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Historia: ‘Tuve que ver a mi hijo en una bolsa de cadáveres’

Kim White estima que habrán hablado con unos 2,000 estudiantes de octavo grado al final de este año escolar.
(Zbigniew Bzdak / Chicago Tribune)
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Alex White dio sus primeros pasos a los 10 meses de edad.

Una vez que pudo caminar, corrió. Una vez que pudo correr, brincó. Los vecinos solían llamarle a sus padres para decirles: “¿Sabes que Al está en el techo otra vez?”

“Desde que era pequeño”, dijo su madre, Kim White, “Sabía que tomaría cada onza de mi ser para mantener con vida a este hermoso y alegre niño”.

Él era encantador.

“Nunca saludaba de mano, siempre con un abrazo”, dijo su amigo Austin Zenere. Alex y Austin se conocieron en el primer grado. Jugaron juntos béisbol. “Y no era un abrazo rápido. Se aseguraba de sostenerlo”.

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Alex no soportaba que se burlaran de la gente.

Unos niños molestaban a otro niño en el autobús escolar -cuando Alex estaba en cuarto grado- le habían robado la gorra y se la estaban pasando entre ellos.

La madre del niño le llamó a la madre de Alex esa noche para agradecerle porque Alex había calmado las burlas y le devolvió la gorra a su hijo.

“Era el tipo de persona que al 100 por ciento no haría nada con maldad”, dijo su amigo Adam Meyers. “Nunca iba a sumarse a ninguna burla contra alguien”.

Él era amoroso.

Incluso frente a sus amigos que practicaban fútbol y levantaban pesas, siempre le decía a su madre, “Te quiero”.

La oficina del forense del Condado de Wil registró 85 muertes relacionadas con la heroína y el opioide sintético, fentanilo, en 2017, frente a las 78 del año anterior.
(Zbigniew Bzdak / Chicago Tribune)

Alex murió de una sobredosis de heroína a los 23 años, hace cinco años, en agosto.

Desde entonces, su madre emprendió la misión de mantener la historia de su hijo primogénito viva y verdadera, hace la advertencia de cómo los opioides se metieron en una familia y la devastaron por completo.

“Encontré, al hablar con otras madres en mi situación, que la mayoría de los jóvenes que caen en el consumo de sustancias son extremadamente sensibles y un poco frágiles”, dijo Kim White. “Podrían ser muy duros por fuera, pero por dentro, no tanto”.

Alex creció en el suburbio sur de Frankfort, en el condado de Will, donde la oficina del forense registró 85 muertes relacionadas con la heroína y el opioide sintético, fentanilo, en 2017, frente a las 78 del año anterior.

Según los datos del Departamento de Salud Pública de Illinois, las muertes por sobredosis de opioides en Illinois aumentaron un 82 por ciento entre 2013 y 2016. En 2016, el estado registró 1,946 muertes por sobredosis de opioides, el doble de accidentes de vehículo y una vez y media el número de homicidios.

A nivel nacional, más de 72,000 personas murieron por sobredosis de drogas en 2017, según los datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, y más de tres de cada cinco muertes por sobredosis de drogas involucra a un opioide.

“Casi 200 personas perdieron la vida por sobredosis de drogas todos los días el año pasado”, dijo Kim White. “Eso es como si un avión se estrellara cada día. Esa es la cantidad de personas que están muriendo”.

“¿No crees que deberíamos estar hablando de eso?”

“El dolor nunca se va”.

Kim White lo comenta con estudiantes de octavo grado. Cientos de ellos a la vez.

Ella asiste a las clases de salud de escuelas intermedias en Frankfurt y en las cercanías de Manhattan, Mokena y Orland Park y les cuenta la historia de Alex, la historia de un niño que creció como ellos, un niño que jugó en o contra sus equipos, un niño cuya familia nunca se recuperará, no realmente, de su ausencia.

“El dolor nunca se va”, dijo el padre de Alex, Bob White. “Perdimos a Al hace más de cinco años, y recuerdo el día como si fuera hace 5 minutos”.

Kim White comenzó a enviar emails a directores de escuelas intermedias en 2016, tres años después de la muerte de Alex. “Les digo, ‘perdí a mi hijo. Esto es una epidemia y no va a desaparecer “.

Varias escuelas la ignoraron o la rechazaron. Pero la escuela secundaria Hickory Creek, donde asistieron Alex y sus hermanos menores, Kelly y Jake, la invitó a hablar.

“Primero pensé: ‘No puedo hacer esto’”, dijo Kim White. “Me voy a parar ahí y llorar”.

Para apoyo moral, trajo a su amiga Kathy Dyer, cuyo hijo Billy murió de una sobredosis de heroína ocho meses después de Alex. Billy era un año mayor que Alex y también fue a Hickory Creek.

Terminó esa primera presentación y envió emails a más escuelas. Ella aprendió a contactar a los maestros de salud directamente. Casi siempre decían que sí.

En 2017, el oficial de policía retirado de Chicago, John Roberts, comenzó acompañarla. Roberts es el cofundador de Heroin Epidemic Relief Organization (HERO), una fundación que ayudó a fundar después de que su propio hijo Billy murió a causa de una sobredosis de heroína en 2009. Comenzó a contar la historia de Billy a los estudiantes, y Dyer comenzó a contar la historia de Billy también.

Kim White estima que habrán hablado con unos 2,000 estudiantes de octavo grado al final de este año escolar.

