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Reportaje Especial: Las huellas de la violencia doméstica en los hijos, las víctimas invisibles

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Galilea Landeros recuerda que cuando tenía 9 años las cosas empezaron a ir mal en su hogar.

Galilea, ahora de 16 años, dice que aún sigue vivo el recuerdo de las peleas entre su madre y su padrastro; el llanto constante de sus hermanos y la promesa de siempre de su padrastro de que las cosas iban a cambiar, “que íbamos a ser una familia, que iba a respetar a mi mamá”.

Pero eso no ocurrió. “Me dolía ver sufrir y llorar todas las noches a mi mamá. Me sentía inútil al no saber cómo ayudarla”, lamentó Galilea.

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La joven, alumna de segundo año en la secundaria Golden College Prep, contó que durante su infancia no tuvo ni sintió apoyo para enfrentar la violencia doméstica.

“Mi mamá tuvo la oportunidad de recurrir a programas de ayuda, pero a mi no me preguntaban cómo me sentía”, relató Galilea, quien en varias ocasiones tuvo que contener el llanto para poder seguir hablando.

Sobre las víctimas que no se animan a buscar ayuda o a denunciar a su abusador, Galilea reconoce que es difícil hacerlo porque “se necesita mucho valor”, sobre todo cuando hay hijos de por medio y el temor a que pierdan la figura paterna o materna, y también el hecho de la dependencia económica.

“Es algo que debes asumir y enfrentar en ese momento porque debes pensar en los niños y su futuro”, consideró Galilea, quien agregó que, como víctima, “ni siquiera piensas en ti misma, porque si tanto te quieres y si tanto quieres a tus hijos, lo harías por ellos. Harías lo que fuera para que tus hijos estén bien”.

El testimonio de Galilea tuvo lugar en su domicilio del barrio de Austin, al noroeste de Chicago, un mes después de que Luz Díaz, su madre, lograra comprar su primera casa y pasó de víctima de violencia doméstica a propietaria de su hogar, donde vive con sus cuatro hijos.

Entre nervios y sollozos, Díaz recuerda que luego de seis años con su pareja y padre de sus tres hijos menores, las cosas empezaron a marchar mal.

“Sufrí violencia doméstica en 2008. Llegó el momento en que la situación se volvió insostenible porque el maltrato verbal y emocional era demasiado y los niños empezaron a ver eso”, recordó Díaz. Fue cuando se se separaron, pero las cosas no mejoraron.

Díaz recordó que su ex pareja la empezó a agredir psicológica y verbalmente “a tal grado que vivía

un infierno y no sabía cómo erradicar el problema”.

La madre dijo que sus hijos, en ese entonces tenían 2, 3, 4 y 9 años, y asistían a un programa de cuidado infantil en Casa Central. “De un momento a otro las cosas empezaron a cambiar. Los niños tenían problemas de actitud, conducta y comportamiento”.

Díaz recordó que los maestros y personal de esa agencia se acercaron a ella porque notaron que algo andaba mal.

“La maestra habló conmigo y me hizo ver que en ocasiones uno sufre de violencia doméstica y no lo entendemos porque al hablar del tema uno siempre piensa que es algo físico”.

“Sin embargo, muchas veces el abuso es verbal, emocional y económico. Me hablaba, pero yo me rehusaba a hablar del tema porque tenía miedo, pensaba que si hacía algo la situación con mi esposo iba a empeorar”, dijo Díaz, para quien no contar en ese entonces con un estatus migratorio legal significaba “una gran desventaja” porque “lo usaba en mi contra”.

Díaz dijo que su hija mayor y la de 10 años sufrieron particularmente por todo el proceso.

En el caso de la mayor, Díaz indicó que “fue tanto el estrés y el cambio que a ella le dio una parálisis. Se le fue la cara de lado cuando ella tenía 9 años. El doctor dijo que era por el estrés que estábamos pasando. Gracias a Dios que pude llevarla al doctor pronto y pudo recuperar el movimiento de su cara”, dijo.

Díaz indicó que en el caso de su otra hija, ésta sufrió un retroceso.

“La niña de 10 años tiene problemas emocionales, acude a clases especiales. Era una niña normal, pero a los 2 años empezó a cambiar mucho en el jardín de niños”.

“El personal me dijo que la niña tenía problemas porque no se podía concentrar, porque no podía seguir instrucciones; y la niña retrocedió, ella había dejado el pañal al año y tres semanas y comenzó a usarlo de nuevo. La niña no hablaba”, explicó Díaz, quien indicó que empezó a llevar a su hija con especialistas.

