El problema de la ‘conciencia racial’ en las escuelas
Cuando estaba en la universidad, en Londres, a principios de los años 90, estaba de moda el súper éxito de Michael Jackson “Black or White”, y siempre se escuchaba a todo volumen en los bares para estudiantes. Mientras tomábamos unas cervezas, cantábamos: “It don’t matter if you’re black or white” (“No importa si eres negro o blanco”). En la actualidad, en los campus escolares estadounidenses esa frase podría catalogarse como una pequeña agresión.
Visité recientemente USC y UC Irvine. Los estudiantes que conocí allí se veían a sí mismos y a sus compañeros de clase más como colores que como personas. Estaban obsesionados con el bagaje histórico que, supuestamente, el tono de su piel trajo consigo.
“Como hombre blanco”, así fue como un estudiante de USC comenzó casi cada una de sus oraciones. Como hombre blanco tiene privilegios, es ignorante y necesita instrucciones para sensibilizarse ante los problemas.
En Irvine, un estudiante negro me dijo que “los estudiantes blancos y los profesores blancos” carecen de experiencia negra y necesitan educación para remediar ese problema. He escuchado a una estudiante blanca hablar sobre el “privilegio de la palidez”.
Muchos compartieron la opinión de que la interacción entre las razas es casi imposible sin una mano experta que los guíe. Un estudiante blanco en UC Irvine me dijo que los esfuerzos de su escuela para “garantizar un ambiente positivo” para los estudiantes negros no es suficiente: necesitan seminarios sobre comprensión racial para que los estudiantes blancos entiendan mejor a los alumnos negros, “y posiblemente viceversa”, agregó cautelosamente.
Me pareció que todos estaban profundamente desalentados. “Entendimiento racial” suena bien; siempre es bueno ser comprensivo, ¿verdad? Sin embargo, es la lógica lo que me parece grave. Se rehabilita, como se diría en la jerga políticamente correcta, la creencia de que el color de piel es más importante que lo que hay debajo.
De hecho, algunos administradores de la universidad ahora animan activamente a sus estudiantes para que sean ‘conscientes del color’ en lugar de ser libres de prejuicios raciales.
Un documento de la Universidad de California titulado “Cómo identificar micro agresiones”, enumera varias frases potencialmente ofensivas que los estudiantes y profesores deberían evitar. Entre ellas se incluyen: “Cuando te miro, no veo color”; “Sólo hay una raza: la raza humana” y “No creo en las diferencias raciales”.
Desafiar el pensamiento racial no significa negar la realidad de racismo.
En el documento se llega a decir que “la ceguera al color” -es decir, la libertad de prejuicios raciales-, es una negativa a “reconocer la raza”, es “negar al individuo como un ser racial/cultural”. Yo creía que eso era, precisamente, el objetivo de un proyecto liberal: negar que los individuos son “seres raciales” y, de hecho, luchar contra una idea tan tonta. ¿Qué pasó con el tópico de que la raza es una construcción? Después de haber pasado toda mi vida negándome a tratar a las personas como “seres raciales”, ¿debo ahora cambiar el rumbo y pensar ‘racialmente’ si quiero ser visto como una buena persona?
California no está sola en esto. En la Universidad de Missouri se ha animado al personal para tomar la ‘ceguera al color’ como una forma de “quitar poder a las personas cuya identidad racial es una parte importante de lo que son”.
La nueva imaginación racial está alcanzando su punto más bajo con peticiones de espacios “solamente para minorías” o “específicos para minorías”.
Esto es lo que la política de identidad ha forjado. Mientras imploramos definirnos por nuestra raza, género, sexualidad o algún otro rasgo sobre el que tenemos poco control, nos separamos unos de otros. Algunos dirán que puedo darme el lujo de ser libre de prejuicios raciales porque soy un hombre blanco. No experimento dificultades raciales, así que para mí es fácil decir: “La raza no importa”. Pero desafiar el pensamiento racial no significa negar la realidad del racismo.
En última instancia, creo que estos nuevos movimientos en las universidades son profundamente pesimistas. Han aceptado el punto de vista reaccionario de que no sólo es posible, sino hasta deseable, clasificar a la gente por su color y -como corolario- ese intento de integración es inútil. Discúlpeme por no querer ser parte de ella.
Brendan O’Neill es editor de la revista electrónica Spiked. Visitó USC y UC Irvine para participar en la conferencia: “Freedom of Expression in a Changing World: What Cannot Be Said.”
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Traducción: Diana Cervantes