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Elecciones del 2015: un proceso electoral que mostró los dos rostros de México

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Es lunes por la mañana y en las portadas de los diarios mexicanos aparece un hombre con sombrero, botas y a caballo: Jaime Rodríguez “El Bronco”, el primer candidato a gobernador que hizo campaña sin un partido político que lo respaldara, gana en Nuevo León, uno de los estados clave del país. En otro de estos estados, Jalisco, Pedro Kumamoto, un joven de 25 años que sólo contó con 15 mil dólares para hacer su campaña política, se vuelve noticia al convertirse en el primer diputado independiente de esa entidad. Y en el Congreso Federal, de los 500 diputados impulsados por campañas partidistas de cientos de miles de dólares, Manuel Clouthier, el hijo del fallecido líder panista conocido como Maquío, gana una curul sin logotipo partidista.

El proceso electoral del pasado domingo 7 de junio, en el que se renovaron nueve gubernaturas, varios congresos locales y la totalidad de la Cámara Baja, arrojó resultados que parecen reflejar dos méxicos. Por una parte, el México cansado de la impunidad, la corrupción y la falta de oportunidades, que busca romper con el pasado a través de una campaña para anular el voto, para emitir votos de castigo, o para impulsar la recién estrenada previsión legal que permite que candidatos independientes, sin partido político impulsando sus candidatura, puedan contender para cargos de elección popular. Es el México que decide darle el gobierno de Nuevo León a “El Bronco”. Es el México joven, pujante, que reuniendo dinero ciudadano y metiéndole creatividad, logra construir la candidatura del joven Kumamoto.

Sin embargo, en la otra parte, está ese México que no sólo no se va, sino que parece volver con fuerza: uno que aún vota por el PRI, que acepta las prebendas, que parece perdonar la corrupción y la impunidad, y que ve como algo natural que el Partido Verde (PV), una organización política que durante dos décadas ha sido el partido bisagra que ofrece sus votos en el Congreso al mejor postor, viole repetidamente la ley electoral sin que haya consecuencias. Tras los comicios de hace unos días, el PRI continúa siendo el partido que gobierna la mayor cantidad de estados en el país, y en alianza con el PV y otro partido pequeño, Nueva Alianza (Panal), conserva la mayoría en la Cámara de Diputados.

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En conversación con Hoy Los Ángeles, Carlos Bravo Regidor, profesor asociado del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) de la ciudad de México, explica cómo, aunque el resultado no fue una sorpresa debido a que las encuestas apuntaban a que el PRI conservaría el mayor número de diputados federales –aunque por sí mismo no alcanza la mayoría–, llama la atención el hecho de que la intención de voto de la sociedad siga respaldando al partido en el poder.

“En un contexto con un gobierno tan debilitado, mal evaluado, con crisis de derechos humanos, un elevado número de desaparecidos, y una economía que no va mal, pero que no va bien –2% de crecimiento anual–, la gente sigue votando por el PRI”, comenta. “Eso es algo que nos cuesta trabajo admitir: en México hay priistas, y hay muchos. En México nos construimos discurso con respecto a la democracia fundamentalmente antipriista, basado en la idea de que si hay democracia, debe perder el PRI; pero ya pasó mucho tiempo y resulta que esto no es necesariamente cierto. El PRI gana democráticamente. Puede ser porque las oposiciones sean malas, y sí, con las ‘tranzas’ del PV o las tarjetas de Monex; pero la realidad es que en las urnas la gente le sigue dando su voto”.

Un PRI que vive, una izquierda que sobrevive

Aunque en la Cámara de Diputados el partido del presidente Peña Nieto obtuvo once curules menos que en 2012, y perdió las gubernaturas de los estados de Michoacán, Nuevo León y Querétaro, logró recuperar las de Guerrero y Sonora –en este último estado a pesar de la candidata Claudia Pavlovich, señalada por haber facilitado que los responsables del incendio en la Guardería ABC no fueran a la cárcel– y será beneficiario directo de su alianza con el PV, que logró siete de cada diez votos en el estado de Chiapas.

“Es importante saber apreciar el genio perverso que hubo en la campaña del Partido Verde”, dice Bravo Regidor. “De todas las campañas que hubo, la de ellos fue la mejor en términos de conectar con la vida cotidiana de los electores, de posicionar propuestas concretas; una campaña que se planteaba como una crítica al status quo, pero que es una reafirmación de ese status quo. Por ejemplo: ofrecen un vale a quienes no pueden ser atendidos por los hospitales del Seguro Social, para que sean atendidos en otro lado. A la gente que espera seis horas para pasar a consulta, o seis meses para que le den fecha para una operación, esta campaña le llega. Es una propuesta que no resuelve los problemas, que no mejora el servicio que da el Seguro Social; es manipuladora, pero efectiva”, explica.

El PV, asegura el analista, no juega a obtener un lugar preponderante; sólo a tener los suficientes votos “para poder ser quien le dé el poder al próximo rey”. Y el rey, sigue siendo el PRI.

