Anuncio

La belleza imperfecta de la nadadora Liliana Ibáñez

Share
EFE

El momento más humano de la nadadora mexicana Liliana Ibáñez en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla estuvo relacionado con la imperfección, cuando su cuerpo colapsó por el cansancio y tuvo que acudir a su fortaleza mental para afrontar dos finales en menos de media hora.

En la mañana del sábado 21 de julio Ibáñez fue tercera en su serie de 200 metros estilo libre y menos de media hora después ganó la eliminatoria de los 50 mariposa. Se había clasificado para dos finales, pero no le quedaban fuerzas y pensó en renunciar a una.

“Le dije al entrenador ¿cuál nado? y me dijo: piensa en el 200 y el 50 de mariposa vendrá después. Hice en 200 mi mejor tiempo desde 2011 y con la adrenalina nadé la otra final”, cuenta a Efe Ibáñez al detallar su proeza de ganar dos bronces en 26 minutos.

Anuncio

Si bien fue la deportista más premiada en los juegos, con cinco medallas de oro, una de plata y tres de bronce, los mejores recuerdos de Liliana no tienen que ver con las victorias.

Las dos veces que lloró con más sentimiento fue al quedar tercera la misma noche en 200 libres y 50 mariposa y con la plata en los 50 de estilo libre.

“Es mi medalla favorita porque me quedó la espinita de no terminar primera y porque el tiempo de 25.15 segundos tiene un significado especial; quedé a 15 centésimas de bajar de 25, mi meta de vida”, asegura.

Lo más emocionante de esa prueba fue el nombre de la ganadora, su amiga colombiana Isabela Arcila, con quien compartió habitación en la Universidad.

“Antes de salir le dije, te quiero un chorro, pero te voy a ganar; me venció por cuatro centésimas y siento que se la cobro en Lima”, dice en referencia a los próximos Panamericanos.

Aunque es una joven con un físico ideal para nadar, con extremidades largas y fortaleza física, Liliana Ibáñez hizo la diferencia en Barranquilla con su mente, entrenada con rutinas de monjes aprendidas cuando tocó fondo el año pasado al llegar a pesar 80 kilos.

“Empecé a poner reglas como dormir 8 horas, hacer yoga y ejercicios de meditación. No medité 8 horas como los monjes pero sí 10 minutos y me volví más espiritual y centrada”, confiesa.

Además de eso, Liliana se convirtió en su propia cocinera, se instruyó sobre la manera sana de comer y evitó alimentarse fuera de su casa, lo cual la llevó a competir con 59 kilos de peso.

Es una atractiva mujer de hombros sólidos y ojos luminosos, un portento físico con condiciones para meterse en la final olímpica de Tokio 2020, pero su secreto ha sido asumir el deporte por el lado humano, con calidez en las relaciones personales.

A su entrenador de la Universidad de Texas A&M, Steve Bultman, lo llama abuelo por el cariño con que la trata, a la colombiana Arcila, su enemiga más íntima en la región, le prepara el desayuno, y hasta con su propio cuerpo creó una armonía, al darle órdenes como si fuera un animal doméstico.

“Lo que me ha beneficiado es tener el control de mi mente, mi cuerpo y mis pensamientos. Eso se reflejó en Barranquilla porque más que un juego físico, fue un juego mental; el físico a los tres días no te da”, explica.

Aunque es velocista, para aguantar la exigencia de competir 16 veces en los ‘Centrocaribes’, Liliana se entrenó con los nadadores en distancias largas y tuvo días de nadar casi 18 kilómetros, algo inusual en una especialista en 50 metros.

“Lo más importante es mantener la disciplina ante la monotonía de ver la misma raya azul, querer hacer otra cosa y que te queden 10 repeticiones de 300 metros y el aburrimiento de seguir dándole dolor a tu cuerpo cuando ya no quieres”, confiesa.

“La belleza no admite perfección: Las manzanas rojas provocan desconfianza”, escribió el escritor Juan Villoro en uno de sus libros más humanos.

Liliana Ibáñez lo confirmó en Barranquilla; ganó cinco medallas de oro en pruebas de relevo, pero guarda más en su corazón el segundo lugar en 50 metros libres.

“No veo esa plata como plata sino como un triunfo. Fue el mejor tiempo de mi vida y al terminar Isabel Arcila y yo nos abrazamos llorando”, confiesa, orgullosa de su lado vulnerable.

Anuncio