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El ‘Agachón’, un mercado muy latino y con profundas raíces en Ramona Gardens

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Los vendedores se congregan en Ramona Gardens todos los sábados de mañana y convierten un pedazo de tierra y césped con muy poco uso en un lugar festivo donde reunirse. La cumbia de fondo opaca los gritos del hombre que ofrece churros mientras que las familias se apresuran a acercarse a sus puestos preferidos para comprar ropa, alimentos frescos y artículos de uso cotidiano a precios asequibles.

Este mercado de canje, en el que se congregan hasta 45 vendedores durante los fines de semana, ha tenido algunas dificultades y altercados con la policía a lo largo de los años debido a que funciona sin los permisos correspondientes. Si bien el intento de convertirlo en un mercado agrícola certificado fracasó, este lugar todavía ofrece una oportunidad para generar pequeños negocios en un complejo de viviendas acusiado por la falta de servicios.

“El agachón”, nombre por el que se lo solía conocer, le debe su lugar en la comunidad a un grupo de emprendedores de Ramona Gardens que se organizaron para mantenerlo funcionando.

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Como cuentan los residentes, este mercado comenzó hace unos 20 años cuando un hombre comenzó a vender ropa en un terreno baldío junto a Murchison Street para recaudar fondos para una iglesia local. A los residentes de Ramona Gardens les resultaron atractivos los precios bajos, cada artículo costaba 25 centavos, y la gente comenzó a llamarlo “el coreano” (un juego de palabras con el término “cora”, como muchos hispanohablantes llaman a la moneda de 25 centavos).

“Empezó solo. Se ponía aquí con su pickup y descargaba la ropa en este lugar que está encementado”, recuerda Carlos Ramos, de 68 años, que comenzó a vender ropa usada con su esposa en el año 2000.

Otros residentes comenzaron a agregar sus propios puestos al de “El Coreano”, que se retiró después de algunos años. Al comienzo, los vendedores extendían mantas sobre el suelo para apoyar sus artículos, con lo cual, los clientes debían agacharse para examinar la mercadería, y así el mercado terminó llamándose “el agachón”.

La selección de productos se amplió rápidamente, incluyendo vestimenta, comida preparada, frutas y verduras, artículos electrónicos, juguetes y artículos de uso cotidiano. En este vecindario históricamente aislado hay solo un mercado pequeño y los supermercados y tiendas grandes más cercanos están a 15 minutos en automóvil, por este motivo, este mercado es muy cómodo para los residentes de Ramona Gardens.

Una buena propuesta económica

“Me gusta visitar este lugar para comprar papel higiénico y algunos churros porque es barato”, dice Ismael Quezada, de 22 años y residente de Ramona Gardens.

Manuel Blanco, de 50 años y residente de Lincoln Heights, dice que le gusta recorrer el mercado para buscar herramientas nuevas y usadas. “Algunas cosas son más baratas que, por ejemplo, en Home Depot”, alardea.

El mercado beneficia tanto a los residentes locales como a los vendedores, muchos de los cuales dicen que no pueden conseguir trabajo en otro lado.

“Yo vendo porque necesito. Es el único dinero que consigo”, dice Reina Ortiz, de 52 años y antigua residente de Ramona Gardens que atrae al público con sus flautas tibias y crujientes rellenas con carne asada y recubiertas con guacamole.

Arma su puesto a las 7:30 de la mañana los sábados y vende todo mucho antes de que el mercado termine a las 3:30 de la tarde. En un buen día, puede ganar hasta 300 dólares.

Socorro Vázquez, la primera vendedora de comida en este mercado, recuerda tener los primeros altercados con la policía.

“La policía nos correteaba cada semana de este lugar”, dice la residente de 56 años de Ramona Gardens, que vende comida en un cazo portátil lleno de aceite caliente. “El temor era que nos pusieran una multa y las ventas no fueran suficientes para pagar 300 dólares”.

Con el paso de los años, el evento creció mucho y atrajo a personas de las comunidades vecinas, aumentando el tránsito en Murchison St.

Organizándose para poder hacer negocios

Hace unos cinco años, los vendedores comenzaron a organizarse, y con la ayuda de L.A. Voice, una institución interreligiosa de la comunidad, se reunieron con las autoridades de Community Safety Partnership (Alianza para la Seguridad de la Comunidad, CSP) para intentar resolver los problemas de tránsito.

En el 2011, a instancias del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) y la oficina del concejal José Huízar, se asignó a Tonie Juárez, empresaria, para convertir el mercado de canje en un mercado agrícola certificado. Júarez, que gestiona el mercado agrícola de Boyle Heights en Plaza Mariachi, impuso normas que dijo eran necesarias para obtener la certificación. También aumentó los cargos que debían pagar los vendedores, pasando de 5 o 10 dólares a 20 dólares.

“Ese dinero era para cubrir las mesas, las sillas, los baños, las carpas y todos los permisos”, señaló Juárez. “Eso era lo que estaban pagando”.

Pero Vásquez dijo que muchos de los vendedores no podían pagar los nuevos cargos y no estaban conformes con la manera en que Juárez gestionaba el mercado. Dijo que Juárez le había prohibido participar en el mercado y trajo a la policía para mantenerla alejada, acusaciones que la empresaria negó. En febrero de 2013 Juárez se retiró.

“Me fui porque hay muchas personas que no quieren cumplir con las reglas y las normas”, dijo Juárez. “No era necesario que yo estuviera allí”.

Después de eso, los vendedores se volvieron a organizar, y la residente Olga Pérez, voluntaria de L.A. Voice, se convirtió en la presidenta de esta incipiente organización. Ramos fue elegido como vicepresidente y Vásquez como tesorera.

El sargento Kenneth Edwards señaló que el grupo está en proceso de obtener los permisos y espera convertirse en un mercado agrícola certificado. Con la ayuda de un experto, señala Edwards, el mercado podría convertise en un modelo de negocios para otros complejos de viviendas.

Todos los sábados, Ramos y Vásquez recorren el concurrido mercado de canje con cuadernos en una mano y bolígrafos en la otra, para recolectar los cargos a todos los vendedores. Vásquez señala que a los vendedores que venden productos secos (que son cerca de 30) se les cobra 10 dólares a cada uno y a unos 10 vendedores de alimentos se les cobra 20 dólares.

Lo recaudado por parte de los vendedores cubre el costo de dos baños portátiles y un fregadero portátil donde los vendedores y clientes pueden lavarse las manos. También cubre el costo de limpieza y control del tránsito, además de 60 dólares como estipendio para cada uno de los tres organizadores.

Vázquez afirma que el grupo actual espera mantener el mercado para beneficio de la comunidad.
“Tenemos este evento por necesidad”, dice. “Tenemos que buscar una manera para que podamos llevar el pan de cada día a nuestras casas”.

José Barber es reportero del periódico Boyle Hegiths Beat o el Pulso de Boyle Heights.

For the article in English.

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