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El último viaje: La ‘causa natural’ es la menos natural de las maneras de morir en el México del siglo XXI

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Enfermedades crónicas, males prevenibles, accidentes de tránsito, suicidio, asesinato e incluso la desaparición forzada se imponen como formas habituales que ponen fin a nuestros días.

Los mexicanos, famosos por celebrar la muerte y rendirle un culto histórico, en realidad toman distancia de ella.

Pocos llevan a cabo trámites jurídicos de voluntad anticipada, muerte asistida, testamento o donación de órganos.

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“Pensar la muerte” fue el título de un coloquio organizado por El Colegio Nacional en la tercera semana de octubre, que congregó a algunos de los pensadores más brillantes del país.

Analizada desde la ciencia, el arte, el derecho, la medicina, la filosofía o la ética, la muerte revela algunos de sus misterios.

ARQUEOLOGÍA

Eduardo Matos Moctezuma

El autor de Muerte al filo de obsidiana: Los nahuas frente a la muerte explica que en Mesoamérica, como en diversas culturas, la negación del hombre a morir lo ha llevado a la búsqueda de perdurar en la Tierra a través de la creación de sitios donde pueda trasladarse después de la muerte.

A diferencia del cristianismo, entre los mexicas, el lugar donde llegarían las almas de los muertos no tiene un orden moral, no estaba determinado por haber actuado “bien” o “mal”, sino por la forma de morir.

Los guerreros que morían en combate tenían el privilegio de acompañar al Sol, al igual que las mujeres muertas durante el parto, considerado también una gran batalla. Ellas acompañaban al Sol, pero no desde el amanecer, sino a partir del mediodía y hasta el ocaso.

La muerte en la cultura mexica fue un factor determinante de diferencia entre las deidades y los hombres, por lo que los primeros, en su mayoría, eran inmortales o podían resucitar.

De acuerdo con investigaciones de la arqueóloga Ximena Chávez, los antiguos mexicas eran cremados o inhumados, con tres intenciones: que los vivos socialicen la pérdida de los seres queridos, que la parte inmaterial del muerto vaya “al más allá” y para disponer del cadáver.

Aquí también había diferencias: la inhumación correspondía a los fallecidos por causas relacionadas con el agua y para quienes morían por enfermedad o vejez pero que eran incapaces de costear rituales tan fastuosos.

Eran cremados, en cambio, sólo los integrantes de la élite gobernante y los guerreros. Además de que estos muertos eran provistos con objetos u otros seres que les facilitaran su tránsito al Mictlán; si eran cremados, el trayecto era más expedito.

ARTE COLONIAL

Gisela von Wobeser

La presencia de la muerte en el arte virreinal, influida por la fuerte presencia del cristianismo, permeó las tradiciones que prevalecen en la actualidad.

La historiadora especifica que la muerte plasmada en pinturas y grabados durante la Colonia representaba un peligro para el alma. En esos cuadros, se hacía evidente la conciencia de la brevedad de la vida, por medio de velas a punto de apagarse o relojes de arena.

Aunque en el presente se cree que la mayoría de las tradiciones sobre la muerte proviene de la época prehispánica, las calacas pintadas en los cuadro virreinales son de influencia europea.

La muerte durante el México colonial, enfatiza la investigadora, se hacía presente para recordar que la vida era sólo la antesala de otro mundo; un mundo paralelo determinado por la profunda religiosidad de la época, que hizo que la muerte se insertara en un escenario con las representaciones del cielo, el purgatorio y el infierno, con una disputa entre el bien y el mal.

Esta muerte colonial, en la mayoría de los casos, tenía una connotación moral, y buscaba recordar que en el catolicismo, cuando llega la hora de morir, los buenos irían al cielo, y los pecadores, al infierno.

ARTE POPULAR

Carmen Vázquez Mantecón

Entre el siglo XVIII y el XIX, las celebraciones de Todos Santos y de los Fieles Difuntos cobraron su mayor auge en la Nueva España, a pesar de ser fechas celebradas desde la Roma cristiana y establecidas como fiestas oficiales en los siglos IX y XII, respectivamente.

Así lo determinan las investigaciones de Carmen Vázquez Mantecón.

Estas fiestas, cargadas de religiosidad, comenzaron a cobrar relevancia en el siglo XII, con las referencias del purgatorio por parte de la Iglesia Católica, ya que se convirtieron en una oportunidad de pedir por las almas de quienes aún purgaban una sentencia. Ambas fechas permanecen vigentes.

