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Niños latinos están más expuestos a la comida chatarra en las escuelas y vecindarios

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Lidia Gutiérrez llega a la casa sin hambre, después de todo en su escuela preparatoria comió pizza, jugo de frutas, una bolsa de papitas y galletas dulces que compró cerca del plantel.

Para la señora Sonia Gutiérrez, este es un problema ya que desde que la menor entró a la preparatoria, su peso se ha disparado de 110 libras a 130 en un año.

“Lidia aún no se ve obesa, pero ya se ve algo gordita del estomago”, dice Gutiérrez.

Lidia, quien vive en el sureste de Los Ángeles, es el reflejo de un estudio que revela que los estudiantes latinos en comparación de los anglosajones e inclusive afroamericanos, tienen más acceso consumir alimentos, bebidas y aperitivos poco saludables tanto en las escuelas, como en las maquinas de comida y negocios cercanos, según el reporte de la Organización Salud América.

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La tendencia debería ser una advertencia de la salud para los padres de familia, ya que el porcentaje de estudiantes latinos en Estados Unidos ha incrementado del 15 por ciento en el 2001 al 24 por ciento en el 2011. Y se espera que este porcentaje aumente a 30 para el 2023.

Según la investigación publicada a fines de enero, los estudiantes latinos son dos veces más propensos a consumir meriendas ricas en grasa, calorías, azúcar y sal esto, pese a los esfuerzos de las autoridades a nivel local y federal en proveer menús más saludables.

El informa señala también que los estudiantes latinos tienen más posibilidades de acudir a escuelas localizadas en vecindarios con más ofertas de comida chatarra, por lo que lo que sus índice de Masa Corporal (BMI) tienden a estar más alto.

Para los expertos, la necesidad de implementar medidas nutricionales más estrictas dentro de las escuelas es crítica, pues a pesar de que a nivel nacional las escuelas han reducido la comida chatarra en los últimos tres años, aún hay escuelas que tienden a tener pólizas muy pobres en cuanto a las meriendas de sus estudiantes.

Por si esto fuera poco, el estudio arroja que los menores latinos tampoco están haciendo ejercicios, debido a que las escuelas en comunidades de más bajos recursos ofrecen menos programas de actividad física y los vecindarios en los qeu viven no cuentan con espacios para andar en bicicleta o jugar.

“No es una noticia que la salud de nuestros niños depende de los políticos”, dice Cristina Gómez, nutricionista en el área de Los Ángeles.

Gómez aconseja a los padres de familia no condenar a los menores por la comida chatarra que comen sino minimizarla.

“Los frijoles, las lentejas, las habas y la avena son comidas muy mexicanas que podemos incluir en los platillos”, sostiene Gómez.

“Preparen más pollo, pescado y más ensaladas. Los padres deben jugar con la comida y consumirla para que los menores hagan los mismo”, agrega.

Por su parte, los expertos del estudio recomiendan a los líderes locales hacer reglas más estrictas para que todas las escuelas cumplan con menús saludables y exigir a las escuelas aumentar la actividad física de sus estudiantes.

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