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México se despide del Papa

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El papa Francisco recorrió de sur a norte el territorio de México. En algunos casos habló fuerte, en otros abordó el tema de la violencia y el narcotráfico. Habló de corrupción y esperanza; desgraciadamente, hubo muchos otros temas que se quedaron en el tintero.

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Sin duda, uno de los grandes ausentes en la agenda del Papa fue una reunión con los padres y familiares de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Aunque la suerte de la desaparición es compartida por decenas de miles de personas en México, los desaparecidos de Ayotzinapa eran un caso emblemático, porque reflejan, fácilmente, la complicidad de autoridades y crimen organizado, algo que en México es todo un secreto a voces.

La visita del pontífice dejó esperanza, pero también dudas de si las cosas cambiarán en tierra azteca.

La negativa del Papa a reunirse con ellos deja un mal sabor de boca a activistas de los derechos humanos y opositores del gobierno de Enrique Peña Nieto. Para esos grupos, la presencia del Papa en México tenía como objetivo legitimar a un gobierno que se ha visto envuelto en numerosos casos de corrupción oficial y de impunidad, donde los personajes cercanos al gobierno, como en el caso de Humberto Moreira, exgobernador de Coahuila y exdirigente del PRI, se ven absueltos por la justicia, mientras que se aplica todo el peso de la ley a vendedores ambulantes o ladrones que roban por hambre.

Durante los cinco días que duró la histórica visita, el papa Francisco habló de muchas cosas, y los mexicanos tendrán mucho para recordar, muchas anécdotas por contar y, sobre todo, muchas cosas en qué reflexionar.

Sin duda, la visita va a ser recordada por la seguridad que desplegó el Estado mexicano para proteger al pontífice. La escena se repitió en todas partes. En el Distrito Federal, en San Cristóbal, en Morelia o en Ciudad Juárez, el Estado Mayor presidencial tomó a su cargo la protección y movilizó a miles de soldados, cuerpos de seguridad estatales y federales.

Por órdenes del Estado Mayor se colocaron vallas de acero en decenas de calles a la redonda, se cerraron aeropuertos y carreteras de acceso. En ciudades afectadas por la narcoviolencia, como Morelia, los soldados portaban sus armas de alto calibre, en medio de los feligreses que lo único que querían era ver al Papa.

En San Cristóbal, Chiapas, donde hace poco más de 20 años hizo su aparición el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, la presencia de los soldados fue tan notoria como la ausencia de pintas o referencia alguna al EZLN y su conocido subcomandante Marcos.

Pero no todo fue seguridad; también hubo discursos del Papa que hicieron mella, especialmente los dirigidos a los obispos, en los que les dijo que hablaran de frente, que no se anduvieran con rodeos, que lucharan como hombres, frente a los problemas que aquejan a la Iglesia en el territorio mexicano.

Gente esperando para ver al papa Francisco a su salida de una misa multitudinaria en CIudad Juárez, México. (AP Foto/Gregory Bull)

Gente esperando para ver al papa Francisco a su salida de una misa multitudinaria en CIudad Juárez, México. (AP Foto/Gregory Bull)

(Gregory Bull / AP)

Les dijo que no podían permanecer callados frente a los abusos que han perpetuado las desigualdades. Que no pueden optar por los poderosos ni vincularse al poder. Les dijo que su labor está del lado de los pobres, de los que necesitan apoyo para salir adelante.

El discurso fue fuerte, y les pidió que no se fueran por las ramas. Muchos consideraron que este discurso iba dirigido, entre otros, al cardenal primado de México, Norberto Rivera, quien de una manera u otra representa muchos de los males que le han creado una imagen negativa a la Iglesia en México.

El mensaje fue tan agudo que muchos esperan que muy pronto Rivera sea relevado de su puesto.