Los primeros documentos hallados por la investigadora que evidencian las dos fechas como conmemoraciones amalgamadas son posteriores a 1750.

Vázquez refiere que desde el siglo XVIII, en el México colonial, estos días fueron bulliciosos. Eran jornadas de paseo y de lucimiento, en los que se cocinaban platillos especiales.

A partir de ese siglo, el 1 de noviembre se cumplimenta a las reliquias de los santos y beatos. Había cuerpos de cera donde se incrustaban las reliquias y relicarios, con los nombres de los santos.

En esa fiesta religiosa existía el elemento de la diversión y la alegría, con los llamados juguetes mortuorios y figuras de huesos de pasta de almendra. A principios de ese siglo comienza a cocinarse el pan de muerto que aún prevalece.

Los niños, en el siglo XIX, pedían en las calles su “tumba” o “calaverita”, en un paseo que se realizaba intermitentemente en el Zócalo, con tribunas montadas en las que iban personas de todas las clases sociales.

Fue a finales de ese siglo cuando se consolidó la costumbre de adornar las tumbas en los panteones.

CIENCIA

Ruy Pérez Tamayo

El médico define a la muerte como un proceso que ocurre a los seres vivos, que se inicia cuando los cambios son irreversibles; se caracteriza por pérdida de la complejidad de su estructura, de su organización y por la disminución de energía. La vida termina cuando la diferencia de este contenido energético con el medio ambiente es cero.

La muerte es indispensable para la vida, explica, sin ella no hay renovación ni recambio, y desaparece la posibilidad de inventar soluciones diferentes.

Como requerimiento esencial en biología, señala el médico, no hay muerte sin vida y no hay vida sin muerte.

El investigador indica que la muerte permite la renovación de las poblaciones que participan en la selección natural frente a las condiciones cambiantes del medio ambiente y es el mecanismo de eliminación de los individuos que han cumplido con una función biológicamente significativa: dar origen a otros individuos.

Por ello, Ruy Pérez refuta a Sócrates, quien aseguró que la muerte es la ausencia de la vida.

La muerte, enfatiza el académico, es parte de la vida.

DERECHO

Cuauhtémoc Reséndiz

Para el derecho, la pérdida de la vida ocurre cuando se presentan la muerte encefálica o un paro cardiaco irreversible.

En ese sentido, señala el abogado, la muerte es un hecho que produce consecuencias a partir del orden jurídico, que consisten en la creación, modificación, transmisión o extinción de derechos u obligaciones.

En el tema de la muerte, afirma el especialista, el derecho necesita la labor de los médicos, quienes certifican los fallecimientos. El derecho regula el destino final de un cadáver en cuanto a su inhumación o incineración y si sus órganos serán donados, lo cual ocurre de forma tácita siempre que no haya una oposición explícita.

El derecho también regula actos previos a la muerte, como la voluntad anticipada, que determina la manera en que una persona decidirá con antelación el tipo de tratamiento que desea recibir en caso de enfermedad o accidente. Desde 2012, en la Ciudad de México y 11 entidades más existe una legislación que regula este concepto.

La Ley General de Salud en México permite los cuidados paliativos que se administrarán a las personas con una enfermedad terminal, con la intención de disminuir el sufrimiento.

Esa legislación prohíbe la eutanasia y el suicidio asistido.

CRIMINALIDAD

Javier Sicilia

La muerte, señala el poeta y activista, se ha apoderado del sufrimiento de un país que ha perdido su vida política, social y humana.

La sociedad debe movilizarse para cambiar las condiciones tan violentas en las que se vive en México: “bajo la muerte, bajo la violencia, bajo cadáveres, fosas, desapariciones, descuartizamientos, torturas”.

El activista cuestiona si México no se encuentra bajo una nueva forma de Estado, “el estado del mal”, que monopoliza el uso de la fuerza con formas en las que está inmiscuido el crimen organizado.

Antes, señala, en un Estado totalitario había una máscara ideológica, siempre en función de una supuesta mejora de lo humano.

“En esta lógica, ya fallida, lo que vemos es un Estado que lo único que le interesa es gestionar capitales, y ahí interviene muy bien el crimen organizado. Detrás de estos crímenes hay más que dinero, hay gratuidad pura. Se trata de mal. Si seguimos aceptando esto, somos cómplices del horror. Estoy hasta la madre de esto”.

Al parecer, lamenta el poeta, la lógica del nuevo Estado es desaparecer y matar.

