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Carlos García de Alba: ‘Cuando se ataca a la comunidad mexicana hay que defenderla’

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Con un amplio bagaje diplomático, después de 29 años en el servicio exterior, Carlos García de Alba asumió, el 24 de junio anterior, como cónsul general de México en Los Ángeles, posición que le permitirá abogar por 3.5 millones de sus compatriotas que viven en el condado.

De Alba, de 58 años de edad, es originario de Guadalajara, Jalisco. Es economista de profesión y cuenta con una maestría en Ciencias Políticas y un doctorado en Sociología de la Universidad de Roma, Italia, nación en la que, sin proponérselo, dio los primeros pasos de su prolífica carrera.

Sentado en un cómodo sillón, con la panorámica de Los Ángeles que se observa desde las ventanas de su oficina, el diplomático relata con emoción los desafíos que tiene al representar al pueblo mexicano. Se define como un tipo curioso y ávido de aprender, que no rehúye al debate de ideas.

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“No tengo aspiraciones políticas”, aclaró el funcionario que bien sabe del potencial que tiene la oficina consular que dirige, advirtiendo que hay partidos que le han hecho ofrecimientos, pero su postura ha sido invariable. “Soy feliz, satisfecho, afortunado diplomático de carrera”.

Antes de llegar a L.A., el cónsul pasó por Italia, El Salvador, Francia, Dallas (Texas) e Irlanda, en esta última nación fue embajador y tenía a cargo a cerca de 20 empleados, de donde fue trasladado a California y, ahora, dirige a más de 100 personas en la oficina consular más grande en el mundo.

En su trayectoria, al menos 15 años los ha pasado en Europa. Ahí se encontraba, luego de concluir su doctorado, cuando le cortaron su beca. Al verse en el limbo, solicitó empleo en la representación mexicana de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (Fao).

“Me tocaba desde ir a comprar las tortas de los funcionarios”, aseveró sin tapujos sobre el rol de asesor que desenvolvió en la capital italiana, aunque su labor principal era darle seguimiento a la convención internacional de los recursos fitogénicos, hoy conocidos como transgénicos.

Luego de esta experiencia, ingresó en 1987 a la Secretaría de Relaciones Exteriores y, en el 2006, obtuvo el rango de embajador. A tres semanas de haber llegado a L.A. afirma: “Traigo algo de experiencia, no arranco de cero; eso no quiere decir que me confíe, hay que estar ubicado”.

García de Alba, de hecho, ha llegado en medio de muchos retos. Su alto perfil diplomático es clave para sacar la cara por los mexicanos, luego de los reiterativos ataques del nominado presidencial republicano Donald Trump, quien ha vilipendiado a los inmigrantes oriundos de esa nación.

“Cuando se ataca a la comunidad mexicana hay que defenderla; tenemos que decirlo claramente: los discursos que incitan al odio no son bienvenidos porque permea, son como la humedad. Esos discursos persistentes de incitación al odio lo que provoca son agresiones, bullying, ataques”, señaló.

A juicio del diplomático, México no es parte del problema, sino que “es parte de la solución”, asegurando que en Estados Unidos hay 6 millones de empleos directos de inversionistas aztecas; además, destaca que su país es el segundo comprador mundial de los productos estadounidenses.

En ese sentido, considera que la labor de las organizaciones locales será fundamental. En su agenda de trabajo afirma que apostará por fortalecer los programas de salud y educación con énfasis en la población indocumentada, pero igual en la participación cívica de quienes tienen un estatus regular.

En el trabajo diario, advirtió que se caracteriza por estar cercano a la comunidad y, uno de los objetivos, es empoderar a sus compatriotas, por lo que invertirá esfuerzos en levantar líderes jóvenes y mujeres, en una tarea que afirma se hará acompañar de la vieja guardia de los organismos locales.

“Tienen en este cónsul general un aliado”, manifestó como una forma de tender puente a los activistas que no comulgan con él, pero asegura que sin importar las ideologías va a trabajar con todos y subraya que las puertas están abiertas. “Vengo con un espíritu constructivo”, concluyó.

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