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El legado de George W. Bush será lo más difícil de olvidar para el electorado y el Partido Republicano

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George W. Bush lleva casi siete años alejado de la atención pública, pero la campaña electoral en EE.UU., ha reabierto el debate sobre su legado presidencial, un tema incómodo para el Partido Republicano que se ha magnificado con las críticas de su propio padre.

En una biografía que saldrá a la venta mañana martes en Estados Unidos, el expresidente George H. W. Bush (1989-1993) censura sin tapujos a dos figuras clave en la Administración de su hijo y le atribuye a él la responsabilidad última de los errores que se cometieron, por no haber parado los pies a sus subordinados.

El libro es el último ejemplo de las dificultades del Partido Republicano para encajar el legado de George W. Bush, en especial en lo relativo a su intervencionismo en política exterior, que genera posiciones encontradas entre los aspirantes republicanos y puede suponer un lastre para la campaña de su hermano Jeb.

Bush abandonó el poder en 2009 con una de las tasas más bajas de aprobación de la historia estadounidense, un 34 %, y desde entonces ha mantenido un perfil bajo, retirado en su casa de Dallas (Texas) y concentrado en labores humanitarias y su afición a la pintura.

El que fuera presidente estadounidense entre 2001 y 2009 ha evitado meterse en discusiones políticas o criticar a su sucesor, Barack Obama, pero la campaña de su hermano le ha obligado a ponerse de nuevo bajo los focos.

Reticente por ahora a aparecer en actos públicos, el expresidente se ha dedicado a la recaudación de fondos para la carrera presidencial de Jeb, que pasa por un momento crítico dado su rezago en las encuestas y la drástica reducción de su personal de campaña.

Al comienzo de su campaña, en mayo, Jeb hizo declaraciones contradictorias sobre la decisión de su hermano de invadir Irak en 2003, ampliamente considerada en Estados Unidos como un error.

Finalmente, el tercer Bush que aspira a la presidencia dijo que él no habría invadido Irak de haber estado en la Casa Blanca, pero desde entonces se ha visto obligado en varias ocasiones a defender el historial de su hermano.

“Hay una cosa de la que estoy seguro: mi hermano nos mantuvo seguros” tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, dijo Jeb Bush durante el primer debate republicano en septiembre, en respuesta a las críticas del magnate Donald Trump a George W.

Ese panorama se ha complicado con la publicación de la biografía de George H. W. Bush, en la que el patriarca de la dinastía política se despacha contra dos figuras clave en la Administración de su hijo: el exvicepresidente Dick Cheney y el exsecretario de Defensa Donald Rumsfeld.

El padre de los Bush asegura en el libro que Rumsfeld era “un tipo arrogante” que “hirió al presidente” y que Cheney “se convirtió en un extremista” que trajo consigo al cargo “una especie de Departamento de Estado propio”.

“Pero eso no es culpa de Cheney. Es culpa del presidente. La responsabilidad última recae sobre él”, añade el patriarca Bush en el libro, escrito por el respetado editor Jon Meacham.

Esa crítica directa de su padre ha “sorprendido” a George W. Bush, que nunca había oído esas opiniones de su padre, “ni durante la presidencia ni después”, según aseguró Meacham el viernes a la cadena de televisión CNN.

George W. Bush emitió esta semana un comunicado en el que se declaró “orgulloso” de haber trabajado con los dos miembros de su Administración criticados por su padre.

Algunos analistas atribuyen las críticas del patriarca Bush a una intención de escudar la campaña de Jeb de los errores cometidos por su hermano, al subrayar el hecho de que éste se rodeó de asesores inadecuados y sugerir que su hijo menor no cometería el mismo error.

Es difícil, en cualquier caso, que ese mensaje ayude a redimir el legado de George W. Bush, porque “en último término, el presidente es responsable de las decisiones finales y de la gente de la que se rodea”, según explicó Julian E. Zelizer, experto en historia presidencial en la Universidad de Princeton.

El más joven de los dos expresidentes Bush no parece demasiado preocupado por el veredicto histórico sobre su presidencia: en 2010 escribió en sus memorias que ese momento llegará únicamente después de su muerte.

Pero para su partido, el hecho de que el último republicano en la Casa Blanca dejara al país con dos conflictos enquistados en Irak y Afganistán y una recesión económica sigue siendo una piedra en el zapato y, para algunos analistas, un obstáculo a la hora de expulsar a los demócratas del Despacho Oval.

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