Anuncio

La Generación del Milenio abandona los gimnasios tradicionales y gasta más para entrenarse en sitios de moda

Nichelle Hines anima a sus alumnos a pedalear con más fuerza durante una sesión en Cycle House, en Wes Hollywood, en 2015.

Nichelle Hines anima a sus alumnos a pedalear con más fuerza durante una sesión en Cycle House, en Wes Hollywood, en 2015.

((Glenn Koenig/Los Angeles Times).)
Share

Carla Zuniga golpea un saco pesado como si se estuviera preparando para una pelea por el título, aunque en realidad se trata de una estilista de 35 años de edad, que sigue un entrenamiento regular.

Zuniga no suda habitualmente en cualquier gran cadena deportiva con tarifas bajas. Prevail Boxing, a donde acude, es un estudio de 1,500 pies cuadrados en Los Ángeles, que le cobra $250 por 10 clases. “Creo que la gente de mi generación está más dispuesta a invertir en lo que la desafía y la hace feliz”, afirmó. Cansada de los gimnasios más económicos y tradicionales, aseguró: “Es caro estar sano, pero aún más caro es enfermarse”.

Algunos culpan al costoso café y las tostadas artesanales de aguacate por la incapacidad de los milenios para pagar por una casa. Pero esos gastos palidecen comparados con lo que este creciente segmento está dispuesto a pagar por su ejercicio físico, dejando de lado los gimnasios de $30 dólares al mes por estudios de moda, donde las clases de bicicleta, entrenamiento o yoga pueden ascender a $30 por sesión.

Anuncio

Los estudios boutique se han convertido en el único segmento creciente de la estancada industria de los gimnasios, según diversos reportes de la Asociación de Estudios de Fitness, la firma de tecnología de ejercicio físico Netpulse y la compañía de servicios financieros Stephens.

“Cuando se trata de la generación más joven, la compra de artículos de consumo como los automóviles y las casas se ubican en un mínimo histórico”, afirmó Greg Skloot, vicepresidente de crecimiento de Netpulse, una empresa de San Francisco que crea aplicaciones móviles para clubes de salud. “Ellos no quieren el compromiso anual de una membresía y un contrato”, explicó el ejecutivo, quien es coautor de un reciente informe acerca de los cambios de la industria del entrenamiento, llamado “The Club of 2020” (El club de 2020). “Ellos desean elegir opciones de ejercicio físico a demanda, y están dispuestos a pagar por ello”.

Estimulados por la popular startup ClassPass y otros intermediarios en línea, los adictos jóvenes al ejercicio físico sostienen que sus días de entrenamiento rutinario atados a un único gimnasio han llegado a su fin. Con un número limitado de vacantes por clase y el requerimiento de reservar clases por adelantado, la carrera por entrar a las sesiones más de moda es alocada.

Las reglas pueden ser muy estrictas cuando los estudios tienen listas de espera de una docena o más personas que aguardan que alguien no se presente a una clase, para poder entrar en su lugar. En Prevail Boxing, por ejemplo, las cancelaciones con menos de ocho horas de antelación cuestan $10 además del precio de la clase. No presentarse tiene un costo de $20; llegar con menos de cinco minutos de anticipación implica la posibilidad de perder la clase en favor de otro alumno.

La gente se inscribe hasta con dos semanas de antelación para conseguir un sitio con un entrenador codiciado como Nichelle Hines, de Cycle House, cuyo cargo es jefa oficial de ciclismo. Algunos instructores y propietarios se han convertido en celebridades; participan en reality shows y tienen cientos de miles de seguidores en Instagram.

Bart Kwan, de 33 años, posee 472,000 seguidores en esa red social y 674,000 suscriptores en su canal de YouTube. El hombre publica regularmente videos de humor y de levantamiento de pesas que cosechan más de un millón de visitas cada uno. Su canal en YouTube, llamado “Justkiddingnews”, cuenta con casi 1.7 millones de suscriptores.

Kwan es un exatleta, quien también practicó artes marciales mixtas y no era feliz en los gimnasios tradicionales. Por ello, junto con Geo, su esposa, abrieron Barbell Brigade, cerca del centro de Los Ángeles, en 2013. Aunque no es tan costoso como los estudios boutique, el pase por el día cuesta $20 y la tarifa mensual para los clientes regulares llega a $100. Kwan quería recrear la atmósfera que alguna vez halló en un centro de entrenamiento de artes marciales mixtas. “Pagábamos mucho por asistir allí”, afirmó, “pero considerábamos ese lugar como un templo”.

Grid Vongpiansuksa probó Barbell Brigade en 2014 y volvió por más. “Sí, es caro”, afirmó el joven, de 22 años de edad, “pero en un entorno como éste la gente te anima, por lo tanto uno invierte en su mejor versión”.

Los estudios de entrenamiento boutique combinan la camaradería en grupos reducidos con el compromiso con el agua de coco y las propias marcas de mercancías, tales como la línea de productos y prendas Dominate Humbly, de Barbell Brigade. En lugar de las fotos de atletas profesionales y físicoculturistas que pueblan las paredes de algunos gimnasios tradicionales, en ellos hay muros aptos para autofotos, perfectos para los fanáticos de Instagram.

