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El muro en la frontera se abrió: “mamá, mamacita”, gritó una inmigrante

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En la frontera de Tijuana hasta el mar tiene un muro divisorio con Estados Unidos; casi llegando a la playa hay un portón, que aquí le llaman “Puerta de la Esperanza”, y este sábado le hizo honor a su nombre.

Dieciocho años habían pasado desde que María Socorro Martínez López, de 71 años, no abrazaba a su hija Laura Ávila, de 34 años. Fue tanto tiempo que ni siquiera conocía sin rejas el rostro de su nieta, ahora de 10 años.

Doña Socorro viajó más de 3 mil kilómetros, desde Puebla, para abrazarlas y para tener más fe en que sí se pueden lograr los anhelos.

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“Escuché el sonido de la puerta cuando se abrió (un sonido parecido al de las cerraduras oxidadas en las cárceles) y me puse muy nerviosa”, platica doña Socorro.

“Pero el grito de mi hija fue lo que me detuvo el corazón”, añade.

Minutos antes, doña Socorro estaba sola en el umbral de la puerta esperando a su hija y a su “nietecita”, como le dice, cuando un llanto con dolor se escuchó antes de que se divisara Laura Ávila, la hija que hace 18 años no tocaba.

“Mamá, mamacita”, decía entre lágrimas Laura, al tiempo que tocaba la cabeza a su mamá y le acariciaba el cabello. La nieta de doña Socorro, Laura Vera, observaba la escena y las rodeaba a ambas con sus brazos de niña.

Doña Socorro cuenta que se separó de su hija cuando Laura estaba de la edad de su nieta.

“Mi’hija se fue bien chiquita, de 15 años”, platica Socorrito, como le dicen en su tierra.

“No mami, no, tenía 9 años, iba a cumplir 10, estaba en quinto grado (de primaria)”, corrige su hija.

“Fíjate, ya hasta se me olvidan las fechas, a mi nieta nunca la había visto, sólo por teléfono le escucho su vocecita, pero espero poder seguirla viendo. Hay que tener fe, pese al nuevo Gobierno (en Estados Unidos), ¿verdad?”, pregunta doña Socorro.

Durante la tarde del sábado, sólo seis familias pudieron abrazarse bajo la mirada de agentes con uniforme verde de la Patrulla Fronteriza.

Cada grupo familiar pudo estar unido entre 2 y 3 minutos bajo la puerta abierta, que del lado mexicano tiene escrita la palabra “amor”; una puerta que se ha abierto sólo cuatro veces para que familias se abracen en eventos organizados por la asociación civil Ángeles de la Frontera, de apoyo a migrantes.

Luis Hernández, de 26 años, originario de Oaxaca, ahora radicado en Los Ángeles, avanzó hacia la frontera, donde su padre, la esposa de su papá, y su medio hermano, de 6 años, con unas alas de Ángel lo esperaban.

Luis se fundió con su papá Eduardo Hernández entre lágrimas, mientras le decía: “Qué le vamos a hacer papá, qué le vamos a hacer”.

Enrique Morones, líder de Ángeles sin Fronteras, explicó que el evento se hizo porque este domingo la Organización de las Naciones Unidas conmemora el Día Universal del Niño.

Afirmó que gestionará para que esta apertura de las fronteras entre México y Estados Unidos se lleve a cabo al menos tres veces al año.

“No vamos a dejar que nadie nos siga atacando, como ya sabemos quién, y tenemos que demostrar que nosotros tenemos mucho orgullo de ser mexicanos y que si queremos abrazarnos nos vamos a abrazar”, dijo.

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