Otros de los temas importantes, y que todo mundo esperaba que el papa Francisco abordara, fue el del narcotráfico y la violencia, especialmente en una ciudad como Morelia, que ha sido fuertemente castigada por la actividad de los cárteles de la droga y donde, hace apenas algunos años, los narcotraficantes lanzaron una granada a la multitud que celebraba el Grito de Independencia, dejando una decena de muertos y heridos.

A pesar de sus mensajes fuertes, el papa Francisco no habló de las amenazas de muerte y los asesinatos que han sufrido numerosos sacerdotes en estados como Guerrero y Michoacán, pero sí dijo que las autoridades deben hacer su trabajo de manera real y asegurarse de que la ola de violencia que viven los mexicanos no quede impune, como sucede.

Ante decenas de miles de jóvenes en Morelia, Francisco les dijo que no deben dejar de luchar. Les habló de las tentaciones a las que se pueden ver sometidos por el narcotráfico y el crimen organizado. Les dijo que, como futuros dirigentes de este país, deben prepararse para enderezar el camino que ha llevado a México a la delincuencia.

Dijo que gobierno, empresarios y sociedad deben trabajar juntos para otorgar oportunidades a millones de personas que hoy se debaten en la pobreza, y explicó que esa falta de oportunidades es el semillero de la delincuencia, la violencia y la desesperanza.

El papa Francisco no hizo comentario alguno sobre los escándalos sexuales en los que se han visto involucrados sacerdotes de diferentes países, y que en el caso particular de Michoacán, son graves, ya que de esa región era el padre Marcial Maciel, de los Legionarios de Cristo, a quien se acusó en numerosas ocasiones de abusos sexuales contra menores, pero nunca se actuó en su contra.

Tal vez uno de sus mensajes más controvertidos lo dio frente al presidente Enrique Peña Nieto, en la Ciudad de México, donde después de abordar los temas de la corrupción, la violencia y el crimen organizado, le ofreció la ayuda y la colaboración de la iglesia para que lleve a cabo sus proyectos en beneficio de México.

En San Cristóbal de las Casas, el papa Francisco tuvo la oportunidad de conocer las terribles condiciones de vida de las comunidades indígenas del estado de Chiapas, que por miles y miles llegaron hasta esa ciudad para escuchar el mensaje del sumo pontífice.

Francisco dijo que es tiempo de acabar con generaciones y generaciones de explotación y abusos contra los grupos indígenas. Y en medio de los cantos y oraciones en las diferentes lenguas autóctonas, habló también de la Tierra, del medio ambiente, de la importancia de mantener las costumbres de los pueblos indios. En ese sitio autorizó el uso de las diferentes lenguas indígenas en el ceremonial litúrgico.

En Ciudad Juárez, como se esperaba, dijo que todos deben hacer su parte para evitar que continúen las condiciones de explotación y vejaciones que viven los migrantes en su trayecto hacia Estados Unidos.

Habló acerca de las condiciones que provocan que una persona tenga que dejar todo para salir en busca del sustento, en un fenómeno que repica lo mismo en México que en las costas de Grecia o Turquía.

Desde un templete elevado, que podía observarse desde Ciudad Juárez y El Paso, Texas, el Papa dio la bendición a las comunidades fronterizas y les pidió su misericordia para que ayuden a aquellas personas que a su paso por esa región se encuentran más vulnerables que nunca.

También, desde ahí, en medio de miles de personas en ambos lados de la frontera, hizo un llamado al gobierno de Estados Unidos para que encuentre una solución al problema migratorio que mantiene en las sombras a más de 11 millones de personas.

En sus cinco días de gira por México, tampoco habló del matrimonio homosexual, algo que la comunidad gay mexicana esperaba, dadas las señales de apertura que había dado en sus mensajes previos.

Falta ahora ver si las palabras de Francisco fueron una semilla que germinará en tierra fértil o si se olvidarán, y una vez que su visita quede en el recuerdo, la violencia, la impunidad, la corrupción, la desigualdad y otros males sigan presentes, como siempre.

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