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El humilde profesor mexicano que inició el declive del todopoderoso Arpaio

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El humilde profesor mexicano Manuel de Jesús Ortega Melendres fue el primer hombre en desafiar a Joe Arpaio, al interponer hace ya casi 10 años la primera demanda por perfil racial en contra el alguacil del condado de Maricopa (Arizona). Ganó y el declive del “sheriff” fue ya imparable.

“En realidad, desde el fondo del corazón, no puse esta demanda por dinero, pues nunca recibí nada, soy pobre, maestro jubilado, tengo mi pensión, trabajé 30 años para el gobierno. Lo hice por dignidad”, asegura Melendres en entrevista telefónica con Efe desde Ciudad Obregón, en el estado mexicano de Sonora.

Este mexicano, cuya demanda supuso la primera de una serie de derrotas que llevó a Arpaio a perder su reelección en noviembre pasado, no duda en responder que no se alegra de los recientes sinsabores del que presumía ser el alguacil “más duro del oeste”.

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“Yo no sé odiar a nadie, en términos generales pienso que el que obra bien acaba bien y el que obra mal, mal acaba. Yo no siento nada en contra ese señor, si tomó malas decisiones él está pagando por ello, ojalá que rectifique su vida y sea un hombre de bien”, dice hoy tras un largo periodo en el que no quiso hablar de lo sucedido en 2007.

Fue en ese año cuando fue detenido en Cave Creek (Arizona) por agentes de Arpaio, a pesar de tener permiso de estancia en Estados Unidos.

“Cuando nos detuvieron les expliqué, con mi inglés, que contaba con visa, pero no les importó, me quitaron los papeles, me dijeron ‘Fuck beaner (jodido mexicano), ladrón’, una cantidad de insultos. En los ojos de los agentes anglosajones se les notaba un odio inyectado porque somos morenitos”, recordó.

Recuerda con trauma lo que vivió entonces y la forma en que sus derechos fueron vulnerados.

“Cuando nos pararon me quitaron la visa, no me respetaron mi estadía legal, me dijeron cosas horribles. Recuerdo que traía una crema para las manos, y riéndose me comentaron si la usaba para masturbarme”, detalla.

Luego fue esposado, a pesar de tener una lesión en la muñeca,y durante cuatro horas fue trasladado como reo junto a otras tres personas en la parte trasera de un auto oficial.

“De ahí nos llevaron a las oficinas del ‘sheriff’, nos encerraron tres horas, sin agua, sin servicios, sin comida, como si fuéramos animales. Luego, nos trasladaron a Inmigración en Phoenix, llegamos de nuevo esposados, nos bajaron como viles criminales, nos metieron a una celda herméticamente cerrada, fría, con aspecto deprimente, por cuatro horas nos tuvieron ahí, sin comida, sin agua”, recuerda.

Uno a uno los fueron llamando para entrevistarse con el personal de Inmigración. Cuando le tocó el turno, le preguntaron cómo cruzó la frontera y cuando respondió que lo hizo de manera legal por la garita de Nogales le pidieron sus documentos.

“Fue cuando les dije que los agentes me los quitaron, cuando el oficial de Inmigración se los pidió tardaron en encontrarlos y los reprendió diciéndoles que yo no tenía por qué estar detenido”, dice Melendres.

Comenta quee el oficial de Inmigración les dijo a los agentes que lo detuvieron que, debido a sus acciones, podían tener problemas legales y fue entonces cuando se sintieron incómodos por la reprendida.

“Me soltaron, me pidió una disculpa, me preguntó en qué podían ayudarme, y hasta me ofrecieron dinero, pero lo que quería era irme de ahí, estaba todo traumado”, explica.

Una vez afuera, el reverendo Glen Jenks, quien preside la iglesia en Cave Creek, le aconsejó que interpusiera una demanda, la que fue apoyada por activistas como Salvador Reza.

Su victoria en la demanda por perfil racial supuso el principio del declive de Arpaio, aunque, apunta, más por los errores del oficial.

“Lo que ganamos es que los agentes no podrían parar a nadie por perfil racial, pero Arpaio siguió con las redadas, por eso crecieron los problemas para el ‘sheriff’, porque no respetó el fallo del juez”, comenta.

Melendres, con estudios en psicóloga, filosofía y pedagogía, lo tiene claro: “Antes de ser indocumentados, de ser latinos, turistas, somos seres humanos que merecemos respeto, ojalá que Arpaio tenga esa capacidad de analizar esa concepción, pero en ocasiones la soberbia nos mata la capacidad de amar a las personas”.

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