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Un discurso pesimista y divisible, muy lejos de lo que hace grande a Estados Unidos

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Para las personas que no conozcan Estados Unidos y hayan escuchado con meticulosa atención el discurso del ahora presidente Donald Trump, la imagen que recibieron del nuevo mandatario es un país que se encuentra en ruinas, desolado, paralizado, invadido por los ‘bárbaros’ extranjeros que llegaron para quitarles sus casas, sus trabajos a la población blanca americana. Un país en el que no hay orden y es dominado por una camarilla de pandillas que tienen aterrorizada a una población de 320 millones de habitantes, un país que agoniza ante la indiferencia de una élite que desde Washington se enriquece a costillas del pueblo Americano. ¨Esta carnicería se acaba hoy. Yo los protegeré y nunca los defraudaré,¨ resumió Trump el día que se convirtió en presidente de la nación.

En toda la historia de Estados Unidos no se había escuchado un discurso más pesimista y de mayor provocación por parte de un nuevo mandatario. Culpó de manera directa del panorama, para el desolador, a toda la élite de Washington, y sobre todo a los ex presidentes ahí presentes. No reconoció en ningún momento, la humildad y la ausencia de egos, sobre todo de Hillary Clinton, que junto con su esposo validaron la victoria de un individuo que los insultó a ellos y sus familias una y otra vez. Para Hillary Clinton esta experiencia debe haber sido muy dolorosa, sin embargo la mujer no dejó de sonreír, durante la ceremonia y más tarde en el almuerzo al que estuvo obligada asistir, como la esposa de un ex presidente. Trump olvidó mencionar que la verdadera grandeza de este país radica en la humildad y el civismo de los mandatarios en turno, al final de sus periodos, que permite que en este país, cada cuatro años, se dé un cambio de poder, de manera pacífica y ordenada, lo que no ocurre en nuestros países. Es ahí donde radica la superioridad cívica de esta gran Nación.

Una de las imprecisiones que más resaltan en el discurso de 16 minutos de Donald Trump, se da cuando habla de que este país volverá a ser rico otra vez. Si tomamos en cuenta el número de fortunas y el número de individuos que las poseen, es fácil rebatir este argumento. Este país en toda su historia no ha sido tan rico, ni tanta riqueza había estado concentrada en tan pocas personas. Resulta paradójico, que mientras el Presidente critica la riqueza de pocos, los puestos más importantes de su gabinete los tiene asignados a un grupo de billonarios, que durante las audiencias de confirmación han demostrado tener muchos conocimientos de negocios, pero muy pocos de servicio público.

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Los historiadores ya pueden decir que el panorama que describió Winston Churchill, de Inglaterra, al final de la Segunda Guerra Mundial, parado sobre las ruinas de su país, con los millones de muertos recién sepultados, fue un discurso optimista si se le compara con el de Donald Trump. A diferencia del ahora Presidente de Estados Unidos, Winston Churchill no optó por un mensaje pesimista, ni desolador, ni tampoco optó por un tono paternalista, al contrario, recordó a los ingleses que a pesar de los embates, ellos nunca habían dejado de ser grandes y que de ese dolor, de ese sufrimiento, de esas lágrimas iba a surgir una Inglaterra más libre y más justa. Iban a construir un nuevo país, donde la libertad de cada hombre y mujer en su trabajo y hogar era sagrada. (Mientras que el equipo de Trump anunció que volverán las redadas a los centros de trabajo y la deportación por infracciones menores se pondrá también en marcha. Los van a sacar de su casa.).

Alicia Alarcón es periodista y trabajó 10 años para el periódico La Opinión, fue reportera para Univision a nivel nacional y corresponsal para Latinoamérica en CNN Radio. Desde hace más de 10 años conduce un programa de radio de opinión en Los Ángeles, California. Es autora de dos libros: La Migra Me Hizo los Mandados, y la novela Revancha en Los Angeles.

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