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Un arzobispo con guaruras en medio de una explanada semivacía en Ciudad de México

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He aquí que vino Dios, saliendo de la Basílica de Guadalupe, un Dios hecho carne en el cuerpo de Norberto Rivera, Arzobispo primado de México, que llegó precedido de ayudantes y guaruras, y atravesó la explanada repartiendo bendiciones.

Era el quinto día del Congreso Eucarístico de la Arquidiócesis de México. Norberto Rivera iba a clausurar la segunda edición del encuentro organizado cada cuatro años, ahora con el título de “Alegría y vida para la familia y el Mundo”.

Pero de seguro ese Dios, que todo lo ve, porque está en todas partes, habrá notado también que allá atrás, al final de la explanada, miles de sillas se quedaron vacías.

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Y habrá visto también (y si no, aquí se le informa para que él lo juzgue), que el segundo escenario, en la plaza que donó Slim, donde se habían colocado más de 8 mil sillas frente a dos pantallas, se quedó sin un alma. Apenas unos concheros, una banda de viento y un hombre vestido de mujer que bailaban al ritmo del tam tam del carnaval, sin oír la misa que Norberto Rivera oficiaba.

¿Qué habrá hecho la Iglesia Católica para que, de 15 mil fieles esperados, apenas llegara la mitad? Si Dios es compasivo, deberá tomar en cuenta que sus hijos se esforzaron. Antes de las nueve de la mañana, hombres y mujeres de amarillo y blanco sobre la Calzada Misterios entregaban boletos para garantizar el orden.

Más como vieron que era más fácil meter a un camello al ojo de una aguja a que esto se llenara, tiraron al infierno los boletos.

Después, he aquí que apareció un ser de saco rojo, voz chillona y cara pintada. El público, que antes se frotaba las manos por el frío, le pidió al payaso Cepillín esa de: “taratara la guitarra, bumbum el acordeón, chiquitín, chiquitín, en la feria Cepillín”, pero él, que de niño quería ser religioso, quiso cantar “Las Mañanitas” a la Virgen de Guadalupe.

Monseñor Pedro Agustín Rivera, coordinador del Congreso, echó fuego sobre las iniciativas para legalizar el aborto o las uniones homosexuales. No vamos a decir aquí que cuando habló en entrevista se abrió el cielo y salió el sol, pero sus palabras tenían ese tono: “Se tiene que ver como un atentado contra la Nación mexicana de aquellos que han prometido cuidar de defender a la patria”.

Y todo esto era un preámbulo apenas para la llegada y salida a prisa del Cardenal.

La plaza, ya se ha dicho, quedó muy vacía. Los reporteros, convertidos en fariseos, preguntaron, mas se quedaron con las ganas: “Cardenal Norberto Rivera, ¿en verdad piensa que la iniciativa del Presidente de legalizar las parejas homosexuales le quitó votos al PRI?”

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