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Sismo pone de relieve los puntos débiles del centro de la capital mexicana

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Estatuas caídas, bóvedas colapsadas y templos cerrados; estas son algunas de las consecuencias que el poderoso terremoto del 19 de septiembre dejó en el centro de la Ciudad de México, que arrastra históricamente un problema de hundimiento por la composición del suelo.

El sismo de magnitud 7,1 y el otro ocurrido el 7 de septiembre pasado dejaron, en once estados del país, más de 18.000 inmuebles históricos y de valor cultural dañados, de acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

En el casco histórico de la capital, si bien no se han registrado daños especialmente preocupantes en comparación con otras regiones -como en las faldas del Popocatépetl, donde los primeros monasterios franciscanos han quedado severamente dañados-, sí ha golpeado edificios emblemáticos como la Catedral Metropolitana.

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El movimiento telúrico del día 19 hizo que de la catedral se cayera una de las tres estatuas que coronan la fachada principal y que representan las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad).

La “esperanza” quedó hecha pedazos, y técnicos del INAH y la Secretaría de Cultura trabajan para hacer una “restauración total” de la misma, mientras las otras dos obras creadas por el arquitecto Manuel Tolsá han quedado en riesgo de desprenderse, afirma a Efe el coordinador de Monumentos Históricos del INAH, Arturo Balandrano.

Se está considerando la posibilidad de bajar las dos estatuas y conservarlas en el museo del templo, para poner en su lugar réplicas más ligeras, explica.

En general, la catedral no ha tenido daños “severos que comprometan la estabilidad arquitectónica del conjunto”, aunque se han visto afectadas las torres campanario, que han quedado con grietas, fisuras y algunos desprendimientos de elementos decorativos.

También se ha restringido el uso del atrio, “por la posibilidad de que pueda caer algún fragmento” de piedra.

Después del sismo, personal del INAH recomendó a las autoridades reducir aquellas actividades que pudieran generar vibraciones en el Zócalo, donde se sitúa la catedral.

No obstante, el 8 de octubre se celebró un macroconcierto benéfico tras el cual el vocero de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, dijo que el evento había causado más daños en la catedral.

Respecto a este punto, el coordinador sostiene que el concierto “no afectó a la catedral de ninguna manera”, y que técnicos estuvieron realizando un monitoreo para constatar que se respetaban los límites de vibración.

Otro edificio que resultó con daños fue la Iglesia de Santo Domingo, que tuvo que cerrarse para resguardar las seguridad de los visitantes.

Como ocurrió en otros inmuebles, el terremoto volvió a activar grietas y fisuras que hay que mantener vigiladas por el riesgo al que habitualmente se ven sometidas las construcciones.

Y es que el suelo de la Ciudad de México ha favorecido históricamente que los edificios se hundan, porque la capital fue construida sobre una cuenca lacustre que a la llegada de los españoles ya se encontraba en proceso de desecación.

Por esto, las autoridades consideran “un reto” mantener la estabilidad de las construcciones del centro histórico, apunta Balandrano, quien dice que un ejemplo de los esfuerzos destinados a este fin es la cimentación que se hizo algunos años en la Catedral y el Sagrario Metropolitano.

Dentro del perímetro del centro histórico, la iglesia de Nuestra Señora de Loreto y la Parroquia de Santa Catarina son los que presentan “los daños más serios”.

El sitio arqueológico del Templo Mayor resultó indemne, aunque un par de edificios que colindan con él y que son utilizados para prestar algunos servicios a los visitantes manifestaron grietas y fisuras por el sismo, que no comprometen la seguridad del recorrido por el lugar.

En los alrededores del casco histórico, el templo de Nuestra Señora Reina De Los Ángeles, en la colonia popular Guerrero, vio cómo parte de su cúpula octogonal se derrumbó y quedó bastante vulnerable a “cualquier vibración”; la cubierta está “muy fracturada” y es necesario apuntalarla, explica Balandrano.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Cultura, la recuperación en todo el país del patrimonio histórico y cultural dañado por el sismo abarcará un periodo de unos 30 meses y tendrá un costo total aproximado de más de 10.000 millones de pesos (unos 521 millones de dólares).

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