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Hijos de la migración: Los ‘Dreamers’ del otro continente

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Tienen 17, 18 y 21 años de edad. Son jóvenes inmigrantes que llegaron a vivir a este país cuando tenían dos, dos y medio, y cinco años. Han pasado toda su vida aquí: aquí han crecido, estudiado, hecho amigos. Su familia vino de otro país y conservan sus tradiciones; pero si les preguntan por su hogar, ese está en el país en el que viven.

Esta descripción bien podría ser la de los jóvenes inmigrantes en Estados Unidos, la generación de la cual forman parte los Dreamers; sin embargo, Erick, Jhonatan y Jacky, viven en España. Llegaron con su familia de Quito, Ecuador, alrededor del año 2000. Los tres son primos, la madre de dos de ellos y el padre del otro, son hermanos, de apellido Armijos.

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España tiene un patrón de migración similar al de Estados Unidos. En ambos países, el porcentaje de población migrante oscila entre el 13 y el 14%. Al igual que en Estados Unidos, el “pico” en la llegada de los migrantes a España se dio durante el año 2000; y antes de que transcurriera una década, las cosas se pusieron difíciles para esta población debido a la crisis económica. Sin embargo, la ley de inmigración española ha permitido que la mayoría de quienes llegaron siendo menores de edad, hoy cuenten con documentos para vivir legalmente en el país, en algunos casos con la ciudadanía española. Esta es una diferencia fundamental con respecto a Estados Unidos, donde más de un millón y medio de Dreamers viven sin documentos a pesar de haber pasado toda su vida ahí.

Muchas familias obtuvieron una residencia legal a través de un contrato de trabajo, y gracias a una ley de reagrupamiento familiar pudieron traer a sus hijos. Pero aunque hay quienes ya han adquirido la ciudadanía española, como los Armijos, los retos que enfrentan los inmigrantes en términos de integración no son pocos.

Aunque los primeros años fueron difíciles para su familia, Erick, Jhonatan y Jacky se sienten cómodos haciendo su vida en España; sin embargo cuando se les pregunta cuál es su país, la respuesta de los tres es Ecuador. Un estudio del Instituto Ortega y Gasset concluyó que la mayoría de los jóvenes hijos de inmigrantes han logrado integrarse exitosamente a la vida en España, y que cerca de la mitad de quienes han nacido fuera se identifican como españoles. Pero este no es el caso de los primos Armijos.

A mí me gusta Ecuador, pero mi vida está aquí”

— Jhonatan

—Es que a nosotros nos han inculcado que somos ecuatorianos —explica Jacky—. Hasta los mismos españoles a veces te dicen: el hecho de que tengas papeles de nacionalidad española, no quiere decir que seas español.

NI “PANCHITOS”, NI “CONGUITOS”

En la sala de la casa de una de sus tías, los tres primos hablan de su experiencia siendo en España.

—La forma de tratar es diferente, las costumbres. Ellos son más secos —explica Jackie, morena, de cabello largo y obscuro—. En bachillerato estuve con más compañeros latinos, y sí eran más cercanos porque compartían mis costumbres.

Erick tiene la tez blanca, es delgado, de pelo obscuro lacio y usa lentes. Al igual que Jhonatan —robusto, de cabello rizado y ojos claros—, habla pronunciando la “c” y la “z” con el acento español.

—Cuando estás con otros chicos españoles a veces te guardas cosas o frases a la hora de hablar, que con gente latina puedes decir y te entienden —dice Erick—; por ejemplo, “¡qué vaina!”, sabes que los latinos te van a entender, te desenvuelves más fácil.

A la pregunta directa “¿alguna vez te has sentido discriminado?”, Jhonatan, Erick y Jacky responden que no. Sin embargo, mientras la charla continúa, van mencionando las cosas que ven cotidianamente. Si en el tren una persona se sube sin pagar el boleto, alguien comenta “¡estos ecuatorianos no pagan!”, sin saber si quien lo hace efectivamente es de esa nacionalidad. Si alguien tiene la piel obscura, recibe apodos como “panchito”, un término peyorativo para describir a los latinoamericanos, o “conguito”, el nombre de una golosina con el dibujo de un personaje de raza negra con los labios muy gruesos.

Los tres coinciden en que en el lenguaje cotidiano, el término “español” es usado para referirse a quienes tienen la piel blanca; algo que tiene más que ver con el aspecto físico que con la nacionalidad.

—Un día salí con unas amigas —relata Jacky—.Veníamos por la calle, mis dos compañeras españolas, una blanca pelirroja y la otra rubia, y pues yo soy bajita, morena. Y la pelirroja cuando vio alrededor, dijo: “Joder, ni un puto español”. Y yo le dije: “¿Y yo, no soy española?”. Me respondió que no lo decía por mí, era un comentario porque no veía ningún español en la calle; todos alrededor tenían apariencia latina, aunque algunos pueden haber nacido en España.

ESPAÑA, EL HOGAR

A pesar de que los tres chicos aseguran que su identidad es ecuatoriana, cuando se les pregunta por su hogar, los tres responden sin dudar: España.

—A mí me gusta Ecuador, pero mi vida está aquí —dice Jhonatan—. Mis padres sí quieren volver, yo les he dicho que yo no podría. Me he hecho en España.

Su primo Erick coincide con él.

En el caso de Jacky, aunque en algún momento también pensó en su futuro en España, hoy la posibilidad de volver no está descartada.

—Mi mamá se quiere regresar por mi hermano que está allá, y mi mejor amiga está en Colombia. Quizá mañana diga que no, pero hoy sí quiero regresar.

*Este artículo es la primera parte de una serie de tres, un trabajo realizado con el apoyo del International Center for Journalists (ICFJ).

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