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Escuelas que sufrieron segregación ahora son 100% latinas

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Siete décadas atrás, los padres de Sylvia Mendez acudieron a los tribunales para luchar por el derecho de la chica de asistir a una escuela predominantemente blanca en su vecindario en el condado de Orange.

Recientemente Sylvia se sentó en un lugar de honor en el estrado de la escuela de Boyle Heights que lleva su nombre. Mientras que el mariachi de estudiantes con sus trajes azules con borlas doradas tocaban “Las mañanitas”, en celebración de su cumpleaños número 80, Sylvia estaba resplandeciente y mientras se cubría el rostro con sus manos también limpiaba sus lágrimas.

Sus padres, Felicitas y Gonzalo Mendez, ganaron una batalla para asegurar que ella y otros niños no fueran relegados a escuelas para alumnos de ascendencia mexicana. Ahora, como oradora de honor en la ceremonia de graduación de la escuela que lleva su nombre, Mendez se detuvo ante un mar de caras latinas. “Mis padres pensaron que se iba a lograr la integración”, aseguró más tarde desde su casa. “¿Quién habría imaginado que tendríamos este tipo de segregación en nuestras escuelas en el día de hoy?”.

Querían que dejáramos la escuela y fuéramos los criados de la gente blanca.

— -- Sylvia Mendez

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Ocho años antes de que la Suprema Corte tomara el caso Brown vs. la Junta de Educación, Mendez y otros v. el Distrito Escolar de Westminster sentaron las bases para la igualdad en el acceso a la educación en California y en toda la nación. Pero no fue sino hasta principios de la década de 1980 que mucha gente supo de esto, luego de que Felicitas Mendez instara a Sylvia y a sus hermanos a compartir la historia de la lucha que sus padres habían realizado no sólo por ellos, sino por todos los niños.

Después de décadas de trabajar como enfermera, Sylvia Mendez comenzó a visitar a los estudiantes para hablar acerca de la segregación, y se horrorizó por algunas de las cosas que vio: las escuelas de barrios abandonadas, minorías aisladas. Al principio, dijo ella, salió como “loca”, pensando “estamos igual que como nos encontramos en 1945”.

Pero entonces, en algunas de esas escuelas se dio cuenta de que había maestros excepcionales y programas innovadores. Con el tiempo, comenzó a encontrarse con personas con quienes ella había hablado cuando estaban en la preparatoria y que había continuado la universidad y ahora eran jóvenes profesionales. Cuando ella recibió un reconocimiento en la Casa Blanca, conoció a quien llegaría a ser un abogado.

También notó que los estudiantes latinos con los que había hablado sentían orgullo de su patrimonio e interés por su historia, muy diferente a cuando ella era una niña, y quedó impresionada cuando pronunciaron complicados discursos en español. Sus propios padres, ansiosos por criar buenos estadounidenses, habían alentado el uso del inglés en casa; su padre insistía en que ella le llamara daddy, no papi.

“Tengo una perspectiva totalmente diferente que cuando por primera vez salí por ahí”, dijo ella. “No somos los mismos de 1945”.

Cuando Mendez entró en la escuela primaria, durante la Segunda Guerra Mundial, alrededor del 80% de los estudiantes mexicanos en el condado de Orange asistían a escuelas segregadas, donde estaba prohibido hablar español; los muchachos eran entrenados para trabajos industriales y a las muchachas se les enseñaba a cocinar y a hacer crochet.

“Querían que dejáramos la escuela y fuéramos los criados de la gente blanca”, expresó ante los estudiantes de Mendez High, para un libro que ellos crearon acerca del caso judicial, con la ayuda del grupo sin fines de lucro 826LA, que se enfoca en la redacción. “Las escuelas mexicanas sólo eran de medio día, para que los estudiantes pudieran salir al mediodía y fueran a trabajar en las granjas”.

Sus padres, ambos ciudadanos de los Estados Unidos, estaban indignados. Contrataron a un abogado de derechos civiles que les animó a unirse a una demanda junto con otras familias de los distritos escolares, argumentando que el tratamiento que estaban dando a sus hijos era inconstitucional.

La estrategia funcionó. La corte de Distrito de los Estados Unidos dictaminó en 1946 que forzar a los estudiantes de ascendencia mexicana a asistir a escuelas separadas violaba la promesa de protección de igualdad de la Enmienda 14.

