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Luis J. Rodríguez, de pandillero a poeta laureado en Los Ángeles

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Una mujer con tatuajes en la cara se le acerca al poeta Luis J. Rodríguez al final de una presentación en un barrio predominantemente latino en Los Angeles.

La mujer, de menos de 30 años, le dice que había ido a verlo porque se sentía identificada con él tras leer su libro autobiográfico “Always Running”, donde Rodríguez habla de su transformación de pandillero destinado al fracaso a poeta y novelista. Le cuenta que era pandillera y que le gustaba escribir, que quería escuchar su historia y mostrarle sus poemas.

Tras verla visiblemente atribulada, Rodríguez la anima a hacer lo mismo que él: escribir su historia.

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“Creen que lo que han escrito no tiene valor, pero sí lo tiene”, dijo Rodríguez durante una entrevista reciente con The Associated Press. “Yo pensaba que lo que escribía no tenía valor y mira donde estoy”.

“Alguien vio algo en mí en el pasado”, añadió. “Ahora tengo que ser agente de esperanza para otros”.

Dar un poco de esperanza es algo que Rodríguez viene haciendo desde hace cuatro décadas, cuando cambió las pandillas por la pluma.

El autor de 60 años dejó las pandillas y las drogas tras haber lastimado a su esposa e hijos con su vida autodestructiva. Su hijo mayor también se convirtió en pandillero; pasó 15 años en la cárcel.

Apoyado en su pasión, el verso y la prosa, comenzó a cambiar su vida en los años 90, declamando durante la época de las presentaciones poéticas, o slam poetry. Luego agregó el activismo a su carrera, que también incluye periodismo.

“La biblioteca fue mi refugio”, dijo al recordar la temporada que pasó viviendo en las calles de Los Ángeles. “La realidad de las calles desaparecen cuando lees libros”.

Su vida está plasmada en sus memorias “Always Running: La Vida Loca, Gang Days in L.A.”, “It Calls you Back”, así como en los libros de poemas “The Concrete River”, “Poems Across The Pavement” y “Trochemoche”. Algunos de los temas centrales de su obra son las pandillas, las cárceles y la vida callejera, así como la identidad y la inclusión.

“Me siento obligado a escribir poesía e ir con la gente y crear espacios de convergencia. Me siento obligado a devolver lo que he recibido. Si es que Dios tiene un plan para mí, ese es el único plan que creo que es para mí: saber que voy a hacer buenas obras”, dijo.

Rodríguez participó en la Feria del Libro en Español de Los Angeles LéaLA, que comienzó el viernes y que este año destacará la literatura de la Ciudad de México.

“El español es una parte importante de nuestra cultura y tradiciones. Yo estoy en favor de que todos hablemos inglés pero no tenemos que perder nuestro español”, dijo el poeta, quien ha vivido con sus ancestros, los indios tarahumaras en México, y ha visitado muchos otros países latinoamericanos.

Su poeta latinoamericano de cabecera es Pablo Neruda, seguido por escritores como Sandra Cisneros, Víctor Villaseñor, Luis Alberto Urrea, Benjamín Alire Sáenz, Octavio Paz, Roque Dalton y Gabriel Mistral.

“Trato de ver si es que puedo alcanzar ese ADN, esa memoria genética porque para mí, borrar los recuerdos es la peor parte de la colonización”, añadió en referencia al castellano y su herencia indígena.

Desde que fue nombrado poeta laureado en octubre por el alcalde de Los Ángeles Eric Garcetti, lleva su poesía no sólo a los barrios hispanos sino también a personas que desconocen la problemática pandilleril. Los poetas laureados son nombrados para promover la poesía.

“La poesía está muy marginada en Estados Unidos. Quiero hacerla el centro de atención. La poesía es una manera muy poderosa de decir cualquier cosa”, manifestó.

Por experiencia propia, dice que las pandillas están formadas por jóvenes con problemas de identidad que no saben quiénes son, sin guía ni esperanza, y que las cárceles están llenas de muchachos que creían que llegar allí era algo importante, porque eso es lo que sus modelos a seguir les habían dicho e inculcado.

“Tenemos que instigar un sentido de orgullo en nuestra juventud. Debemos de decirles, ‘Tú debes de vivir una vida decente, tú debes de ser alguien con talento, con habilidades’. Pero eso es difícil de creer cuando uno no tiene autoestima”, agregó.

Rodríguez fundó en el 2003 el Centro Cultural y Librería de la Tía Chucha en el norte de Los Ángeles, donde ahora vende libros en español e inglés, especialmente sobre temas prehispánicos, mayas y aztecas, y ofrece clases de náhuatl, danza folklórica y diversos talleres.

“La gente no había visto nada así”, dijo. “Vendíamos pinturas enmarcadas y la gente preguntaba si es que vendíamos los marcos porque nunca antes habían visto que se vendiera arte de este tipo”.

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