Deportados aprenden oficios y otras enseñanzas en refugio para migrantes de Tijuana

Hoy Los Angeles

Jul. 14, 2018 10:14 PM PT

San Diego Union-Tribune

TIJUANA —

Con más de dos décadas trabajando en la construcción en el sur de Texas, Raúl Vanegas no tuvo tiempo para continuar su educación más allá de la primaria. Pero un día después de ser deportado a Tijuana, el nativo de San Luis Potosí, de 43 años de edad, se encontró dentro de un pequeño salón de clases, estudiando los conceptos básicos para operar una computadora.

“Ni siquiera sabía cómo prenderla”, indicó Vanegas sonriendo ampliamente cuando terminaba una clase de dos horas en la Casa del Migrante, el refugio para inmigrantes más grande y antiguo de Tijuana. “Me siento como un niño. Hoy, creo que avancé un 200 por ciento”.

El curso de computación es una de varias clases en el refugio dirigido principalmente a los deportados de Estados Unidos, pero también está abierto a otros migrantes que enfrentan el cambio de vivir en México.

Les da la oportunidad de adquirir nuevas habilidades de trabajo, obtener certificados de equivalencia, estudiar español y aprender a navegar en internet.

Tijuana recibe a decenas de miles de deportados estadounidenses anualmente, más que cualquier otra ciudad en la frontera norte de México, de acuerdo con el Instituto Nacional de Migración de México.

El año pasado, 32 mil 255 deportados fueron enviados de regreso a la ciudad, una tasa de 88 por día.

A medida que las deportaciones continúan, y algunos esperan que aumenten, esto crea nuevas demandas para refugios como la Casa, alguna una vez llena de mexicanos que se dirigían hacia el norte a Estados Unidos, y ahora inundada con mexicanos forzados a regresar.

“Este solía ser un lugar para dormir, comer y descansar durante unos días”, declaró José Carlos Yee, coordinador del nuevo centro educativo de la Casa, el Centro Scalabrini de Formación para Migrantes. “Ahora es todo lo contrario. No se van y eso exige mucho más trabajo”.

Vanegas, quien estudió hasta sexto año y cruzó por primera vez a Estados Unidos cuando tenía 14 años, está de regreso en México y esta vez para siempre, expresó. Sus cuatro hijos viven en Estados Unidos, al igual que sus dos padres, pero regresar ya ni siquiera es un sueño: fue deportado anteriormente y si vuelve a ser atrapado e intenta regresar, enfrentaría una sentencia prolongada, señaló.

Su abuela vive en la ciudad fronteriza de Reynosa en México, “pero es muy peligroso allí”, indicó, y prefiere abrirse camino en Tijuana, donde puede comunicarse con su familia y esperar sus visitas.

Está ansioso por aprender sobre computadoras para poder hablar con sus hijos a través de Skype y Facetime. Pero también espera que las nuevas habilidades adquiridas puedan ser la clave para brindarle mejores oportunidades de trabajo en México.

“La gente pregunta si sabes cómo usar una computadora, y si les dices que no, te miran como si acabaras de salir de una cueva”, les comentó a sus compañeros de clase, provocando una carcajada.

Vanegas, quien llegó a Tijuana con 200 dólares en el bolsillo, es la típica persona que llega a la puerta del refugio en estos días. Parte de una red de refugios católicos operados por la orden misionera scalabriniana, la Casa del Migrante brinda refugio hasta 179 personas por noche, casi siempre hombres, y en la actualidad el 90 por ciento de la población lo constituyen los deportados.

En el refugio hay camas, comida, atención médica, ayuda legal, consejería psicológica, apoyo espiritual, teléfonos para llamar a familiares y contactos para oportunidades laborales.

Desde mayo, también han podido tomar clases de español e informática y presentarse a exámenes de equivalencia para la escuela primaria y secundaria ofrecidos en el lugar por el Instituto Nacional de Educación para Adultos de México (INEA).

Aunque las clases del centro se llevan a cabo actualmente en el refugio, para septiembre estarán en unas instalaciones separadas que están siendo preparadas a unas pocas cuadras de distancia.

El plan es agregar pronto clases vocacionales en temas tales como corte de cabello, hidroponía, construcción de jardines verticales, cuidado de plantas endémicas, todas ellas representan habilidades que pueden ayudar a los deportados a seguir adelante.

En encuestas en la Casa y otros refugios alrededor de la ciudad, el personal descubrió que la mayor demanda ha sido para un curso en instalaciones eléctricas básicas y Yee comentó que hay planes para iniciarlo durante el mes de julio.

Hace días, Vanegas estaba entre la clase compuesta por 12 hombres y una mujer sentados atentamente frente a pantallas de computadoras. Mientras la luz entraba por la ventana, se puso un video del cantante argentino Facundo Cabral.

“No estás deprimido, estás distraído”, gritó la voz de Cabral. “Estás distraído de la vida dentro de ti, tienes un corazón, un cerebro, una alma, un espíritu”.

La tarea consistía en escribir unas pocas frases sobre el mensaje, compartirlas en voz alta con el grupo, luego dominar la tarea técnica de definir y cambiar el tamaño y el color de la tipografía y finalmente guardar el archivo en la computadora.

Con la mayoría de sus alumnos luchando contra el trauma de la deportación, la separación familiar y la incertidumbre sobre el futuro, la maestra María José Juárez se esfuerza no solo en enseñar habilidades, sino hacerlo en un tono alentador.

“Este es un lugar de seguridad, de respeto, de unión”, expresó. “Queremos que digan: ‘tengo todas las herramientas, tengo todas las habilidades para seguir adelante y nadie puede quitármelas’”.

Dibble escribe para el U-T.

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