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¿Por qué las muertes de latinos a manos de policías no captan suficiente atención?

Kris Ramiriez stands on the railroad tracks in Paramount near where his brother, Oscar Ramirez, was killed by deputies in October.

Kris Ramiriez stands on the railroad tracks in Paramount near where his brother, Oscar Ramirez, was killed by deputies in October.

(Mark Boster / Los Angeles Times)
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Kris Ramírez nunca vio a la policía como una amenaza. Durante su infancia y adolescencia, su cuerpo no se tensaba con esa sensación de ‘nosotros o ellos’ cuando los patrulleros cruzaban su vecindario al sudeste de Los Ángeles. “Si alguien lleva un uniforme”, dice, “hay que mostrar respeto”.

Hasta el día en que un agente del Sheriff del Condado de Los Ángeles disparó y mató a su hermano, Oscar Jr., al costado de las vías del ferrocarril cerca de Paramount High School.

Los hechos sucedieron en 2014, cuatro días antes de Halloween, cuando los agentes afirmaron que el joven de 28 años de edad no cumplió con las órdenes y movió su mano de una “forma amenazante”. Ramirez estaba desarmado.

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La familia Ramírez marchó frente a la estación del Sheriff en paramount y realizó vigilias, pero les costó hallar apoyo más amplio para su causa. En pleno duelo por su pérdida, el movimiento nacional Black Lives Matter (Las vidas de la raza negra importan) cobró fuerza, impulsado a nivel local por el tiroteo fatal contra Ezell Ford, un hombre negro con discapacidad mental, por parte de agentes del LAPD. Al ver las protestas por la muerte de Ford, Kris Ramirez se sintió frustrado: “¿Por qué no podemos tener el mismo tipo de cobertura o ayuda?”, pensó.

A man walks past a mural in Gardena. Over the past five years in L.A. County, data show that Latinos have consistently represented about half of the people killed by police. But the deaths rarely stoke large public demonstrations.
(Marcus Yam / Los Angeles Times)

La tímida reacción a las muertes de latinos en enfrentamientos con la policía narra una historia más importante: Black Lives Matter es completamente diferente de Brown Lives Matter (o las vidas de los latinos importan). En contraste con los tiroteos fatales de afroamericanos como Michael Brown en Ferguson, Missouri, y Walter Scott en Carolina del Sur, las muertes de los latinos a manos de la policía no han atraído la misma atención.

Un juez federal ordenó dar a conocer un video que muestra cómo oficiales de Gardena disparan a dos hombres y matan a Ricardo Díaz Zeferino, un latino sin arma. El video fue visto millones de veces en YouTube y generó cobertura mediática, pero pocas protestas.

Durante los últimos cinco años en el condado de Los Ángeles, los datos forenses muestran que los latinos, que representan aproximadamente la mitad de la población del condado, también representan la mitad de los fallecidos en manos de policías. De las 23 personas asesinadas por policías en el condado este año, 14 fueron latinos.

La disparidad tiene sus raíces, al menos en parte, en el contexto histórico. Ningún grupo en el país ha tenido más experiencia con la brutalidad policial institucionalizada que la comunidad negra. Los tiroteos a afroamericanos, particularmente hombres, superan a los de cualquier otro grupo en el condado de L.A. Aunque representan sólo el 9% de la población, desde el año 2000, en promedio, los negros han representado el 26% de los fallecidos por tiroteos con la policía.

Yolanda Dominguez, 39, a tire shop owner, and Jose Viramontes, 39, her employee, are two parents who have never had an extensive conversation about the police with their children.
Yolanda Dominguez, 39, a tire shop owner, and Jose Viramontes, 39, her employee, are two parents who have never had an extensive conversation about the police with their children.
(Marcus Yam / Los Angeles Times)

Pese a la superposición en algunos temas de justicia social, muchas diferencias marcan las experiencias de los latinos y los negros con las autoridades en los EE.UU. En el sur de California, los latinos son una parte importante y visible de la aplicación de la ley. Dentro del LAPD, el departamento de policía más grande del estado, el 45% de los oficiales son latinos (los negros representan cerca del 11% del departamento). En el Departamento del Sheriff del Condado de L.A., los latinos ocupan el 43% de las filas. En los barrios mayoritariamente latinos del lado este de L.A., patrullados por la división Hollenbeck del LAPD, muchos de los policías son nacidos y criados allí, en vecindarios de los alrededores, señaló el capital Martin Baeza. La estación se encuentra habitualmente entre los sitios más codiciados del departamento. Baeza afirmó que la última vez que se realizó un conteo, había cerca de 70 agentes a la espera de ser transferidos allí.

