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Las raíces mexicanas que mantienen en pie la casa de Hernán Cortés

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EFE

Sebastián, un chaval mexicano de piel morena y voz costeña, se sabe de memoria la historia de la primera casa construida en América por el español Hernán Cortés: una edificación surrealista hecha con corales, baba de caracol, ostión y de nopal que hoy es abrazada por raíces de árboles milenarios.

“La casa se fundó en 1523 o 1524 y quien la manda a construir es Hernán Cortes”, recuerda el joven de 18 años, quien cuenta con detalle la historia de la vivienda ubicada en la localidad de La Antigua, una población asentada en el oriental estado de Veracruz, puerta de entrada de los españoles a América.

A 400 kilómetros de la capital del país, cuatro habitaciones de las veintidós originalmente levantadas, resisten el paso del tiempo gracias a la protección que les brindan tres árboles que se mimetizaron con las paredes alzadas por indígenas.

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Se trata de árboles conocidos como amate, porque de sus entrañas se sacaba el papel amate ó árboles mata palo o higuerilla, porque sus potentes raíces estrangulan a cualquier competencia y envuelven en sus entrañas las paredes de una vivienda que respira historia.

Durante décadas la versión oficial mantuvo que se trataba de la vivienda que habitó el conquistador Hernán Cortés, que en 1519 desembarcó en el islote de San Juan de Ulúa, frente a las costas donde hoy se asienta el moderno puerto de Veracruz (Golfo de México).

Meses antes del comienzo de la conmemoración de los 500 años de la llegada de Cortés a México, el joven Sebastián Velázquez Hernández decide poner en su justa dimensión la historia de este amasijo de piedra bola o china, piedra volcánica, lastre, tabique y coral.

“No, aquí no vivió Hernán Cortés, esto fue una casa de paso, cuando él llegó se fue directamente al centro de la nación azteca”, dice mientras toca con sus manos las paredes que se mantienen en pie gracias al pegamento mezcla creado por indígenas totonacas a base de baba de caracol, nopal, ostión y agua de mar, pero también a cal calcinada, concha de mar y miel de abeja.

Aún hay restos del color azul extraído de vegetales y el rojo carmín sacado de las cochinillas, un insecto que tiene esa coloración, en los muros que colocaron los indígenas del imperio totonaca, uno de los grupos étnicos más importantes de Mesoamérica.

Las investigaciones históricas cuentan que Cortés construyó chozas y se encargó de fundar un ayuntamiento al que denominó La Villa Rica de la Vera Cruz frente a costas del Golfo de México, pero los fuertes vientos y huracanes complicaron la continuidad del asentamiento.

Cortés buscó un lugar más seguro y en 1523 o 1524 fundó La Antigua, a la orilla del río Huitzilapan, donde llegó con 200 españoles y más de 600 esclavos negros que se hacían cargo de transportar la carga.

“Esta casa era para los españoles, llegaban y se quedaban aquí, y se utilizaba también como casa de armamento y posteriormente refugio de negros esclavos”, agrega Sebastián, que en sus ratos de ocio hace de guía en esta localidad.

La entrada y dos cuartos principales, un pozo, una noria, una caballeriza, un horno para elaborar y una barda fueron restauradas hace un par de años por autoridades federales que frenaron el deterioro de la casa y conservaron su esencia de ruina, en una convivencia total entre la naturaleza y la construcción histórica.

En sus patios yace un cañón que viajaba en uno de los galeones españoles, esas embarcaciones que formaban la columna vertebral de la Flota de Indias.

El cañón ha resistido el tiempo, como la vivienda, pero pagando su respectiva factura: de cinco toneladas que llegó a pesar, ahora sólo son tres y media por la corrosión.

El historiador Abel Juárez Martínez recuerda que Cortés logró establecer el cabildo y se convirtió en gobernador y líder máximo de las tierras exploradas.

“Después de recibir múltiples regalos como joyas y alimentos, Cortés convenció a los emisarios mexicas que él era un enviado de Dios”, afirmó el investigador de la Universidad Veracruzana (UV).

Sebastián, el joven guía, asegura sentirse parte de esa historia, ser un descendiente de esos españoles que habitaron esta tierra y que de la mano de Cortés sometieron a los indígenas, aunque su tono de piel sea más parecida a la de los negros africanos, la tercera raíz de los mexicanos.

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