“Empezamos a llevarlos a terapia, pero de los cuatro fue a la que más le afectó”, dijo Díaz, quien agregó aunque no hay un diagnóstico definitivo, los terapeutas sospechan que el retroceso se debió a la separación tras los episodios de violencia doméstica que sus hijos vivieron.

Las víctimas invisibles

Y es que por lo general, cuando se habla de violencia doméstica, el enfoque de la ayuda es para la víctimas directas, y no para las víctimas colaterales, que en la mayoría de los casos son los hijos, según afirman expertos.

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cada año a nivel mundial unos 275 millones de niños son expuestos a la violencia en el hogar.

Sin embargo, Childhood Domestic Violence Association (CDV), una organización sin fines de lucro, calcula en casi 1,000 millones el número de niños afectados por la violencia doméstica con secuelas de por vida, según expertos.

Mary France Bazán, terapeuta infantil para ‘Mujeres Latinas en Acción’ (MLA) en Chicago, dijo que en ocasiones se nos olvida que aunque los niños no son víctimas directas, “sienten la violencia y sufren los trastornos con la víctima directa de la violencia doméstica”.

Las señales de la violencia pueden ser físicas, como golpes, quemaduras y arañazos; o cambios en el comportamiento, el apetito o el sueño, les cuesta trabajo dormir y tienen pesadillas”.

“En algunos casos vemos que los niños retroceden en su comportamiento, empiezan a chuparse el dedo o a mojar la cama”, describió Bazán, quien trabaja con niños de manera individual, en grupos o a nivel familiar.

Estela Melgoza, directora del programa de Violencia Doméstica de MLA, agregó que los niños, al ser expuestos a la violencia doméstica, “sufren en aspectos de su desarrollo, en su vida social y a nivel psicológico”.

Considera además que el impacto depende en la edad de los niños, “pero lo que sabemos es que si los menores son expuestos a la violencia dentro del hogar, la probabilidad de copiar ese patrón (de violencia doméstica) aumenta” exponencialmente.

“Si los niños ven al papá golpear o abusar a la mamá, se duplican las probabilidades de que el niño haga eso mismo en una relación íntima con alguien. Por otro lado, las niñas, si ven que su mamá sufre violencia doméstica, es muy probable que ellas se queden en una relación abusiva”, consideró Melgoza.

José Luis Ávila, director clínico de la organización ‘La Familia Unida’ en Chicago, indicó que los efectos de la violencia doméstica se prolongan por el resto de la vida del individuo si no recibe ayuda.

“La violencia doméstica es la causa número uno de los problemas mentales desde los niños hasta los ancianos”, dijo Ávila.

Ávila, quien ofrece terapia en sus instalaciones en Chicago, dijo que entre los casos que ha tratado tuvo a una mujer de 66 años, quien dijo que se sentía triste todo el tiempo.

“Hicimos un retroceso en su vida y contó que cuando tenía 7 años vio cómo su padre golpeó a su madre. Ella defendió a su mamá y, aunque el papá no le pegó, ya nunca le volvió a hablar”, indicó Ávila, quien dijo que ahí inició el problema para su paciente.

Ávila indicó que en otros casos, un niño se la pasaba soñando despierto en la escuela y durante la terapia descubrió que el menor sólo pensaba en lo que pasaba en su casa.

En otro caso, Ávila comentó que durante una discusión el papá sacó un cuchillo y amenazó a la madre y en ese momento entró la niña. La niña después no dormía porque tenía miedo de que algo pasará mientras descansaba.

En un caso más, una niña de 13 años dijo que el peor día de su vida fue cuando vio a su padre golpear a su madre, y que el mejor día de su vida fue cuando ya no tuvo que ver a su progenitor.

De hecho, la organización CDV indicó que uno de cada siete adultos creció en un hogar con violencia doméstica, y este mal tiene consecuencias fatídicas para muchos adultos que fueron expuestos a la violencia doméstica cuando niños.

Según esa organización, esos adultos son seis veces más propensos al suicidio, 50 veces más propensos al consumo de drogas y alcohol, y 74 veces más propensos a cometer crímenes violentos, además de que se pierde su potencial de por vida.

Sin embargo, Melgoza indicó que es posible que los niños puedan llevar una vida normal.

“Mucho tiene que ver con la intervención si se identifica a tiempo que el niño atraviesa por esos problemas debido a la violencia doméstica y se le busca ayuda a ese niño. (Existe) la probabilidad de romper ese patrón y brindarle apoyo al niño, así como otras alternativas para que el niño tenga un mejor desarrollo y aprenda habilidades más apropiadas para no recurrir la violencia”, explicó la experta.