“Si podemos ir y hablar incluso a dos personas, a cualquiera que al acordarse diga: ‘¿Recuerdan que los padres vinieron y nos dijeron que habían perdido a sus hijos y nos contaron cómo eran y cómo es vivir sin ellos?’ ” dijo Kim White. “Ese es nuestro objetivo. Queremos que tengan un futuro. No queremos que sus familias sufran como nosotros”.

Alex comenzó a tomar opioides en la universidad, dijo su madre.

Después de la secundaria, asistió a la Universidad de Iowa, donde compartió habitación con Meyers. Fueron expulsados de los dormitorios de primer año por fumar marihuana y se mudaron fuera del campus. Luego ese mismo año, Alex fue arrestado por poseer alcohol siendo menor de edad. Decidió trasladarse a Illinois State University.

“Fue algo de tres años”, dijo Meyers. “Pasó de ‘Al está conmigo, estamos de fiesta, somos jóvenes... pero todo está bien’, a ‘Al está tomando pastillas. ¿Has visto a Al? Al está muy flaco”.

Alex se quebró la mano en la universidad, dijo su madre. Puede que fue cuando comenzó a tomar pastillas para el dolor.

Se graduó de la Illinois State University en mayo de 2012 y se mudó de regreso a casa. Encontró trabajo. Sus padres pensaron que su comportamiento era extraño: estaba de mal humor y se enojaba rápidamente, le estaba poniendo millas inexplicables al auto. Un amigo de Kelly lo llamó y le dijo que escuchó que Alex estaba tomando pastillas.

En julio, sus padres encontraron una sustancia blanca y polvorienta y un popote en su escritorio después de que se fue a trabajar un día.

Probaron varios centros de rehabilitación, pero ninguno les pareció.

En aquel momento, dijo Kim White, la mayoría de los centros de rehabilitación que encontraron no ofrecían Suboxone, metadona o naltrexona, medicamentos que alivian los síntomas de abstinencia durante la desintoxicación y ayudan a los pacientes a mantener la abstinencia de los opioides.

“Tu cerebro cambia”, dijo Kim White. “Las drogas reconectan tu cerebro y necesitas algo que te ayude a bajar de ellas. Al estaba en un punto en el que ni siquiera podía ayudarse a sí mismo”.

Se salió de todos los lugares donde lo registraron.

“Probamos un lugar en Arizona”, dijo Kim White. “Probamos un lugar en California porque estaba a 30 millas de la ciudad más cercana, y dijeron que nadie se saldría. Él se salió.”Eventualmente, intentamos un lugar en Florida, y este fue nuestro razonamiento”, dijo ella con los ojos llenos de lágrimas. “Si lo enviamos a Florida y él se va, estará bien porque allí hace calor”.

‘Ese es nuestro objetivo. Queremos que tengan un futuro. No queremos que sus familias sufran como nosotros’, dijeron los padres.
(Zbigniew Bzdak / Chicago Tribune)

Los opioides reducen la intensidad del dolor al trabajar en el sistema nervioso o en receptores cerebrales específicos. También pueden causar somnolencia, euforia, confusión y otros síntomas.

Es común que las personas que consumen sustancias hagan un mal uso de los opiáceos prescritos legalmente (oxicodona, hidrocodona) o cambiar a la heroína porque es más accesible y más barata.

Debido a que la heroína a menudo se mezcla con otros productos químicos y drogas en el mercado negro, las personas que la usan tienen un mayor riesgo de sobredosis, en comparación con otros opioides, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos.

Kim White quiere que los estudiantes escuchen todo eso. Ella quiere que la muerte de Alex les ayude a entender todo eso.

“No estoy avergonzada de mi hijo”, dijo. “Los cerebros de los jóvenes se están formando y no se desarrollan completamente hasta que cumplan 25 años. La parte del cerebro que controla los impulsos y comprende las consecuencias es la última parte que se desarrolla. No estoy dando excusas, pero una mala decisión no debería llevar a esto”.

“Tuve que ver a mi hijo ser puesto en una bolsa para cadáveres”, dijo Kim White a un grupo de estudiantes de octavo grado reunidos en la Escuela Intermedia Hickory Creek a fines de noviembre. “Eso me persigue. No queremos que ninguna de sus familias pase por eso”.

“Les digo a los maestros, ‘Ustedes podrán tener sus mentes, yo quiero sus corazones”, dijo Roberts después.

Él se para frente a los niños como un policía retirado, un hombre de la ley y el orden. Pero sobre todo como un padre quebrantado.

“Necesito ayuda”, le dijo a los adolescentes ahí reunidos. “No estamos ganando la guerra contra las drogas. Estoy aquí para decirles que estamos perdiendo la guerra contra las drogas. Necesito un ejército. Los necesito”.

Les ruega que no empiecen. Que no experimenten.

“Esto podría pasarte a ti”, dijo. “En esta comunidad. Les pasó a esos dos niños, Billy y Alex. Le pasó a mi Billy. Podría pasarle a cualquiera. Se deslizó en mi casa y me robó a mi hijo, y no importa nuestra lucha, fue demasiado tarde.”

Kim White espera que los estudiantes hablen con sus padres sobre su presentación. Espera que cada conversación, en el salón de clases, y en la casa, evite el estigma que se aferra injustamente a la muerte de su hijo, a cualquier muerte por sobredosis de drogas.

Hablarlo mantiene vivas las historias de sus hijos. Hablarlo puede mantener vivos a los hijos de otras personas.

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