Mientras que el amplio lado este tiene un historial de protestas y activismo, incluyendo críticas a la policía, el apoyo a la ley es fuerte y es uno de los mayores atractivos para los oficiales, aseguró Baeza.

Históricamente, la imagen de los latinos que protestan está vinculada a la inmigración, no a la brutalidad policial, remarcó Amin David, de 82 años de edad y expresidente de un grupo de derechos civiles de latinos, Los Amigos, del condado de Orange. “La inmigración ocupa gran parte de nuestra mesa”, señaló. “Y reduce el tema de la policía”.

Los latinos han tenido algunos picos de tensión con la policía en Los Ángeles. Tres personas, entre ellos el columnista de The Times Ruben Salazar, murieron en 1970 cuando la policía y los manifestantes se enfrentaron durante una protesta contra la Guerra de Vietnam, organizada por latinos en el Este de Los Ángeles. La tensión fue alta por décadas en ciertos barrios, como Ramona Gardens, antiguamente ocupados por pandillas, donde la policía y los residentes se enfrentaban a menudo, especialmente después de tiroteos con intervención policial. La última gran protesta pública ocurrió hace tres años en Anaheim, donde dos tiroteos mortales por parte de policías provocaron varios días de disturbios.

Dejando de lado las diferencias culturales e históricas, David cree que las iglesias negras han jugado un papel importante en captar atención para el movimiento Black Lives Matter. En las congregaciones católicas, como la de David, los sacerdotes no hablan de policías que matan a latinos. “Realmente aplaudo a las iglesias afroamericanas”, señaló. “Saben bien qué temas tocar”.

Como madre de familia, Yolanda Domínguez le dice siempre a su hijo que saque buenas calificaciones. Pero cuando se trata de manejarse con la policía, esta residente de Hawthorne, de 39 años de edad, no tiene ningún consejo especial. “Mi mensaje ha sido siempre que no se involucre con ninguna pandilla, y que limite su contacto con la policía”, afirmó Domínguez, quien llegó a los EE.UU. a mitad de la década de 1990, procedente de México. “La policía no busca matar gente… Nunca he tenido esa conversación con mi hijo porque el tema importante fue trabajar y educarlos”. La mujer, propietaria de una tienda de neumáticos en Gardena, aseguró que respeta a la policía de los EE.UU., especialmente cuando la compara con los oficiales de su país natal. “Allí, la policía siempre pide sobornos”, dijo. “Aquí, tratan de ayudar”.

José Viramontes, de 39 años de edad y empleado de la tienda de neumáticos, asegura también no haber hablado jamás con su hijo y sus cinco hijas acerca de cómo tratar con la policía. En la lista de las cuestiones que, teme, podrían ocurrirle a sus hijos, no aparece ‘ser baleados por un policía’. Si alguna vez mencionó el tema a sus niños, dijo, fue sólo por lo que la interacción policial implica: que se habrían metido en problemas.

Viramontes cuenta que su hija, de 16 años de edad, le contó acerca del video del tiroteo en Gardena. “Me dijo: ‘Papá, la policía mató a otro latino’. Mi esposa le respondió: ‘Por eso uno debe escuchar a la policía’”.

Luis Carrillo, un abogado que representó a familias latinas en demandas por uso de la fuerza policial, señaló que debido a los antecedentes de opresión en América Latina y por el conservadurismo católico, muchos latinos tienen un sistema incorporado de cautela con la policía, y adhieren a una mentalidad de ‘no hacer olas’. Este enfoque de ‘cada uno en lo suyo’ dentro de la comunidad hace que muchas familias con casos de personas muertas a manos de policías puedan sentirse solas y aisladas.

Ésa es una sensación que Kris Ramírez conoce bien, y con la cual todavía lucha. El joven aseguró que ve recordatorios de su hermano menor en todas partes.

En los momentos previos al tiroteo de octubre, un estudiante de 12 años, de una escuela cercana, le dijo a su madre que había visto a dos hombres armados con un cuchillo y una pistola. Oscar Ramírez, un latino delgado de 6 pies de altura, igualaba la descripción de los sospechosos. Las autoridades dicen que huyó cuando trataban de interrogarlo.

La familia rechaza la versión del oficial y alega que Oscar Ramírez jamás planteó ninguna amenaza para los policías, y que cuatro o cinco balas impactaron en su espalda. En abril último presentaron una demanda federal por homicidio culposo contra el Departamento del Sheriff.

Ramírez teme que la memoria de su hermano se pierda en la corte. Pero seguirá viva en la mente de su familia. El día en que Oscar Jr. hubiera cumplido 29 años, en junio pasado, su padre plantó un árbol cerca de las vías del tren.

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