Bazán indicó que el 50 por ciento de los casos que Mujeres Latinas en Acción recibe vienen de la escuela.

“Los maestros se dan cuenta que los niños tienen heridas o cambios en su comportamiento. Ellos llaman al Departamento de Servicios a Niños y Familias (DCFS) y el trabajador social llega a la escuela o la casa de los niños y ellos los recomiendan a Mujeres Latinas en Acción para que los niños reciban algún tipo de servicio”, según Bazán.

Según el manual de las Escuelas Públicas de Chicago (CPS), si un padre, tutor o un estudiante reportan un caso de violencia doméstica a un empleado de la escuela, ese empleado debe notificar al director y seguir los pasos del manual para proteger al estudiante.

Por otro lado, la organización ‘Ayuda Legal Illinois’ recomienda que la víctima de la violencia enseñe a los hijos a utilizar el teléfono o la radio para llamar a la Policía en caso de emergencia; y que usen una contraseña o palabra clave con sus hijos o amistades cuando la víctima esté en peligro para que ellos pidan ayuda.

La Policía de Chicago también tiene un procedimiento y ofrece recomendaciones sobre cómo una víctima de violencia doméstica debe actuar antes, durante y después de un ataque.

¿Qué hacer?

De regreso en la casa de Díaz, ella comentó que lo pensó mucho antes de decidirse a dejar la relación.

Díaz recuerda que su ex pareja y la compañera de éste la amenazaban con quitarle a sus hijos porque no trabajaba y no tenía documentos.

Díaz tampoco quería que sus hijos sufrieran económicamente o que les faltara la figura paterna.

“Yo dependía completamente de él. En los seis años que estuvimos juntos no trabajé porque tenía a los niños muy pequeños y él era quien cubría las necesidades de la casa. Eso era un mayor control sobre mi persona”, recordó Díaz.

“Sin embargo, una maestra de ‘Casa Central’ me dijo que tenía que hablar, que no estaba sola y me refirió a un programa donde me dieron información contra la violencia doméstica. Mientras hacía esos tramites, él intentó quitarme a mis hijos. Él se los llevaba y no me los quería dar, y fue cuando intervino la Policía”, comentó Díaz.

“Cuando llegó ese momento, me aterré y tuve que recurrir a una orden de protección. Él ya no era fiable para dejarle a los niños, y empezó un proceso por la custodia de los niños. Fue un proceso muy largo; fue ir cada tres semanas a la corte durante un año”, contó la madre, quien agregó que la corte los mandó a asistir a seis meses en conciliación y llevar a los niños durante el mismo tiempo con los psicólogos de la corte.

“A él le dieron visitas supervisadas con ‘Mujeres Latinas en Acción’, (pero) de 10 visitas, sólo fue a tres. A siete no fue porque dijo que no podía por su trabajo. Siempre buscaba justificaciones (para no ir), pero no dejaba de atacarme y argumentó que estaba enferma, que yo sufría de problemas mentales y psicológicos, y por lo tanto quería la custodia de los niños. Al final, él terminó por renunciar a la custodia de los niños voluntariamente”, dijo Díaz.

Por otro lado, al hablar sobre los abusadores, Ávila, quien trabaja con personas que han sido obligados por las cortes a recibir terapia, indicó que la mayoría de las veces estos no reconocen que cometen un error y tienden a culpar a la víctima.

Ávila indicó que en el 50 por ciento de los casos, los abusadores se separan de la familia. “Lo común entre los varones es que prefieren iniciar una nueva relación”, indicó.

Por otro lado, Díaz recordó que tras la separación, perdieron la casa, “me quedé prácticamente en la calle. Vendí todos mis muebles, pero pude sobresalir sólo tres meses (con lo vendido). Al no poder salir adelante, me echaron del departamento donde estaba y tuve que recurrir a un refugio con mis hijos”.

Tras cuatro meses en el refugio, llegó a Latin United Community Housing Association (LUCHA). “En ese momento ellos tenían un programa para ayudar a personas de bajos recursos y me mantuve ahí por cinco años, pude establecerme y darle estabilidad a los niños”, compartió Díaz, al indicar que gracias a la terapia y apoyo empezó a recuperar “la confianza en mí misma”.

Al hablar el caso de Díaz y sus hijos, María Campos, especialista de primeros compradores de casa en LUCHA, indicó que mejorar el crédito de la mujer le tomó año y medio.

