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Desalojan a vendedores como parte de nuevas medidas de seguridad del consulado mexicano en L.A.

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La rutina laboral se convirtió en un dolor de cabeza para un grupo de comerciantes, que durante años vendían sus productos frente al consulado mexicano en Los Ángeles, luego de que esa institución cambiara sus medidas de seguridad y desalojó de los alrededores a los vendedores ambulantes.

En los últimos 17 años, José Herrera, originario de Sinaloa, ha vendido tacos de canasta dorados, tamales, jugos y sodas en este lugar. Por lo general, acude a las 9:30 am y se retira a las 3:00 pm. Con este negocio, ha llevado sustento a sus tres hijas, la última se prepara a ingresar a la universidad.

“Es un golpe durísimo, los mismos paisanos son los que me están agrediendo”, comentó luego de mover sus pertenencias y colocarse bajo un árbol frente a un edificio de apartamentos, a unos 20 metros de distancia hacia el norte del consulado.

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Con una patrulla estacionada sobre la calle Park View, dos agentes verificaron la mañana del jueves como Herrera quitaba sus hieleras y sillas. Esta es la primera vez que la corporación policial interviene y todo indica que el desplazamiento será definitivo.

“Es una manera cruel porque nosotros de esto vivimos”, agregó el comerciante.

Con el inicio del 2017, el consulado cambió compañía de seguridad. Después de realizar un análisis de riesgo, determinaron que con las ventas se pone en peligro el flujo e ingreso de los usuarios a las instalaciones, además de bloquear las salidas de emergencia.

De acuerdo a Gilberto Luna, cónsul adscrito, a diario reciben a un promedio de 500 personas; por esa razón se le pidió a los comerciantes que se reubicaran, pero al no atender la solicitud se vieron obligados a llamar a la policía para implementar las nuevas medidas.

“Solo queremos que se reubiquen”, manifestó Luna, advirtiendo que no están en contra de esos negocios.

“Hemos visto una proliferación de vendedores ambulantes y algunos traen tanques de gas que pudieran generar un problema”, agregó el funcionario. “Tenemos una gran responsabilidad con nuestros usuarios para que no tengan ningún riesgo”.

Por espacio de cuatro semanas, Nohemy Prillwitz ha estado vendiendo jugos de naranja frente al consulado. Con preocupación observaba el accionar de la policía. Ella se aventuró a este negocio después de perder su empleo en una fábrica de ropa en el centro de la ciudad.

“Tengo miedo más que todo, se imagina que gano 20 ó 40 dólares al día y que vengan a ponernos un ‘ticket’”, reflexionó. “Lo hago por necesidad, con lo que gano completo para mi renta y gastos”.

Desde que comenzó la semana, los agentes de seguridad anunciaron que prohibirían las ventas en frente de la oficina gubernamental. Dora Pérez prefirió evitar el sinsabor y el día que acudió la policía ella se encontraba frente al estacionamiento privado, al otro lado de la calle.

“Me vine para aquí porque me dijeron que ya no quieren vendedores”, indicó Pérez un poco resignada, parada junto a su carrito de jugos, actividad que ha realizado en esta área en los últimos 15 años.

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