Skloot y otros expertos aseguran que el aspecto social explica en parte la disposición a pagar tanto más que en un gimnasio tradicional. Los milenios parecen estar listos para renunciar a ciertas actividades sociales -como ir a cenar, beber y bailar, por ejemplo- que tengan costos fácilmente superiores a los $100 dólares. “Hay amigos que se encuentran en el gimnasio”, aclaró Zuniga. “Y a la mañana siguiente no te despiertas sintiéndote horrible. Al contrario, te sientes genial”.

En Cycle House, que se especializa en clases exigentes de ciclismo, no es raro ver a los alumnos reunidos afuera, en el patio, y en la cafetería adyacente. Pero la dificultad de las clases es el verdadero atractivo, señaló Peter Marcos, un cliente a quien le gustó tanto este estudio que renunció a su empleo en tecnología para trabajar en él.

Los usuarios no buscan entrenamientos comunes, de mantenimiento, para mantenerse en buena forma. Lo que desean es una prueba, algo que los consuma. “Estaba totalmente agotado antes de mi primera sesión aquí”, afirmó Marcos. “Pero salí totalmente renovado y fortalecido”.

Ese tipo de desafío también atrae a la actriz de L.A. Aisha Kabia, quien aseguró que sólo pudo comprar una clase en Cycle House mediante ClassPass, un servicio de membresía que ofrece descuentos en varios estudios. “Me ha expuesto a clases que probablemente no hubiera podido tomar por motivos económicos; un estudio de meditación, otro de yoga caliente”, manifestó Kabia, quien recientemente interpretó a una abogada en el film de 2017 “Transformers: The Last Knight”.

Payal Kadakia, graduada de MIT y veterana bailarina, creó ClassPass para inspirar a los usuarios a que se ejerciten mediante opciones para diferentes experiencias atléticas.

Su primer intento en la industria fue Classtivity, un modelo de pago por clase que no prosperó. Entonces cambió la marca, puso más dinero en el emprendimiento y lo modificó a una membresía mensual llamada ClassPass, que se ha convertido en una empresa de $470 millones de dólares.

ClassPass comenzó en Nueva York hace cuatro años, con clases ilimitadas por $99 al mes. Poco después incrementó los precios y abandonó el modelo ilimitado, lo cual generó una reacción negativa en algunos clientes. “La empresa atravesó transiciones, como cualquier compañía, en términos de determinar su nicho de mercado”, aseguró Kadakia, de 34 años de edad. “Tenemos 8,000 socios a nivel mundial en este momento, y se puede utilizar sus clases en cualquier lugar. Muchos de estos propietarios de estudios están buscando clientes nuevos, y por ello realmente funciona”, aseveró.

Cycle House recibió una inmediata infusión de clientes de ClassPass, afirmó Bert Culha, propietario del club junto con los esposos Adam y Lara Gillman. “Comprendemos que cuesta mucho dinero a la gente, pero este sitio se ha vuelto una parte de su actividad social porque muchos de nuestros miembros pasaron de salir de fiesta a cuidar sus cuerpos”, explicó.

Prevail Boxing tomó un camino diferente, afirmó su fundador, Milan Costich. Aferrándose a la creciente popularidad de Instagram, se acercó a una modelo llamada Kyra Santoro, quien entonces tenía 200,000 seguidores en la red social. Costich le propuso que probara su entrenamiento y, si le agradaba, que lo publicase en Instagram. Ella aceptó. “El circuito acelerado mantiene tu ritmo cardíaco alto”, afirmó Santoro, de 24 años, quien ha sido modelo para Maxim y Sports Illustrated y ahora tiene casi un millón de seguidores.

Poco después de su publicación sobre Prevail, recordó Costich, una gran cantidad de mujeres de la Generación del Milenio comenzaron a llegar al salón. Desde entonces, su personal aumentó de dos personas a casi 20 empleados, y Prevail cuenta con 350 miembros habituales y 1,000 visitas únicas por mes. “A los clientes no les importa pagar más por una experiencia más rica”, aseguró.

Los gimnasios de la vieja escuela, en tanto, están tomando prestadas algunas estrategias de los centros boutique. La cadena Gold’s Gym, por ejemplo, debutó recientemente con lo que llamó Gold’s Studio en 40 de sus casi 740 sucursales, y planea invertir fuertemente en la difusión del concepto, que “permite a los miembros experimentar clases personalizadas, lideradas por un entrenador y apoyadas en la comunidad”.

La Asociación de Estudios de Fitness notó tales cambios en un estudio reciente. “Algunos de los grandes competidores han creado entornos más pequeños, mientras que otros deciden abrir sus propios estudios, ya sea como extensiones de su marca o como modelos de negocio totalmente nuevos”, concluyó la agrupación en su informe. “No tiene sentido dejar que esos rentables dólares a cambio del entrenamiento se fuguen para siempre”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

Anuncio