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Vivió 20 años como mujer porque “el diablo” lo controlaba

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Jenna estaba a punto de modificar sus genitales masculinos a través de una cirugía para convertirse físicamente en la mujer que anhelaba. Sin embargo, los golpes de la vida la hicieron “buscar a Dios” y terminó identificándose como Michael, el hombre tal cual nació.

Ahora, el joven de 35 años de edad, repasa su vida convencido de que “el diablo” se había apoderado de su cuerpo al vivir más dos décadas como una mujer transgénero.

Actualmente, se estima que en Estados Unidos hay más de 700 mil personas transgénero, o cerca del 0.2 o 0.3 por ciento de la población, según un reporte elaborado por el demógrafo Gary Gates del Instituto Williams de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

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Michael señala que él va contra esta corriente en busca de “la fe” y la “salvación” sin importar quién lo critique.

Michael se encuentra en Jenna

De padre puertorriqueño y madre nicaragüense, el joven no creció en un hogar disfuncional, de hecho sus padres creían que porque el niño mostraba comportamientos diferentes a su género, este había heredado la maldición que había sufrido un tío; el vestir como mujer durante su vida y morir del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).

“No recuerdo mucho de mi infancia, pero mi mamá cuenta cómo desde la edad de tres años, ya me ponía su ropa y sus tacones”, dice Michael con una voz suave.

“Me gustaba jugar con cosas de mujeres. Mientras mis primos jugaban básquetbol y futbol, yo siempre estaba alrededor de mis primas jugando con barbies”, sostiene.

Una tarde común y corriente, el menor de 12 años de edad llegó a la secundaria tarde, por lo que fue puesto de castigo en un salón donde se encontraba otro menor transgénero. La amistad surgió entre ambos y “fuimos a buscar ropa de mujer y una peluca para ir a una disco a la que él iba siempre… Ahí empezó todo”.

Esa noche Michael se bautizó como Jenna, se vistió de mujer y se prostituyó con un hombre por primera vez”, recalca con vergüenza.

Durante dos años más, “vivía dos vidas, en la mañana era un joven regular de jeans, camisa polo y mi mochila, en la noche me vestía de mujer”. Pero esto no le era suficiente. A la edad de 14, el adolescente se salió de su casa para vivir una vida de mujer.

Jenna retoma la vida de Michael

Con el dinero de la prostitución, ahora Jenna pudo solventar un tratamiento de hormonas clandestino.

“En ese tiempo yo me ponía hormonas (perlutal) de una botánica. El tratamiento no me permitía desarrollar como hombre; me afinaban a voz y me hacían los pechos crecer”, dice ahora Michael.

A los 17 años Jenna dejó que le colocaran medio litro de galón de silicón en cada nalga por la suma de 1,500 dólares. A los 30 años, la joven transgénero se aumentó el busto, se afiló la nariz y se afinó los pómulos, la barbilla y la frente.

“Me gustaba mi cuerpo. El diablo tenía control de mi”, asegura.

Jenna también estaba a punto de someterse a una cirugía de cambio de sexo.

Es difícil encontrar estadísticas consolidadas del procedimiento de reasignación genital, pero de acuerdo a la Enciclopedia de Operaciones Quirúrgicas, se estima que en Estados Unidos se realizan cercas de 100 a 500 operaciones para el cambio de sexo mientras que a nivel global la cifra puede ser hasta cinco veces más grande.

De acuerdo a algunos investigadores cerca del 20 por ciento de personas que se realizan operaciones de cambio de sexo, se arrepienten del procedimiento. La revisión de más de 100 estudios médicos internacionales por la University of Birmingham encontró que dos de cada 10 personas se arrepintieron de transicional de un sexo a otro, señala David Batty en un reporte publicado en el diario The Guardian.

‘La Posesión’

Al mismo tiempo que Jenna vivía su sueño, la rubia se sumergía en una pesadilla al empezar a consumir cristal, marihuana y alcohol.

“La vida no era fácil”, sostiene ahora Michael. “Vivía en hoteles porque no había arrendatarios que quisieran rentarme apartamento como una mujer transgénero ni a mí ni a mis amistades. Yo vestida de mujer había dejado a un espíritu malo entrar en mi vida. Y con la droga dejé a otros espíritus entrar en mí”.

“Con el tiempo, hablaba sola en la calle. Empecé a mirar bultos, imágenes de demonios, ni los clientes querían estar conmigo. Me miraban drogado y mal”, dice Michael. La situación empeoró al dejar de bañarse y tener las luces apagadas todo el tiempo. Unas voces empezaron a surgir como forma de tormento. “Me decían que yo iba a morir y que mi familia también moriría”.

“Los milagros existen”

Con temor a sus visiones, Jenna le pidió ayuda a su abuela y esta lo llevó a una iglesia cristiana.

“Necesitas buscar a Dios. Él es el único que te puede sacar de eso”, le dijo su abuela.

Al pisar la iglesia “sentí la paz en mi corazón… como que todo el tormento había desaparecido”.

Poco a poco Jenna dejó de tomar y dejó de drogarse. Hubo recaídas grandes, pero su mundo se estaba transformando gracias a su fe, señala. Jenna acudió al doctor para quitarse las siliconas de los pechos, dejó de vestir como mujer y finalmente cortó su cabellera y dejó de prostituirse.

Mónica Trasandes, directora de programas y medios en español de GLAAD (Gay & Lesbian Alliance Against Defamatio), señala el hecho de que una persona decida que no es transgénero después de haber aceptado su identidad de género, no ocurre con regularidad.

Los expertos están de acuerdo en que “cambiar quien eres no es posible. Cambiar como te identificas sí lo es. Si tu, por razones de religión u otro razón no quieres identificarte como una persona transgénero, entonces sí puedes convencerte que no lo eres”, dice Trasandes.

A juicio de Michael, “los milagros existen” y no tienen por qué estar dentro de una estadística o un libro para ser un hecho.

“Soy un hombre y los deseos de ser mujer y estar con un varón ya no los tengo. Con certeza creo que los espíritus malos son los que te impulsan a ser transgénero. A muchos no les gusta oír eso, pero es una batalla espiritual cuando el demonio posee tu persona”, dice Michael, quien a los 32 años se bautizó en una iglesia cristiana.

Bamby salcedo, una mujer transgénero activista por los derechos LGBT y presidente de la Coalición Translatina, no está de acuerdo con Michael y agrega que estos casos son muy raros.

Salcedo recalca que el ser transgénero no es una enfermedad mental. “A comparación de la comunidad gay, la comunidad transgénero estamos 40 años atrás en cuanto a derechos, leyes y clasificación”.

“Esta situación (de Michael) es individual y no representa el resto. Estamos en la constante batalla de ser felices y cada quien encuentra su felicidad de diferente manera. Si cierta persona ha encontrado que para ser feliz debe conformarse a las condiciones sociales, estructurales o religiosas, en mi opinión está influenciado…. ¿Si quieres ‘la salvación’ debes seguir ciertas normas?”, dice Salcedo.

La iglesia de Michael declinó hablar con esta publicación, pero para el joven su “cambio” es un milagro.

“Comparto mi historia porque allá afuera hay muchos jóvenes como yo. Quiero que sepan que no están solos, que si yo pude cambiar, ellos también pueden”, dice Michael.

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