Díaz trabajaba, “pero ganaba poco y su situación no era lo más favorable para ella y sus hijos. Bajo el programa Madres Unidas, en el cual estuvo por cinco años, Díaz recibió asistencia para la renta”.

“Al ser nuestra inquilina, le ofrecemos servicios para mejorar su crédito, sus finanzas y trabajar en planes de ahorro. Si quieren ser dueños de casa, también los inscribimos en programas de crédito”, explicó Campos.

Cuando estuvo lista “hicimos el financiamiento y la guiamos durante todo el proceso de compra de su casa”, el cual se concretó en septiembre, indicó la especialista de vivienda pública.

Campos agregó que para recibir los servicios de LUCHA, “no importa el estatus migratorio. Nosotros no discriminamos y la gente no debe tener miedo de pedir nuestra asistencia”, comentó Campos.

Díaz indicó que si en ese entonces hubiera tenido la información o hubiera sabido lo que ahora sabe, habría luchado antes por ella y sus hijos, pero recordó que en esos días había menos información, y estaba completamente manipulada y controlada.

La mujer indicó que el abuso viene de familia, “porque lo venimos arrastrando desde niños, desde la familia, entonces nos convertimos en tiro al blanco para que otra persona nos trate igual, porque desafortunadamente es lo que vivimos. Y creemos que eso normal porque así trataron a mamá, así trataron a mis hermanas y a mis tías”, dijo Díaz al comentar sobre cómo las víctimas de violencia doméstica justifican el trato contra ellas.

Hablan los expertos

Estela Melgoza, de MLA, recordó que en una relación de violencia doméstica el poder y el control son clave porque “la pareja no te deja tomar tus propias decisiones y controla cada aspecto de tu vida. El abusador te aísla y busca mantener el control a través del abuso emocional, físico y amenazas”.

Melgoza agregó que las víctimas de abuso pueden solicitar la Visa U bajo la ley de Violencia Contra las Mujeres (VAWA), reautorizada en 2013, lo que les permitiría regularizar su estatus legal.

Los expertos indicaron que si bien los niños pueden iniciar un reporte de violencia doméstica en casa, reiteraron que son las propias víctimas quienes deben hacer el reporte.

“Desde el primer momento que son maltratadas o insultadas, que busquen ayuda”, dijo Ávila, La Familia Unida en Chicago, quien agregó que “como comunidad todos debemos involucrarnos contra la violencia doméstica. Debemos educarnos sobre este problema”.

El experto recomienda llamar a la Policía si se es testigo de alguna escena de violencia doméstica, y si es familiar del abusador, intentar hacerle ver que lo que hace está mal.

Según Ávila, es más fácil hacer un reporte con la Policía si hay evidencia física. Pero “cuando la violencia es verbal, hay insultos, amenazas o aislamiento, se puede hacer un reporte por las amenazas, y si luego existe violencia física contra la víctima, entonces arrestan al agresor”, explicó.

Ávila indicó que los teléfonos inteligentes permiten a la víctima usar los textos que el abusador le envía para protegerse, “con cinco textos (recibidos) la víctima puede hacer un reporte de acoso y él (el abusador) puede ser arrestado”.

Al hablar del futuro de su familia, Díaz dijo que está orgullosa de sus hijos “porque han enfrentado esto con valentía”.

“Los niños tienen mayor estabilidad. Mejoraron mucho en la escuela. Todos tienen buenas calificaciones. Cuando se requiere llevarlos a una plática o una terapia, yo los llevo, a veces me ha tocado perder el empleo por acudir a la cita. Pero para mi eso es una prioridad”, contó Díaz.

Aunque expertos y estudios indican que la violencia doméstica afecta de manera profunda a los niños y en su desarrollo, Galilea parecer ser la excepción a la regla.

Galilea juega rugby y baloncesto en la escuela, es buena en las matemáticas y ciencias, y dice que su meta es seguir una carrera en las fuerzas del orden o el FBI.

“Ahora, a mis 16 años, me siento muy madura en comparación con mis amigos. Hacen cosas que yo sé que no están bien”, dijo esta joven estudiante, quien aprovechó para enviar un mensaje a niños que atraviesan situaciones similares a las ella pasó.

“Es importante que sepan que, tarde o temprano, las cosas se van a arreglar. Son ustedes (los niños) quienes van a madurar y a quienes la gente va a reconocer por querer hacer algo con su vida”, concluyó.

Para leer más de nuestra cobertura sobre la violencia doméstica, visite este enlace.

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