En esta ecuación, la izquierda mexicana pelea para seguir viva a pesar de sus divisiones. Tras la ruptura al interior del PRD, el partido mexicano de izquierda, surgió Morena, el movimiento liderado por el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador. El “divorcio” al interior del partido afectó los números y el equilibrio de fuerzas en el Congreso Federal: el PRD bajó de 99 a 60 diputados y el Partido del Trabajo, su aliado histórico, perdió su registro al no obtener más del 3% de los votos. Morena, en tanto, ganó 36 curules, y Movimiento Ciudadano, el otro partido pequeño de izquierda, obtuvo 26.

“Me parece que lo ocurrido con los partidos chicos es noticia”, dice Bravo Regidor al hablar de estos partidos, sumados al recién surgido Partido Encuentro Social. “Entre todos ganaron el 40% de los votos, que es una barbaridad. Y el PRD queda a un ‘tris’ de estar por debajo del 10% y de ser para todo efecto práctico, otro partido chico”, afirma.

Esta realidad, la de la atomización de la izquierda y la pérdida de fuerza del PRD, se traducía en el rostro de angustia del liderazgo de ese partido durante las horas posteriores a la elección: ante la mirada incrédula de Martí Batres, presidente nacional de Morena, un ansioso Carlos Navarrete, su homólogo perredista, insistía en la necesidad de construir alianzas entre todos los partidos de izquierda para frenar las iniciativas del PRI en el Congreso.

“Lo del PRD, especialmente con los resultados que obtuvo en el Distrito Federal, es una de las mayores debacles de las que haya memoria en la historia electoral de la democracia mexicana”, continúa Bravo Regidor. En 2012 el PRD ganó 14 de las 16 delegaciones en la capital, y 38 de los 40 distritos por mayoría para la Asamblea Legislativa. En 2015 ganó sólo en 6 delegaciones y en 14 distritos. “A diferencia de lo que ocurre a escala federal para el presidente Peña Nieto, que conserva su mayoría legislativa, [el jefe de gobierno] Miguel Ángel Mancera sale francamente muy debilitado”, explica.

Con la vista en el 2018

Apenas una semana después de celebrada la elección del 7 de junio, los analistas mexicanos vuelven a sacar la calculadora para realizar proyecciones: el domingo 14 de junio Margarita Zavala, esposa del ex presidente Felipe Calderón, anunció que no contenderá por la presidencia de su partido, el PAN, sino que buscará la candidatura a la presidencia en la elección de 2018. Tres años antes de la renovación del Poder Ejecutivo, y cuando aún no toman posesión los recién electos candidatos, Zavala da un “albazo” que a muchos recuerda el “destape” de Vicente Fox en 1997, tres años antes de la elección del 2000.

“Margarita y su gente olieron la sangre de [Gustavo] Madero, [actual presidente del PAN], quien salió debilitado en esta elección”, dice Bravo regidor. “Él mismo en entrevista dijo: ‘qué caro nos salió el chistecito del pacto por México’. El PAN no logra cosechar el descontento contra Peña Nieto porque aliándose con él perdió credibilidad como oposición. Y en el caso del PRD, dicha alianza es inexplicable; por eso es que este partido resultó el gran perdedor. A estas alturas, el único que puede ser un candidato competitivo en 2018, si hace bien las cosas, es López Obrador. Un partido puede sobrevivir en el poder aún cuando padezca un profundo déficit de legitimidad. Lo que realmente lo amenaza, es la existencia de alternativas de oposición creíbles, y salvo López Obrador, no veo otra. Aunque para conseguir la candidatura tiene mucha chamba que hacer”.

A pesar de que el fenómeno de los candidatos independientes y el entusiasmo por el voto nulo se convirtieron en la noticia a comentar en la coyuntura electoral, el analista no cree que estos dos fenómenos resulten determinantes en la próxima elección federal: el voto nulo, asegura, ya llegó a su ‘techo’ del 5% de los votos, pero no demuestra ser una alternativa para cambiar las cosas. Y por lo que respecta a los independientes, todo indica que una golondrina –o dos, o cuatro– no hace verano.

“Hay que distinguir los distintos niveles de la elección. En la federal, a los candidatos independientes les fue muy mal; sólo ganó uno, Clouthier”, recuerda Bravo Regidor. “El buen desempeño de los independientes –aunque creo que ‘sin partido’ es una mejor descripción; un candidato que de veras sea independiente será poco competitivo– estuvo en las elecciones locales. Nadie espera que el país se vuelva la tierra de los candidatos independientes; lo que se espera de ellos es que ejerzan presión en los candidatos políticos”.

–¿Y entonces el caso Kumamoto? ¿No se vuelve un modelo a seguir?

–Kumamoto es un milagro y haríamos mal en empezar a creer que van a ocurrir muchos milagros, porque la naturaleza del milagro es la excepción. México no se llenará de Kumamotos. Esta elección nos está anticipando de una manera tan desagradable, que no queremos verla, la posibilidad de que el PRI gane en 2018; no porque lo haga bien, sino porque no hay alternativas.

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