“Depende de la capacidad de indignación, de solidaridad y de amor que nos tengamos los ciudadanos de este país para detener eso”.

VIOLENCIA

Luis Astorga

La cantidad de muertes en México, que en la actual administración sigue en ascenso, es efecto del debilitamiento de los mecanismos de control por la desaparición del partido de Estado y la nueva correlación de fuerzas entre grupos delincuenciales y la clase política, explica el investigador Luis Astorga.

La muerte violenta está presente en México porque no hay una política de seguridad de Estado, sino sólo directrices de seguridad nacional.

“Como no hay nadie que les ponga un alto, los grupos delincuenciales buscan la hegemonía dentro de su propio campo delincuencial. Si no hay un grupo predominante, las luchas siguen. Están en juego negocios ilegales y legales, estos últimos a través del lavado de dinero. Si tú eres parte de un grupo delincuencial y ves que nadie te pone frente, vas por más, a menos que no tengas espíritu empresarial”.

Frenar esa espiral de violencia y muerte, asegura Astorga, está en manos de las fuerzas políticas, que tendrían que hacer a un lado intereses partidistas o personales.

NARRATIVA

Juan Villoro

Para el escritor, pensar la muerte en México lleva a enfrentar las noticias sobre la violencia que azota el país, que en cierta forma se ha convertido en una gigantesca necrópolis, con fosas comunes, y con grupos de personas que buscan a desaparecidos.

“Tristemente, en México aprendemos geografía a partir de las tragedias. Y nos enteramos de que hay un sitio llamado Acteal, otro llamado Ayotzinapa, otro llamado Tetelcingo, por sus muertos. No siempre estamos familiarizados con esta geografía”.

El periodismo, dice, ha abordado esa violencia, sin poder quedar al margen de la criminalidad. Recuerda que la muerte alcanzó a 16 periodistas en Veracruz bajo el mandato del hoy prófugo Javier Duarte. En su opinión, México se ha convertido en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.

CRÍTICA

Sergio González Rodríguez

Para combatir la violencia en México, el principio básico al que apela el auto de El hombre sin cabeza (2009) es la comprensión.

El escritor y periodista señala que se debe ahondar en la comprensión no sólo de la víctima, sino también del victimario, para entender el contexto de lo que sucede en el país.

González Rodríguez asegura que de esa forma se puede encontrar una vía hacia el futuro que permita también combatir la polarización en la sociedad.

“Ya no hay un lineamiento moral ni cívico que contenga a las personas. Tenemos que ahondar críticamente”, señala.

Llama a la sociedad a buscar una refundación integral en la que los otros no sean adversarios. Y evitar caer en estos abusos.

“Tenemos razón, tenemos reflexión, crítica, para darle un orden a esto que parece avasallador. El pánico no sólo es parálisis, sino también un motor de renacimiento”, argumenta.

PERIODISMO

Daniela Rea

La periodista, ahora especializada en temas de violencia, descubrió su interés por contar estas historias cuando se preguntó quiénes esperaban a los que eran asesinados. Eso dirigió su atención a lo que hay alrededor de las muertes.

Pensar la muerte en el actual contexto de violencia en México la llevó a reflexionar cómo ésta se ha convertido en un anhelo para quienes atraviesan circunstancias de violencia extrema, en una urgencia de recuperar el derecho a la muerte como reacción ante las desapariciones y la tortura.

De sus experiencias, extrae de la memoria el relato de una amiga suya cuyo esposo está desaparecido; ella se pregunta cómo explicarle a sus hijos que su padre no está ni vivo ni muerto.

Las miles de desapariciones, apunta, trastocaron tanto el sentido de la muerte como el de la vida.

“Se nos ha quitado tanto que ahora tenemos que pelear la posibilidad de recuperar nuestro derecho a la muerte”, dice.

CRIMINALÍSTICA

José Ramón Cossío Díaz

El ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación subraya el vacío legal que existe en México para la atención de las desapariciones forzadas.

Las declaraciones de ausencia y presunción de muerte que existen en el derecho civil son insuficientes para atender una problemática que va mucho más allá del plano individual.

“Tenemos un fenómeno colectivo para el que las respuestas no están siendo pertinentes. Algo de lo que echo en falta en el orden jurídico mexicano es una clasificación de desaparecido. Debemos de tener una definición para empezar desde ahí a levantar registros precisos y tomar muestras, de los restos, de lo que penosamente son pedazos de lo que fue un cuerpo. Ya no es el caso individual”.

