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La periodista Sanjuana Martínez: “La vida de las mujeres no vale nada en México”

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EFE

La periodista mexicana Sanjuana Martínez sabe que ejercer su profesión tiene para ella un doble riesgo. Dedicarse al periodismo en su país y ser mujer la convierte en un objetivo más vulnerable. Aunque sufre esta amenaza, porque ha visto morir a compañeras de oficio, está decidida a seguir: “Alguien tiene que contar que la impunidad está haciendo que la vida de las mujeres no valga nada en México”.

Sanjuana Martínez ha participado esta semana en las I Jornadas Internacionales Feministas que han reunido a más de treinta ponentes de diferentes países y a más de quinientas asistentes en Zaragoza, en un encuentro donde el feminismo se ha posicionado como motor decisivo para transformar el mundo.

Un mundo donde la vida de la mujer vale poco o nada en no pocos países. México es uno de ellos, afirma Sanjuana Martínez, quien aporta, en una entrevista con Efe, datos escalofriantes. En los últimos tres años 10.000 mujeres han sido asesinadas en su país, una cifra que le lleva a afirmar que México entero “es tierra de feminicidios”.

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Y asegura que el narcotráfico está detrás de este “genocidio auténtico”. Lo llama así, genocidio, porque cada día se producen nueve feminicidios en su país, y todo ello con una impunidad que llega al 90 % de los casos, precisa.

“El cuerpo de la mujer se ha convertido en el botín de esta guerra contra el narcotráfico que parece interminable”, comenta.

Los narcos, explica Martínez, han diversificado su actividad hacia la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. “Se han dado cuenta de que vender a una niña de diez años doscientas, trescientas o cuatrocientas veces les da más dinero que vender un cuerno de chivo o una kalashnikov, y el tráfico humano con fines de explotación sexual ha desplazado al tráfico de armas”, afirma.

Para explicar esta realidad, Sanjuana Martínez no habla sólo de narcotráfico, sino de narcopolítica. “En estas redes de trata de seres humanos están inmiscuidos hombres del poder político, empresarial y comercial”, asegura.

Las mujeres que viajan en las largas caravanas de migrantes procedentes de Centroamérica son también víctimas de estas redes de explotación sexual.

“Las centroamericanas se toman su píldora anticonceptiva antes de embarcarse por su travesía por México para el sueño americano porque saben que van a ser violadas por sus propios compatriotas o por policías mexicanos o por narcotraficantes”, relata.

En muchos casos son también secuestradas y llevadas a la frontera para “surtir el mercado sexual norteamericano”, lo que genera “historias terribles” de niñas secuestradas.

Historias “francamente dolorosas”, a las que Sanjuana Martínez se enfrenta a diario. Lo hace con el convencimiento de que el periodismo no sólo se limita a publicar información o denunciar una situación, sino que es un agente de cambio. “Creo en el periodismo en el que creía Kapuscinski, el periodismo que pretende un cambio de una realidad que no nos gusta”, subraya.

Pero nadie merece trabajar en estas condiciones, con esa “zozobra permanente”. “Cuando sales de casa no sabes si vas a volver, lo único que una piensa es que sea una muerte rápida”.

Lo dice porque los asesinatos que han sufrido sus compañeras han sido verdaderamente “horrorosos”. Tienen un componente de género, porque todas ellas han sido torturadas sexualmente antes de morir. “Después han sido quemadas vivas o decapitadas con su cabeza expuesta en una plaza junto a un teclado de computadora”, recuerda.

Ese “aliento fétido de la muerte” que ella y sus compañeras sienten sobre el hombro les lleva a hablar de la muerte con sus propios hijos. “Es muy difícil hablar de la muerte con tus hijos y decirles que por mi trabajo a lo mejor voy a morir, pero uno tiene que hacer estas cosas, es nuestra realidad y nos hemos quedado aquí porque alguien lo tiene que contar y porque quiero cambiar mi país”.

El apoyo con el que cuentan estas mujeres para hacer su trabajo procede de ellas mismas. “El Estado es juez y parte en todo esto”, relata, así que han sido ellas las que se han organizado y han tejido redes para salvaguardar sus vidas.

“Estas redes son las que nos salvan la vida, son nuestra esperanza, y, sobre todo, el apoyo internacional, congresos como éste (en referencia a las I Jornadas Internacionales Feministas de Zaragoza) que nos dan visibilidad”.

Tan convencida está de ello que llega a afirmar: “El feminismo me ha salvado la vida”.

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