LA HABANA/EFE — El fin de la política “pies secos/pies mojados” elimina la válvula de escape de muchos cubanos que veían en los beneficios migratorios en EEUU un horizonte de esperanza ante la dura realidad cubana, lo que obliga al Gobierno de la isla a acelerar su apertura económica para mitigar un descontento social.
El pasado jueves, una semana antes del fin de su mandato, el presidente Barack Obama anunció la derogación de esa política, que permitía quedarse legalmente a los cubanos indocumentados que tocaban suelo estadounidense y que, tras un año de estancia, obtenían residencia permanente acogiéndose a la Ley de Ajuste de 1966.
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Haitian migrants in Tijuana, Mexico, wait in line to get appointments with American immigration officials. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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The sounds of French and Haitian Creole now mix with Spanish and English in Tijuana’s shelters, which only a year ago were filled mainly with migrants from central America and Mexicans recently deported from the U.S. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Haitian migrants crowd Tijuana’s shelters, budget hotels and rooms-for-rent, where they spend days waiting for appointments with American immigration officials. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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“We’re at breaking point right now,” says Father Patrick Murphy of the influx of Haitianmigrants to the Casa del Migrante shelter in Tijuana. “We never imagined it would go on for more than two or three weeks.” (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Nertho Thermitus, from Haiti,waits with fellow migrantsbefore crossing the bridge leading from Tijuana to the San Ysidro Port of Entry in San Diego. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Emmanuel Ngunyi spent days waiting at a Salvation Army shelter in Tijuana, Mexico, for an appointment with U.S. border officials. “They do take care of you well,” he said. “But this is not my destination.” (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Margarita Andonaegui, administrator of Tijuana’sDesayunador Salesiano Padre Chava shelter, tries to help a pair of migrants. The shelter has been struggling to feed and house thousands of Haitian and African migrants. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Nertho Thermitus, a migrant from Haiti, walks through Tijuana’s Red Light District in the early morning on his way to the U.S. border. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Migrants sleep in the street acrossfrom the Desayunador Salesiano Padre Chava shelter in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Migrants head to their rooms at the Casa del Migrante shelter in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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A Haitian migrant shaves at the Casa del Migrante shelter in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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A Haitian woman checks her phone before going to sleep at the Desayunador Salesiano Padre Chava shelter. Women and children spread blankets on the floor in between the dining room tables to sleep atthe facility, which is filled to capacity. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Nertho Thermitus, a migrant from Haiti, says a silent prayer before leaving his hotel room in Tijuana for the U.S. border. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Haitian and African migrants sleep on bunks at a shelter operated by Movimiento Juventud 2000 in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Haitian and African migrants check their phones while staying at a small tent city operated by Movimiento Juventus 2000. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Emmanuel Philips, a migrant from Haiti, dreams of going to the United States. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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A Haitian migrant makes a call before going to sleep at the Casa del Migrante shelter in Tijuana, Mexica. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Emmanuel Philips, from Haiti, sits in the atrium at the Casa del Migrante shelter in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Father Patrick Murphy celebratesMass at the Casa del Migrante shelter in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Haitian and African migrants are staying at a small tent city operated by Movimiento Juventud 2000 in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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A Haitian child peers out of a tent where some families spend the day at the Desayunador Salesiano Padre Chava shelter in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Migrants wave to their friends as they cross the bridge leading from Tijuana to the San Ysidro Port of Entry in San Diego. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Haitian migrants hand their paperwork to a Mexican official at a makeshift office set up near the U.S. border. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Migrantswait in line in Tijuana to enter the United States. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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A Haitian man peers through afence at the Desayunador Salesiano Padre Chava shelter in Tijuana, Mexico. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
Las escasas oportunidades laborales para cientos de miles de jóvenes cualificados -gracias a una educación gratuita convertida en bandera de la Revolución- y los bajos salarios que rondan los 20 dólares mensuales en las empresas estatales, enturbian las perspectivas de futuro de una generación perdida.
“Un alto porcentaje de los emigrados de los últimos años son población joven con un nivel alto de instrucción, lo que representa un grave problema de fuga de cerebros para Cuba, aquejada de una de las poblaciones más envejecidas del mundo en desarrollo”, explicó a Efe el director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, Antonio Aja.
El beneficio migratorio, exclusivo para los cubanos, era una salida para esos jóvenes, quienes, alentados por el temor a que el deshielo diplomático iniciado en diciembre de 2014 desembocara en el fin de ese privilegio, han emigrado masivamente en los últimos dos años hacia Estados Unidos entrando por la frontera con México.
Más de 54.000 emigraron allá el pasado año, mientras que en 2015 lo hicieron unos 43.000, un 78 % más que en 2014, datos que ilustran uno de los mayores éxodos desde el triunfo de la Revolución, que supera la “Crisis de los Balseros” de 1994, cuando unos 37.000 cubanos emigraron por mar hasta EEUU debido a la grave crisis económica del Periodo Especial en los años noventa.
Además de eliminar una vía de escape para los cubanos dentro de la isla, Cuba ahora tiene que aceptar a los isleños que se han quedado a las puertas de entrar a EEUU en la frontera con México, o en algún punto de Centroamérica, donde muchos iniciaban un largo y peligroso periplo hacia el “sueño americano”.
El fin de la política “pies secos/pies mojados” coloca al Gobierno cubano en una encrucijada, ya que por un lado ha logrado una de sus principales demandas para normalizar relaciones con EEUU que además puede frenar la pérdida de mano de obra cualificada.
Pero, por otro lado, la nueva política le obliga a ofrecer alternativas a todos los retornados que huyeron del país por razones económicas.
“Al eliminar esa vía de escape para muchos cubanos, esta nueva situación aumenta la presión sobre el Gobierno cubano para acelerar el proceso de reformas económicas”, apuntó a Efe el ex diplomático cubano Carlos Alzugaray.
Para este analista, la ampliación de las categorías profesionales en las que se puede desarrollar el trabajo por cuenta propia, motor del incipiente sector privado que está dinamizando la anquilosada economía centralizada de la isla, es una de las medidas más inmediatas que debería acometer el Gobierno de Raúl Castro.
El trabajo por cuenta propia da empleo directa e indirectamente a alrededor de un 25 % de los trabajadores de la isla, además de ofrecer salarios considerablemente más altos que los de las empresas estatales.
En la actualidad, el “cuentapropismo”, impulsado en 2010, ha permitido el florecimiento de negocios privados como cafeterías, hostales, salones de belleza o gimnasios: actividades que aportan muy poco valor añadido a la economía nacional.
“El reto creo que está en ampliar el sector privado a actividades que requieren mayor cualificación, lo que permitiría absorber toda esa población activa con formación universitaria”, indicó Alzugaray.
En la actualidad hay miles de jóvenes profesionales, como abogados, periodistas, arquitectos o ingenieros, a los que no se les permite abrir negocios particulares y que veían en la migración una honrosa salida a sus expectativas laborales y personales.