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Columna: La milicia en la frontera es un legado que debe ser condenado

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La semana pasada aparecieron videos en las redes sociales mostrando a miembros de una milicia, los Patriotas Unidos Constitucionales (UCP, por sus siglas en ingles), fuertemente armados y deteniendo a más de 200 migrantes en la frontera de Nuevo México. En los videos algunos se hacen pasar como agentes de la Patrulla Fronteriza.

Como respuesta a las críticas, el fiscal de Nuevo México, Héctor Balderas, anunció que Larry Hopkins, líder de UCP, fue arrestado por el FBI y acusado de posesión de armas de fuego y municiones. Dijo: “Este es un delincuente peligroso que no debe tener armas alrededor de menores de edad y de familias”. Pero las autoridades, incluida la policía local, la Patrulla Fronteriza y el FBI, sabían durante meses que este grupo operaba en el área.

La respuesta de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) fue confusa y podría interpretarse como tácitamente alentadora de las milicias privadas. Por un lado, según la declaración, el CBP “no respalda a los grupos privados u organizaciones que toman la procuración de leyes en sus propias manos”, y agrega: “La interferencia de civiles en asuntos relacionados con el cumplimiento de la ley podría tener consecuencias de seguridad pública y legales para todas las partes involucradas.” Pero la declaración de la CBP también decía: “La Patrulla Fronteriza agradece la asistencia de la comunidad y alienta a cualquier persona que presencie o sospeche de una actividad ilegal a llamar al 911”. CBP no presentó una clara disociación de UCP o de sus acciones cuestionables.

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Mark Cheney, otro miembro del grupo, declaró que la Patrulla Fronteriza agradece su presencia y asistencia, y que se comunican con los agentes “cada hora”. En los videos publicados en línea, se ve al grupo de milicias entregando a migrantes a la Patrulla Fronteriza. En otras publicaciones de Facebook, los miembros de la milicia posan para fotos con agentes de la Patrulla Fronteriza.

Este tipo de colusión no es nuevo ni infrecuente. En 2005, un grupo conocido como los Minutemen hizo un llamado a una presencia armada a lo largo de la frontera de Arizona con México. Los grupos de derechos humanos que monitoreaban las actividades de los Minutemen observaron cómo sus miembros interactuaban frecuentemente con los agentes de la Patrulla Fronteriza cuando habían interceptado a migrantes. Los Minutemen intentaron presentarse como un inofensivo grupo de vigilancia vecinal, a pesar de que sus miembros apoyaban ideologías antinmigrantes y de supremacía blanca.
Las milicias y los grupos paramilitares tienen una larga historia de ser violentos en las comunidades fronterizas, y con consecuencias mortales.

El 30 de mayo de 2009, Brisenia Flores, de 9 años, y su padre, Raúl Flores, fueron brutalmente asesinados por tres miembros del grupo Minutemen American Defense, una milicia antimigrante que operaba en el sur de Arizona. El 2 de mayo de 2012, Jason Todd Ready, líder del grupo paramilitar de la Guardia de la Frontera, disparó y mató a varias personas, entre ellas su novia, su hija y su nieta. Incluso en San Diego, a principios de la década de 1990, un grupo paramilitar de jóvenes “cazaban” migrantes en el Parque Estatal Border Field, disparando a los migrantes con pistolas de perdigones.

En viejas imágenes de video de esa época, los agentes de la Patrulla Fronteriza interactúan con los jóvenes vestidos con trajes de fatiga militar, pero no los detienen. Muchos hacen una distinción entre los grupos de milicias y la Patrulla Fronteriza.

Sin embargo, la retórica de la supremacía blanca y las políticas destructivas de la Casa Blanca envalentonan a las milicias que operan a lo largo de la frontera en Nuevo México y en otros lugares. La milicia está históricamente arraigada en el panorama de la aplicación de leyes de la frontera desde antes de la institucionalización de la Patrulla Fronteriza en 1924.

Está bien documentado que las primeras filas de la Patrulla Fronteriza provinieron de policías estatales que linchaban a mexicanos como una práctica aceptable para “domesticar” el suroeste de los Estados Unidos. Es correcto condenar a las milicias que detienen a los migrantes hoy, pero debemos ser igual de francos al denunciar el legado de violencia y colusión sancionada por el estado que representa la Patrulla Fronteriza.

Pedro Ríos es defensor de derechos humanos y de los inmigrantes en el sur de California.