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Más de un millón de mexicanos dejan EE.UU. y regresan a su país ante riesgos en frontera

Feliciano Bermejo, de 49 años, habla en entrevista el miércoles 18 de noviembre de 2015, en Tijuana, México. Bermejo pasó 21 años en Estados Unidos antes de trasladarse voluntariamente a México.(Foto AP/Gregory Bull)
(Gregory Bull / AP)
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Hay muchas razones para el histórico giro en las tendencias migratorias entre Estados Unidos y México, de acuerdo con el Pew Research Center, un centro de investigación con sede en Washington, que el jueves anunció que más de un millón de mexicanos han regresado a vivir a su país en los últimos cinco años, mientras que apenas 870.000 han migrado a territorio estadounidenses.

Algunos de ellos se cansaron de vivir al margen de la ley y señalaron que el cruzar la frontera sin permiso se ha tornado demasiado peligroso. Ahora ya es más fácil conseguir empleo en México, y los lazos familiares son poderosos. He aquí algunas de sus historias:

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Feliciano Bermejo pasó 21 años al norte de la frontera, criando tres hijos que son ciudadanos estadounidenses antes de ser detenido en Atlanta por conducir un vehículo con una licencia suspendida. Fue reportado a las autoridades de inmigración y accedió a volver a México voluntariamente, dejando atrás a su familia, a fin de que su registro no quedara manchado con una deportación.

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Bermejo, de 49 años, mantiene sus dedos cruzados de que, una vez que su hijo mayor cumpla 21 años el año próximo, el joven pueda solicitar la residencia legal de su padre y reúna a la familia.

Pero no confía en que se le permita volver legalmente, y dijo que no tratará de infiltrarse a Estados Unidos. La frontera se ha vuelto demasiado peligrosa desde que cruzó por última vez en 1994, por lo que está construyendo una vida en México.

Gracias a su experiencia laboral en Atlanta, donde ascendió hasta convertirse en supervisor en una compañía que instala alarmas contra incendios y sistemas de rociadores, obtuvo un empleo en la construcción de plataformas petroleras para Pemex. Ahora envía a su familia 200 dólares a la semana del sueldo que recibe por su trabajo en Tampico para su manutención en Estados Unidos.

“Es extraño, ¿verdad?”, dijo. “La gente me pregunta a veces por qué en vez de que te envíen dinero tú les envías dinero a ellos para allá. Pero bueno, ellos lo necesitan más que yo. Yo acá vivo solo”.

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Cuando Rodrigo Quiroz se enteró que su madre de 79 años estaba muriendo, tomó un autobús en Phoenix y se dirigió a México. Habló con ella por teléfono en el camino, pero su madre murió antes que él pudiera tomar otro autobús con destino a su natal Culiacán.

“No la volví a ver con vida”, lamentó.

Al principio, el hombre de 43 años planeó seguir con su vida en Arizona, donde trabajó por siete años en la construcción y en la cosecha de melones y sandías. Contrató los servicios de un traficante de personas. Pero luego que el guía abandonó al grupo en las afueras de la ciudad mexicana fronteriza de Tecate, se dio cuenta que ya no tenía interés en ir tras los dólares.

“La muerte de mi madre en verdad me hizo pensarlo”, afirmó. “Quiero estar cerca de mi familia. Ya no quiero regresar a Estados Unidos. Acá también hay trabajo”

Un refugio de Tijuana le está ayudando a conseguir empleo. Su esposa podría alcanzarlo allí una vez que su hija de 17 años culmine sus estudios de preparatoria en Culiacán.

Quiroz extraña ir a los partidos de los Diamondbacks de Grandes Ligas, pero dijo que prefiere no sentir el estrés de vivir allá sin autorización.

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Perdido en el desierto de Arizona, Saúl Solís comió tunas y nopales para mantenerse con vida.

Durante el noveno día, el hombre de 40 años no podía sostenerse en pie. Le costó trabajo mover un espejo que traía consigo, enviando un rayo de luz con la esperanza de ser detectado. Escuchó un helicóptero sobrevolar antes de perder el sentido.

Cuando despertó, tenía puesta una mascarilla de oxígeno y estaba rodeado por agentes de la Patrulla Fronteriza. Pasó dos días en el hospital antes de ser deportado a Mexicali.

“Sentí como si Dios me hubiera dado una segunda oportunidad, así que ahora estoy de vuelta, quiero vivir aquí”, indicó.

Solís aprendió a remodelar casas durante sus 19 años en Estados Unidos, periodo que terminó abruptamente cuando fue detenido en una redada de agentes de inmigración afuera de una tienda de la cadena Home Depot en Tacoma, Washington. Ahora espera que ese aprendizaje se traduzca en trabajo en Tijuana. Su hermano, que continúa en Washington, planea enviarle su juego de herramientas.

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José Arellano Correa, de 41 años, siempre sintió que era demasiado arriesgado llevar a su esposa e hijos a Estados Unidos. Pasó una década trabajando en restaurantes de Los Ángeles y New Jersey, pero asegura que nunca pudo adaptarse, y con frecuencia se sintió discriminado por ser mexicano.

En 2005 regresó con su familia a la Ciudad de México, donde ahora trabaja como taxista y no se arrepiente.

“Mi madre estaba enferma, mis hijos estaban tristes y no hay dinero que valga esa tristeza”, dijo. “La única forma de que yo podría volver ahora es legalmente. Y si me fuera, me gustaría poder trabajar y poder regresar para ver a mi familia”.

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