El jurista advierte que esta problemática, además de afectar a las familias que no cuentan con un cuerpo ante el cual realizar los ritos y procesos de desaparición o desprendimiento, generarán una afectación en el futuro, como los casos que aún enfrentan las secuelas de las dictaduras sudamericanas.

FILOSOFÍA

Rodolfo Vázquez

El filósofo se pregunta qué es la dignidad. Y ensaya una posibilidad: “quizás ser digno significa acercarme a alguien en donde pueda percibir ciertos límites morales que no puedo trasgredir. Mi acercamiento a la dignidad es de tipo negativo”.

En ese sentido, la dignidad implica que una persona es inviolable. No debe ser discriminada. No se le debe provocar sufrimiento. No se le puede provocar dolor ni crueldad ni humillación.

Para la muerte digna, argumenta, se debe seguir esa ruta.

“Una sociedad decente es una sociedad que sabe qué hacer con esas personas, que sus instituciones están hechas con esa decencia. Una sociedad es decente cuando sus instituciones no humillan a las personas. Necesitamos construir sociedades decentes y no humillantes”, señala.

HISTORIA

Javier Garcíadiego

El académico de El Colegio de México dice que la muerte es una de las tres reflexiones más constantes del ser humano desde siempre. Otra puede ser la creencia en fuerzas trascendentales y, una más, la preocupación por el pasado, de dónde venimos y cuál fue la vida de nuestros ancestros.

Si se revisan los antiguos vestigios arqueológicos, explica, se comprueba que tienen que ver con la muerte.

Para el investigador, la cercanía con la muertes en la que se le coloca al mexicano obedece a la cantidad de asesinatos que se han dado a lo largo de la historia nacional.

“Desde el siglo XVI, como una secuela de la Conquista, por las epidemias, cambios alimenticios y demás, la población originaria se desplomó en un 80 por ciento. Se calcula que se pasaron de 20 millones a 4 millones, hacia el siglo XVII. Esas muertes en las familias, que tuvieron varios muertos, hicieron de la muerte algo muy cercano, muy inmediato, por eso se le trata con tanta familiaridad. Esto se daba en las religiones de los pueblos originarios y en la religión cristiana”.

En la Revolución, precisa, la muerte se volvió cotidiana, con casi 2 millones de fallecimientos en menos de una década.

“La gente se acostumbró a ver colgados, a oír de fusilados, ver fotografías en la prensa de grandes batallas, de restos humanos...”.

POLÍTICA

Enrique Krauze

La forma en que el historiador se acercó a la reflexión sobre la muerte en México fue con el análisis de las muertes de los presidentes mexicanos de la segunda mitad del siglo XX.

“El PRI produce muertes patéticas. (Adolfo) Ruiz Cortínez, un hombre responsable, serio, carrancista, murió en Veracruz, en un cuarto con las persianas oscuras, deprimido”.

Adolfo López Mateos, describe el escritor, también murió enfermo por la gran cantidad de aneurismas que padeció. “Muy querido por la gente, ya deforme, nadie podía verlo”.

Gustavo Díaz Ordaz, el hombre que provocó la masacre en Tlatelolco, que nunca pudo entender a los jóvenes, fue visto en Las Vegas con el pelo largo poco antes de morir.

“A López Portillo lo entrevistamos en sus últimos meses en la más absoluta amargura y tristeza llorando amargamente por la oportunidad perdida que echó por la borda. De la Madrid murió enfermo, pero deprimido. Yo lo que digo es que el poder hace eso”.

Krauze señala que hay dos tipos de muerte que importan en la Historia, las significativas y las trascendentales.

Identifica tres que cambiaron el rumbo de México: la de Francisco I. Madero, la de Álvaro Obregón y la de Luis Donaldo Colosio.

SALUD PÚBLICA

Rafael Lozano

La salud pública en México es de claroscuros. La mortalidad de los niños disminuye, pero la de los jóvenes y adultos no.

Las principales causas de muerte masculinas entre 15 y 49 años son violencia interpersonal, accidentes de tránsito, suicidio y cardiopatía isquémica. Y enfermedad renal crónica, accidentes de tránsito, diabetes y cáncer de mama, para las mujeres.

La mortalidad de los hombres por homicidio repuntó a partir de 2005. Para 2010, las tasas de homicidio volvieron a ser comparables a 1985, y la esperanza de vida en el sexo masculino por esta razón cayó medio año, con lo que se rompió una tendencia ascendente que se mantenía desde el final de la Revolución Mexicana.

