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La masacre de Dallas reaviva el debate sobre control de armas

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La masacre de cinco policías en Dallas ha vuelto a poner en el centro del escenario uno de los temas más divisivos para Estados Unidos: el control de armas.

El Presidente Barack Obama afirmó el viernes que los estadounidenses no pueden seguir pensando que este factor es irrelevante y llamó una reflexión conjunta.

“Parte de lo que está creando tensiones entre las comunidades y la Policía es el hecho de que nuestra Policía lo tiene realmente difícil en comunidades donde saben que hay armas por todas partes”, dijo Obama en una conferencia de prensa al término de la cumbre de la OTAN en Varsovia.

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“Si les preocupa la seguridad de nuestros agentes de policía, los estadounidenses no podemos simplemente dejar de lado el problema de las armas y fingir que es irrelevante”, agregó.

El Presidente respondió así a los numerosos republicanos que le criticaron por su reacción inicial a la matanza en Dallas, en la que abogó por un mayor control de armas.

Los detractores de Obama consideran que, al sacar a la palestra el tema justo después del ataque a los policías, el Mandatario había politizado el suceso y lo había utilizado para impulsar su propia agenda legislativa.

El Mandatario negó ayer estas acusaciones y recordó que las matanzas con armas de fuego son un factor prácticamente exclusivo de Estados Unidos.

“Si miran el patrón de muerte, violencia y tiroteos que hemos experimentado en los últimos cinco o diez años, somos un caso único entre los países desarrollados en la envergadura de la violencia que experimentamos”, expuso Obama.

Esta división política se suma a la ya existente en materia de raza y percepción de las fuerzas de seguridad.

Entre los velas y las flores depositadas en improvisados altares para honrar a los agentes fallecidos, un creciente temor a que la sociedad se estuviera polarizando hasta el desgarro estaba presente ayer en la mente de los estadounidenses.

A lo largo y ancho del país, ciudadanos reflejaron su miedo ante una nación que parecía sumida en el derramamiento de sangre y la culpa, y que, pese a las llamadas a la unidad y la compasión, parecía cada vez más dividida racial e ideológicamente: liberales contra conservadores, afroamericanos contra policías, manifestantes contra las autoridades.

Como muestra de la tensión latente, el Departamento de Policía de Dallas anunció el viernes que había ordenado aumentar la seguridad en su sede ante una amenaza anónima.

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