada uno de los colores de la bandera. El último que vistió fue este atuendo blanco crudo, que representa la pureza e inocencia según la explicación dada por Charles Thomson en 1872.

Todo comunica y Hillary Clinton se mostró como una atleta de alto rendimiento, con la disciplina para entrenar y mejorar en cada partido. Trump se parece a un jugador que confiado en su suerte y naturalidad, es incapaz de seguir las recomendaciones de cualquier entrenador.

Aunque el talento es un valor, nunca es suficiente para ganar un debate donde hay tanto en juego.

*Carolina Eslava, consultora de comunicación política / @carolinaeslva

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