El director del Instituto Nacional de Salud Pública, Rafael Lozano, señala que la muerte prematura, que ocurre antes de la edad promedio, es por enfermedades no transmisibles y violencia.

Las cinco causas de muerte prematura en México en 1990 eran cardiopatías isquémicas, infecciones respiratorias, enfermedades diarréicas, diabetes y accidentes de tránsito.

En 2015, fueron cardiopatías isquémicas, enfermedad renal crónica, diabetes, violencia interpersonal y anomalías congénitas.

La mitad de las muertes en México (entre 48 y 52 por ciento) son prevenibles.

En el caso de las enfermedades infecciosas opera la lógica de: a menor desarrollo, mayor mortalidad; pero en las crónicas resulta a veces que a mayor desarrollo, mayor mortalidad.

“Disminuir la mortalidad no es sólo responsabilidad del sector salud, sino de la industria y la población”, advierte.

RELIGIÓN

Amparo Espinosa Ruigarcía

La Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad realizó un estudio en que 71 por ciento de los católicos encuestados dijeron estar a favor de la eutanasia, por encima del 68.3, que es la media nacional. Los que se autodefinieron como judíos, sólo 3 por ciento estuvo a favor de que a un enfermo terminal se le adelantara la muerte.

Según los datos de la investigadora, los encuestados querían seguir considerándose católicos, pero aceptaban su desacuerdo con la postura de la jerarquía católica.

La encuesta revela también que, aun cuando los mexicanos en su mayoría celebran el Día de Muertos, la mitad dijo que, a lo mucho, piensan una vez al año en la muerte.

La especialista coincide con la idea de que los mexicanos se mofan de la muerte, pero no hablan de ella.

De acuerdo con los resultados, 45 por ciento dice que no habla con nadie de la muerte y sólo .3 por ciento lo hace con su médico.

La psicoanalista señala que los rituales ahora son las visitas en los hospitales en la búsqueda de una segunda opción, laspsos en los que en ocasiones las personas mueren, pero no hay un espacio de tranquilidad o despedida.

“Llama la atención que dicen no hablar de la muerte, pero cuando se les pregunta si adelantarían su muerte si tuvieran mucho dolor, dicen que sí”.

Nadie se prepara para la muerte, lamenta la investigadora. Sólo 19 por ciento sabe que existe un documento de voluntad anticipada y sólo 4 por ciento ha firmado alguno.

“La muerte no es tema en este país”.

LEYES

Diego Valadés

La eutanasia, señala el constitucionalista y académico, es una cuestión que debe ser abordada con múltiples instrumentos de análisis y enriquecerla con una discusión franca, abierta y constructiva, porque se trata de una cuestión central sobre el dolor y la dignidad humanas.

La democracia mayoritaria que caracterizó al siglo XIX ha sido sustituida por una nueva concepción en la que los derechos no son de la mayoría sino de la totalidad de los integrantes de un Estado, por lo que son tan relevantes las opiniones de la mayoría como de la minoría o de la singularidad. Esto, entre otras cosas, se asegura con un concepto de Estado laico.

La eutanasia es permitida en naciones como Colombia, Países Bajos, Bélgica, Uruguay, Perú, Japón, y en ciudades de Estados Unidos como Washington, Oregon y California.

En México, afirma, la disposición y aceptación respecto a la eutanasia es bastante más amplia de lo que podría pensarse a primera instancia. Pero no es un tema resuelto.

PSIQUIATRÍA

María Elena Medina-Mora

Hablar de la muerte desde la psiquiatría es hablar de suicidio. Y en México, hablar de suicidio, es hablar de la muerte de su bono demográfico, pues el mayor porcentaje de personas que intentan quitarse la vida tienen entre 15 y 29 años.

La investigadora explica que el hecho de que la mayor parte de quienes piensan en el suicidio tengan 15 años de edad, en gran parte se debe a la depresión, que es la primera causa por la que los mexicanos tienen días sin salud, y genera más pérdidas económicas que cualquier otra enfermedad crónica.

Entre los jóvenes de 15 a 29 años de edad, por presentarse en una etapa en la que se superaron las enfermedades al nacer y en la que aún no adquieren las principales enfermedades crónico degenerativas, el suicidio es una de sus principales causas de muerte en México: la tercera entre las mujeres y la cuarta, entre los hombres.