Después de que un tribunal de apelaciones confirmó la decisión, el gobernador Earl Warren firmó una ley que la amplió, haciendo de California el primer estado en prohibir oficialmente las escuelas segregadas por barrios. En 1954, como magistrado de la Suprema Corte, Warren aplicaría el argumento de Mendez vs. Westminster al escribir la decisión unánime en la demanda Brown vs. la Junta de Educación, el caso emblemático que estableció que las leyes estatales que segregaban a las escuelas eran inconstitucionales.

Sin embargo, levantar las barreras legales no pudo asegurar la integración. Hoy en día, los estudiantes latinos en California son los más segregados de la nación, y Los Ángeles es el “epicentro” del fenómeno, según el Civil Rights Project (Proyecto de derechos civiles) de UCLA.

Es un cambio dramático desde la situación de 1970, cuando el estudiante latino promedio en California asistía a una escuela con una mayoría blanca y el traslado (de estudiantes) en autobuses era obligatorio en algunos distritos.

La mayoría de las escuelas en Los Ángeles, incluyendo Mendez High, está doblemente segregada, ya que el alumnado es predominantemente minoritario y desfavorecido. Como estos alumnos carecen de la influencia y los recursos que las familias de clase media pueden ejercer en nombre de sus hijos, la estratificación social tiende a aumentar.

Pero la integración no es una solución viable en Los Ángeles. Casi el 75% de los estudiantes en el segundo distrito escolar más grande son latinos. “Las batallas de segregación ya no existen” en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles, dijo José Huizar, concejal de la ciudad, representante de Boyle Heights.

Como miembro de la Junta de Educación de Los Ángeles, Huizar apoyó la creación de Mendez High School para aliviar el hacinamiento crónico en Roosevelt High School, así como para proporcionar un ejemplo de cómo una institución del vecindario puede crear oportunidades. “Mendez High School es un símbolo de que grandes cosas ocurren cuando estamos dispuestos a soñar y a luchar para que eso suceda”, aseguró durante la graduación.

La escuela, que abrió sus puertas en 2009, parece estar tomando medidas para cumplir con esas aspiraciones. Los resultados en matemáticas y lectura han pasado de estar muy por debajo de los promedios del distrito y del estado, a ubicarse por encima de ellos en cinco años. También tiene alianzas con más de una docena de organizaciones; una de ellas, llamada Promesa Boyle Heights, se esfuerza por darle a los estudiantes apoyo adicional de la comunidad y enseña a los padres a abogar por ellos.

“Mendez High School es un símbolo de que grandes cosas ocurren cuando estamos dispuestos a soñar y a luchar para que eso suceda”.— José Huizar, concejal de la ciudad de Los Ángeles.

En la graduación, con la mayoría de las presentaciones realizadas tanto en español como en inglés, el estado de ánimo era de felicidad y los estudiantes llevaron ribetes estampados con mensajes como: “Brown Pride”, “Vida, libertad y la búsqueda de una carrera en Derecho”.

Mauro Bautista, el carismático director que envía a sus propios hijos a la escuela, habló de los desafíos que sus estudiantes habían superado para graduarse: uno de ellos llegó al país en noveno grado y sin sus padres, otro no tenía donde vivir, un tercio comenzó a trabajar a tiempo completo siendo estudiantes de décimo grado. El porcentaje de graduación de la escuela, que comenzó con el 50%, ahora es de más del 90%, dijo.

Mendez abrazó el espíritu del orgullo étnico cuando se dirigió a los alumnos: “Quiero que prometan que nunca van a abandonar su cultura, que nunca renunciarán a su lengua y que seguirán apreciándola”. Fue un discurso bien practicado. La preparatoria con el nombre de la familia Mendez era la segunda escuela casi exclusivamente latina ante la cual había hablado esa noche. Para los alumnos de preparatoria, aseguró, siempre le gusta hablar de lo “positivo” y promover la perseverancia, “mi palabra favorita”. En cambio, para los alumnos universitarios, cuyos campus están más integrados, tiene un discurso diferente. “Ustedes son quienes deben hallar la manera de liberarse de la segregación”, les dice.

Mendez no cree que vivirá para ver que esto se haga realidad, pero espera que ellos (los estudiantes) sí lo logren.

daniela.gerson@latimes.com

Twitter: @dhgerson

Traducción: Diana Cervantes.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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