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Relato de un africano deportado por Israel

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Associated Press

En la oficina de inmigración de Tel Aviv, Yohanner Tesfagabr consideró sus opciones. No podía volver a Eritrea, país en el que se jugó la vida al irse en el 2010. Esperaba evitar correr la suerte de tantos compatriotas que languidecen en una cárcel en el desierto por tratar de permanecer en Israel.

Fue así que, en una decisión durísima tomada en noviembre del año pasado, este hombre de 29 años aceptó 3.500 dólares y un pasaje de ida solo a Uganda o Ruanda.

Dos semanas después, un avión lo llevaba a Uganda.

“Me dijeron ‘si no te vas, te metemos preso´”, relató Tesfagabr. “Te obligan. Dicen que te vas voluntariamente, pero no es voluntario. Te obligan a deportarte a ti mismo”.

Decenas de miles de africanos que se encuentran en Israel se exponen a ir a la cárcel si no aceptan el ofrecimiento de irse a algún país africano no especificado. Tanto Uganda como Ruanda, que se presume es su destino, niegan tener acuerdo alguno con Israel a pesar de que se cree que una cantidad de migrantes se han sentado en esas naciones del este de África.

Tesfagabr dijo que su grupo de eritreos no pasó por una oficina oficial del servicio de inmigración al llegar a Uganda. Fueron sacados por la zona de cargas y transportados a un hotel de la capital, Kampala. Se les confiscaron sus pasaportes. Horas después, los soltaron, sin documentos.

Otros cinco eriteros se negaron a hablar con la Associated Press por temor a represalias. Pero Tesfagabr dijo que quería hacerlo porque sentía que habían sido mal tratados por Israel, un país que llegó a querer mucho.

“Mi hebreo es cuatro veces mejor que mi inglés”, señaló.

Tesfagabr era un hombre de pueblo que sintió que no tenía esperanza alguna al ser reclutado por el ejército de Eritrea. Llegó a Israel en el 2012, víctima de traficantes de Sudán que lo ayudaron a cruzar una frontera en el Sinaí después de que su familia pagó un rescate de 3.900 dólares. Para obligar a sus padres a pagar, sus captores lo golpearon y simularon ejecuciones.

Ya en Israel, Tesfagabr se benefició de actos de generosidad. En Rehovot, al sur de Tel Aviv, encontró un buen trabajo como chef. Tenía un departamento y una cuenta de banco, pero debía renovar su visa cada dos meses.

Cuando dos compatriotas fueron encarcelados por no renovar sus visas, Tesfagabr supo que sus días estaban contados.

“Te llevan como un perro, como un burro”, se quejó al hablar de los inmigrantes del centro de detención de Holot, en el desierto de Negev. “Hacen lo que quieren contigo”.

Este mes las autoridades comenzaron a distribuir avisos de deportación a unos 40.000 inmigrantes africanos, que tienen hasta el 1ro de abril para irse. Casi todos son de Eritrea y Sudán, países con antecedentes dudosos en el terreno de los derechos humanos.

Los planes de deportación causaron indignación en Israel, donde muchos dicen que no son éticos y que dañan la imagen del país como refugio. El gobierno afirma que los inmigrantes transformaron barrios humildes del sur de Tel Aviv en zonas de emergencia irreconocibles.

Las autoridades aseguran que las mujeres, niños y familias no serán deportados.

Este mes miles de africanos que buscan asilo protestaron frente a la embajada de Ruanda en Israel, diciendo que las deportaciones son actos de racismo y exhortando a Ruanda a que no coopere. Dicen que no tienen derecho alguno en Uganda y Ruanda y que se ven obligados a tratar de llegar a Europa, cruzando países estremecidos por guerras como Libia.

Okello Oryem, viceministro ugandés de relaciones internacionales, aseguró que las versiones de que hay un acuerdo secreto para aceptar migrantes de Israel es una “noticia falsa”. Lo mismo afirmó Ruanda.

Mossi Raz, un legislador israelí que viajó hace poco a Ruanda y Uganda para investigar el tema, dijo que su grupo llegó a la conclusión de que había un acuerdo “que no garantiza la seguridad y el bienestar de los refugiados”.

Indicó que la delegación habló con dos migrantes que se cree son de los pocos que quedan en Ruanda. Afirmó que otros, cientos o miles, fueron transferidos a Uganda en pocos días, obligados a pagar por su viaje.

“Los refugiados llegan a estos países y no reciben status de refugiados; les sacan sus documentos y los dejan con nada”, expresó Raz. “Ruanda participa en este arreglo solo por el dinero que recibirá de Israel”.

Tesfagabr, el migrante eritreo, no tiene trabajo ni pasaporte y paga el alquiler con algunos ahorros. Este hombre de hablar suave dice que se siente como un prisionero y sueña con vivir algún día en Europa.

“Quiero empezar una nueva vida”, manifestó.

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