Sin embargo, la mayoría de quienes consuman su intención de quitarse la vida son hombres; hasta 2014, 8 de cada 10 suicidios fueron cometidos por personas del sexo masculino.

Y la cifra va en ascenso. La tasa de suicidios, de 2000 a 2014, pasó de 3.5 por cada 100 mil habitantes a 5.2.

La especialista asegura que el suicidio es un problema de salud pública que debe ser atendido por las autoridades, pero en cuya solución deben participar todos los sectores de la sociedad.

LITERATURA

Vicente Quirarte

El poeta y narrador advierte la diversidad de miradas que existen sobre la muerte, distinta para todos. Si los teólogos o filósofos reflexionan de manera diversa sobre la muerte, indica, los poetas no tienen una sola experiencia ni la traducen de la misma forma.

Para el escritor, todo acto verbal, trasladado a la página, es en sí una lucha contra la muerte, la sed de imprimir la huella, el afán de no ser barrido por el tiempo. “La palabra escrita rinde testimonio de lo que somos, de lo que fuimos cuando ya no estemos”.

La gran paradoja de la muerte, indica, es la presencia ausente y la ausencia presente.

Como ejemplo, cita a Elías Nandino, en una cuarteta del poema Décimas a mi madre difunta:

“¿Cómo puede ser ausencia/ una ausencia en que la muerte/ sólo me priva de verte/ pero no de tu presencia?”.

La muerte, como uno de los temas más recurrentes en la poesía y el arte en general, destaca Quirarte, se evidencia en los epitafios, que son un resumen de la vida de los poetas.

De nuevo Elías Nandino, esta vez citado de memoria, por su discípulo, el también poeta Jorge Esquinca:

“En la soledad obscura de los párpados cerrados de este pozo están guardados los restos de mi figura. Es todo lo que perdura de mi carne enardecida que, por arder sin medida, expiró, y me dio la suerte de no morir de mi muerte, a mí me mató la vida”.

Y uno más, de Javier Villaurrutia, integrante de Los Contemporáneos, el grupo de intelectuales mexicanos nacidos en su mayoría a principios del siglo XX, quienes fueron de los que más meditaron sobre la muerte: “Duerme aquí, silencioso e ignorado, el que en vida vivió una y mil muertes. Nada quieras saber de mi pasado, despertar es morir, no me despiertes”.

ÉTICA

Arnoldo Kraus

Además de tener una carrera como médico, ha escrito cientos de páginas sobre la muerte digna y sobre ética médica, un término que él mismo considera pasado de moda, avasallado en facultades de medicina y hospitales por los intereses del mercado.

Calidad de muerte, enfatiza, es un término del que se habla poco, predomina el biopoder médico, ejercido por médicos, autoridades o por la industria farmacéutica.

En la actualidad, se impone una arrogancia médica que define la salud a partir de una serie de requisitos para ser una persona sana y estar, aparentemente, alejado de la muerte.

“Cuando la tecnología se ejerce en exceso, cuando se ejerce sin saber cómo hacerlo, borra a la persona y se interpone entre médicos y enfermos. Entre menos clínico es el médico, entre menos lo conoce, solicita más exámenes, que genera una cadena de errores: al no saber qué le sucede al enfermo, pide un examen para cubrir su ignorancia; al no saber interpretar el examen, pide un segundo examen o invita a un segundo médico a opinar, y se va haciendo un error en cadena. ¿Esto sucede?, sí. Sucede todo el tiempo, sobre todo en la clínica privada, donde hay dinero para cubrir todo eso”.

La lealtad del médico debe ser hacia el enfermo, no hacia los hospitales, las farmacéuticas o el dinero. Esto implica, añade Kraus, permitir el momento de morir con dignidad.

“Para quienes tienen la suerte de pensar en su muerte, morir en el siglo XXI resulta mucho más complejo que antaño. La tecnología médica prolonga, muchas veces innecesariamente, vidas sin vida. Hay que morir como ser humano, investido de dignidad, hacerlo cuando sea el momento preciso, tomar las riendas del final, y no atenerse a dictados médicos o religiosos. Ser yo hasta el final.

“Mitigar el dolor y aliviar el sufrimiento físico y anímico es indispensable, no lo es evitar los diálogos finales con uno mismo y con sus seres queridos. Morir con dignidad y arropado por los seres queridos es un privilegio, que facilita comprender los sinsabores del viaje sin regreso. La muerte nunca es problema del finado, el tiempo de la muerte se entiende mejor cuando se camina y se acompaña al moribundo”.

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