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Concurso de daiquirís reaviva bar de La Habana

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La Hora Feliz se celebra temprano en La Habana, en donde 10 cantineros de seis países, incluidos Cuba, Estados Unidos y Canadá, buscan la corona como “Rey del Daiquirí” en una famosa taberna de La Habana Vieja en la que se creó el coctel.

La música de salsa sonó por la mañana en El Floridita, las licuadoras hicieron estruendo y unas cuantas docenas de espectadores asistieron para animar a los cantineros mientras presentaban sus helados cocteles, utilizando tenazas para darles los toques finales con coloridas pajillas o popotes.

Nick Detrich, de 31 años y originario de Nueva Orleans, veía atentamente su licuadora trabajar mientras añadía toques de ron y explicaba que su técnica incluye “verlo bailar” y recibir pistas de la textura.

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“Ver el giro para asegurarse que está uniforme, en lugar de verter una onza y media y decir que terminaste”, dijo Detrich, quien junto con sus socios dirige Cane & Table y otros dos bares en su ciudad natal. “Uno realmente aprende de ese trago mientras lo prepara”.

Las reglas dictaban que los participantes prepararan tres daiquirís tradicionales con ron y limón, así como otros dos de sabores frutales y que son la selección de muchos: fresa, mango, piña y una infusión de menta verde conocida como “rebelde”. Tres cantineros veteranos del Floridita, uniformados con blazers rojos y corbata, se sentaron como jueces en la barra.

También participaron cantineros de Argentina, México y Panamá.

“Nos estamos uniendo con la elaboración de diferentes cocteles”, dijo Mirtha de las Mercedes González Salguero, de 21 años y originaria de Matanzas, Cuba, y a la que se le pidió que realizara daiquirís de banana como parte de su prueba.

El daiquirí “es un vocablo de profundas raíces cubanas”, agregó.

El Floridita, que celebra su aniversario 199, es famoso por ser una de las cantinas predilectas de uno de los residentes más reconocidos de La Habana, Ernest Hemingway. De acuerdo a la leyenda, alguna vez se tomó 13 daiquirís dobles sin azúcar en una sola sentada.

A los turistas les gusta tomarse una foto con una estatua de tamaño real del autor ganador del Premio Nobel con el codo reposando sobre la barra; todos los días los empleados le colocan una cerveza bien fría a su lado en honor al cliente más célebre de El Floridita.

“Experimentar cualquier lugar que lleve tanto tiempo abierto como éste, de cierto modo pone la vida en perspectiva, ¿sabes?”, dijo Detrich. “Me pone a reflexionar no solo lo que hago para vivir, sino mis pasiones externas a la mezcla de cocteles y la literatura y cosas como esas”.

El concurso con dos días de duración finaliza el viernes.

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