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Encontró en las matemáticas un cristal para restar importancia a los golpes de la vida

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Las matemáticas y la física las considera actividades entretenidas; casi no le gusta el realismo mágico, pero aún así dedica parte de su tiempo a leer un libro de Gabriel García Márquez. Tener esta capacidad de contrastar le ha servido para ignorar su pasado y fijar su mirada en el futuro.

Moisés, de quien se omite el apellido, pronto se graduará de la preparatoria Reseda y el Condado de Los Ángeles le otorgará una beca para que siga la universidad. Él es uno de los 175 muchachos acreedores al incentivo que, en el verano, utilizará para incorporarse al Pierce College.

Su entorno está rodeado de libros, una laptop, un escritorio y una cama, todo colocado en orden en una habitación pequeña, espacio que le provee el sistema de hogares de crianza, al que ingresó en el 2010, cuando tan solo tenía 13 años de edad y que le ha apoyado para levantarse de las cenizas.

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“Es el comienzo de una nueva etapa en mi vida”, indicó sobre el diploma de la secundaria y, que como cereza sobre el pastel, participará en una ceremonia en el Walt Disney Concert Hall en donde le entregarán la beca a este joven que fue víctima de la violencia en su hogar.

Sus amigos le dicen que es muy serio para su edad, tiene 18 años. Sin embargo, en la medida que entra en confianza se suelta a sonreir y se extiende en sus respuestas. Es de hablar pausado y calculador. Este muchacho, que de niño quería ser astronauta, tiene un análisis de adulto.

La vida le llevó por un sendero diferente, a temprana edad se quedó huérfano de madre, quien murió de cáncer, cuando el niño no llegaba a los 10 años; de esta manera, aprendió a madurar más rápido que los jóvenes de su edad, aunque su cara y mirada profunda no logran camuflar su bisoñez.

Moisés es de mediana estatura, en su frente tiene una cicatriz, se la hizo su padre, en El Salvador. Después de pasarse de copas, el progenitor lo empujó contra una acera, como resultado le dieron 12 puntos en la herida, hecho que ocurrió cuando rondaba los seis años de edad.

“No era muy bueno”, indicó con sutileza para referise a su padre. “Nos pegaba bastante”, agregó al describir que el cincho o cinturón le dejaba marcas en su cuerpo. Su hermana a los 15 años huyó de la casa y él, en el 2010, agarró camino solo hacia el norte. En Los Ángeles se reunió con su hermano.

Su hermano, entonces un joven de 23 años de edad, no pudo mantenerlo y, el menor recién llegado de América Central, pasó a manos del Departamento de Niños y Familia del Condado de L.A.

En la actualidad, el sistema de hogares de crianza cuenta con 17,800 niños; Moisés es uno de los 1,900 que se encuentran en un programa extendido. Cada semana recibe la supervisión de una trabajadora social. Ese acompañamiento es la guía que sustituye la ausencia de sus padres.

“Me gusta aprender”, aseguró el joven que en los últimos cuatro años se ha sumergido en el mundo de la tecnología. En el programa después de escuela aprendió a construir y programar robots, cuyo secreto, a su juicio, está en las matemáticas. “Gracias a ella tenemos computadoras”, indicó.

De la mano de las ciencias, no solo encontró el gusto por la robótica, sino que se han convertido en un conducto para enfocarse en los estudios y no perder de vista las oportunidades, las cuales considera que son mejores aquí que las condiciones en las que vivía en su natal Chalchuapa.

En su infancia, en el occidente del territorio salvadoreño, rememoró que dedicaba tiempo a observar el sol y las estrellas. “Pensaba en subirme en una estrella y ver la tierra desde ahí”, comentó al aclarar que están a miles de años luz y que ahora no le nace el interés por lo espacial.

“¿Qué es lo que no se puede hacer con la matemática?”, reflexionó el muchacho que sin ser un experto en la materia está siguiendo los pasos de Albert Einstein, y vuelve a utilizar la ciencia para compararla con la literatura, al tiempo que coloca en su escritorio el libro “Cien Años de Soledad”.

“El realismo mágico parece de verdad, pero ya sabemos que algunos eventos no son posible”, dijo al referirse al libro del colombiano García Márquez, pero al desenpolvar su memoria afirma que le encantó leer un libro del físico inglés Stephen Hawking donde habla de la Teoría de la Relatividad.

“La ciencia es absoluta, no hay contradicciones, eso es lo que me gusta”, señaló.

La meta inicial era inscribirse en la Universidad de California en Davis, pero así como ilustra que la física es la aplicación de la matemática, entiende que si no le alcanza para la matrícula hoy, los cálculos son certeros y dentro de dos años podrá transferirse a dónde desee estudiar.

Moisés aprendió de las ciencias a ser metódico y, cuando está a pocas semanas para cumplir los 19 años, en vez de lamentarse por las viscisitudes de la vida, ni tan siquiera hay un atisbo de amargura que le enturbie su porvenir y tampoco pierde su tiempo en imaginar su vida de otra manera.

“En matemática solo hay un par de respuestas”, aseveró el estudiante de la preparatoria Reseda y como si fuera necesario ser más enfático, regresó al tema de la literatura y concluyó con un mensaje entrelíneas: “No me gusta leer ficción porque siento que estoy perdiendo mi tiempo”.

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