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Muere Ignacio Padilla, ‘rabiosamente joven’

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Las letras mexicanas amanecieron ayer de luto. La muerte del escritor Ignacio Padilla, la madrugada del sábado en un accidente automovilístico, arrancó a la Generación del Crack uno de sus exponentes más destacados.

“Es rabiosamente joven”, dijo el periodista Vicente Leñero cuando Padilla ingresó, en 2011, a la Academia Mexicana de la Lengua (AML). Ayer, durante las primeras horas del día, amigos, lectores y alumnos del autor de Amphytrion recibieron con incredulidad la noticia debido a su juventud: 47 años.

“¡Carajo, tenía tanto por escribir!. Lo que dejó es importante, pero: ¡tenía 47!. Lamento no poder leer lo que estaba preparando en su cabeza”, compartió el narrador Benito Taibo.

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“Estaba en la plena madurez, empezaba su obra más vasta, siempre con una combinación de cuestiones modernas y antiguas, con una profunda imaginación, haciendo comparaciones insólitas”, valoró el poeta Jaime Labastida, director de la AML.

Académico “estrella” del Departamento de Letras en la Universidad Iberoamericana, Padilla era un hombre sin dobleces, añadió Taibo.

“Sus alumnos hablan maravillas, porque ‘Nacho’ tenía una bonhomía particular, no solamente en privado, sino en público. Era un hombre sin dobleces, no era de una manera con unos y de otra con otros. Con sus lectores era un verdadero ejemplo de humildad”.

Interesado en los monstruos, en el mar, en Miguel de Cervantes, en la literatura infantil, Padilla era un “físico cuéntico” -así se identificaba en twitter- que buscaba contar una historia con palabras suficientes, sin hacer de la palabra protagonista de la historia.

Convertía en magia cualquier cosa que tocaba su pluma, afirmó el poeta Vicente Quirarte, miembro también de la AML.

“En las fauces del abismo, su extraordinario libro de cuentos que no ha sido suficientemente bien leído, uno se da cuenta de cómo un género aparentemente menor, como el cuento, lo convertía en un arte mayúsculo”, ejemplificó.

Es infrecuente, prosiguió, encontrar juntas las cualidades de extraordinario escritor y magnífica persona.

“Los escritores somos espantosos, seres mezquinos, pequeños, egoístas. Él era grande como ser humano y como escritor. Sabía dónde estaba, dónde pisaba y cada palabra que lanzaba al aire era una pelota para anotar gol, pero para hacernos anotar gol junto con él”.

Padilla obtuvo galardones en sus diversas incursiones literarias, lo mismo en el género infantil con Las tormentas del mar embotellado, ganadora del Juan de la Cabada, que en su obra ensayística: La isla de las tribus perdidas ganó el Premio Iberoamericano de Ensayo y Debate-Casa de América 2010.

“Hubo un año que Nacho Padilla ganó al hilo 3 ó 4 premios del INBA. Le llovieron las envidias”, tuiteó el novelista gráfico BEF.

Agregado cultural en Londres, director de la Biblioteca Vasconcelos en 2007, Padilla fue uno de los impulsores en 1996 del “Manifiesto del Crack”, junto con Jorge Volpi, Eloy Urroz, Miguel Angel Palou y Ricardo Chávez.

“Pertenece en su origen literario a una pandilla de escritores de su edad que para chacotearse al parecer de ese boom inventado por las editoriales hispanoamericanas en los años sesenta, o para coligarse con el ruido de sus figuras paternas, se autodefinieron con el sonoro término de un huevo que se rompe al brotar el polluelo, de una rama que se quiebra al clamor de ‘ahora vamos nosotros’: el publicitado crack”, recordó Leñero durante la recepción de Padilla a la AML.

Los miembros del crack lloraron al compañero ausente.

“Nada te prepara para esto. Nada justifica el absurdo de una muerte así. Mi admiración siempre crecía por el gran escritor, pero también por el amigo de décadas, el cómplice. Mi vida se queda incompleta, como la suya. La literatura mexicana pierde a uno de sus grandes y yo a mi compadre, a mí gran amigo. Sigo helado, atónito. Insisto: nada dicen las palabras”, escribió Palou.

Volpi se disculpó vía telefónica. “Es un momento muy complicado”.

El cuerpo del escritor, padre de dos hijos, se trasladó de Querétaro, donde ocurrió el accidente, a la Ciudad de México, para ser velado en una funeraria de Félix Cuevas.

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