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Rafael Espino, el hombre que pasó “siete años engañado” esperando un órgano

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La donación de órganos en México se ve empañada por la desinformación, como muestra el caso de Rafael Espino, un joven de 33 años diagnosticado con insuficiencia renal que pasó “siete años engañado” al pensar que figuraba en lista de espera mientras se sometía a agresivos tratamientos de hemodiálisis.

Esta historia comenzó entre náuseas y desmayos cuando Rafael tenía 25 años y al caminar por la calle se fatigaba constantemente “como si corriera un maratón”, el primer indicio de un martirio que le quitó su juventud.

Insuficiencia renal crónica en fase terminal fue el diagnóstico que le dieron los médicos de una clínica del Estado de México para mandarlo inmediatamente a sesiones de hemodiálisis cada tres días.

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“Nunca se me habló de un trasplante ni de la posibilidad de que eso podía cambiar mi vida”, dijo, y añadió que la hemodiálisis “es un tratamiento que puede ser agresivo, algo que tampoco te explican”.

Un día se le comunicó que necesitaba urgentemente varias transfusiones de sangre pues sus niveles de hemoglobina estaban muy bajos (cinco gramos por cada decilitro), por lo que su esposa y su madre acudieron a un hospital de Ciudad de México para obtenerla.

Allí les aseguraron que su pariente ya estaba en lista de espera para obtener un trasplante, aunque sin recibir ningún número de referencia. Pasaron siete años.

“Esos siete años me los pasé con la ilusión de que me iban a llamar para un trasplante”, recordó Espino.

Un día, por un dolor en el corazón, Espino acudió de nuevo al mismo hospital de la capital, donde se le canalizó al departamento de trasplantes y se le solicitó el número de referencia que asigna el Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra) tras unos estudios protocolarios de compatibilidad. La familia no tenía tal número.

Esto le sacó de la ceguera. “Se puede decir que viví siete años engañado. Nadie me dijo que iniciara ningún protocolo”, aseguró el joven, protestando de la falta de tacto del sistema de salud.

La donación de órganos y tejidos en México aumentó 75 % en el periodo 2010-2016 aunque todavía hay mucho por hacer en la materia, afirmó en octubre pasado el secretario mexicano de Salud, José Narro.

En la actualidad, 13.000 mexicanos están a la espera de la donación de un riñón y otros 7.000 de una córnea, según la Secretaría de Salud.

Tras realizar pesados trámites burocráticos y costosas pruebas de compatibilidad, casi por justicia poética, tras entrar a la lista de espera correcta solo pasó un mes y 20 días cuando recibió “la llamada que todos esperan”, la que te dice: “Hay un órgano para ti”.

“Después de ser trasplantado acudí a mi sala de hemodiálisis, digo mi sala porque viví siete años ahí, y di una plática. Les dije que se trasplantaran”, contó.

La etapa posterior no es fácil, ya que son tres meses de toma de inmunosupresores para que el órgano no sufra rechazo del organismo. No es posible trabajar y, por tanto, quienes no cuentan con seguro social no perciben ningún ingreso, lo que conduce a una situación de aislamiento en ocasiones desesperada.

Indicó que su esposa tampoco podía salir a trabajar porque él requería ayuda constante. “No podía salir de un aislamiento donde ella me alimentaba, me llevaba el agua y todo”, recordó.

Alejandra García es la persona que le acompañó en todo este proceso apenas un año después de su casamiento, y que, según contó a Efe resultó complicado ya que conlleva “aprender a vivir también con una enfermedad que no sientes físicamente”.

“Vivir con una persona que en cualquier momento puede darle un infarto o ya no va a amanecer un día es una de las peores cosas de la vida”, reconoció.

Sobre el sistema de salud pública, la joven denuncia el conformismo, que prefiere anestesiar con fármacos que dar esperanza. “Ya mejor déle sus mejores días y espere a que se muera, mejor ahorre el dinero para su funeral”, aseguró que le dijeron en el hospital.

La presidenta de la fundación Trasplante y Vida, Carolina Silva, habló con Efe sobre las vicisitudes que pasan algunos pacientes que acuden a su institución, que colabora directamente con las instituciones públicas, y aseguró que “en México falta cultura de la donación”.

“Hay mucha falta de información en los pacientes ya que se atienden en instalaciones públicas con cantidades ingentes de gente”, argumentó.

Sobre la lentitud en los procesos opinó que es algo que “podríamos tener resuelto” pero es “la falta de cultura de los hospitales y la voluntad de hacerlo” lo que rezaga el proceso.

Espino es una víctima extrema de la desinformación que sufren algunos pacientes con bajos recursos en México y que, poco a poco, parece querer resolverse mediante asociaciones que subsanan el desborde de trabajo de los sistemas de salud.

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