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Confinamiento solitario; después de 27 meses aislada, una mujer intenta recuperar su vida

En esta imagen, tomada el 9 de junio de2015, Candie Hailey (derecha), llora mientras abraza a su hermana Chyna tras su graduación universitaria en Nueva York. Candie pasó dos años y un tercio en aislamiento en el penal de Rikers. (Foto AP /Bebeto Matthews)
En esta imagen, tomada el 9 de junio de2015, Candie Hailey (derecha), llora mientras abraza a su hermana Chyna tras su graduación universitaria en Nueva York. Candie pasó dos años y un tercio en aislamiento en el penal de Rikers. (Foto AP /Bebeto Matthews)
(Bebeto Matthews / AP)
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Seis semanas después de llegar a Rikers Island, una discusión sobre quién debía limpiar una ducha del penal envió a Candie Hailey a una celda de aislamiento.

Era su primera vez, pero no sería la última.

Un mes después, según los registros, insultó y escupió a un guarda y se resistió cuando fue detenida. Otros 95 días en aislamiento. Más tarde recibió otro castigo de 70 días por maldecir a un agente, salpicando al guarda con agua de un váter y negarse a parar. Entre otras infracciones tuvo peleas (40 días), falta de respeto hacia el personal (30 días) y bloquear la ventana de su celda (15 días).

De sus primeros 29 meses en la cárcel, Hailey cumplió unos 27 sola en una celda de 1,8 por 3 metros (6 por 10 pies), con una cama, un váter y unos cuantos libros para pasar el tiempo. Solo podía salir una hora al exterior. No había sido juzgada por ningún delito y menos aún condenada.

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Durante tres años privada de libertad tuvo que ser trasladada en al menos ocho ocasiones a un hospital por intentos de suicidio cometidos mientras estaba aislada. Entre otras cosas, trató de tragar crema de depilación, pastillas y los químicos de un paquete de hielo instantáneo, se golpeó la cabeza contra una pared e intentó electrocutarse poniendo un cable telefónico en el váter de su celda.

Hailey no podía soportar las condiciones del confinamiento en solitario. Pero fue el único lugar donde sus carceleros sentían que podrían ponerla.

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El desgraciado paso de Candie Hailey por Rikers — detallado en documentos oficiales y horas de entrevistas — es un caso de estudio sobre el aislamiento y sus consecuencias.

Muchos expertos en justicia criminal dicen que los funcionarios recurren con demasiada frecuencia al confinamiento solitario para castigar a los reos, sin tener en cuenta los efectos sobre hombres y mujeres con problemas como Hailey. La investigación demostró que el aislamiento puede ser psicológicamente estresante, sobre todo para presos con enfermedades mental previas.

El aislamiento a largo plazo está cada vez más cuestionado — en cámaras estatales, tribunales e incluso por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que el mes pasado prohibió su uso para menores o como castigo a infracciones menores en prisiones federales. Sin embargo, es la herramienta correccional más empleada en todo el país para mantener el orden.

Hailey, que en Rikers fue diagnosticada con un trastorno límite de la personalidad, trastorno del estado de ánimo y trastorno de la personalidad antisocial, pronto adoptó una perversa estrategia de supervivencia: Actúa y saldrás, aunque sea para recibir tratamiento temporal.

“Me gustaría tener heces y ponérmelas sobre el cuerpo”, recuerda. “Me dije, ‘Si van a tratarme como un perro, voy a actuar como uno’’’.

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Hailey cree que fue tratada injustamente desde su llegada a la cama 800 de Rikers, en el centro femenino Rose M. Singer — conocido como Rosie.

Su detención por cargos de intento de asesinato tras una pelea con otras tres mujeres fue ampliamente publicitado, con al menos un tabloide de la ciudad destacando que un bebé de cuatro meses, hija de una de las implicadas, sufrió una fractura de cráneo y un profundo corte sobre un ojo. Guardas y otras reclusas le pusieron un sobrenombre grosero: “Asesina de bebés”.

Cuando Hailey fue examinada tras sus ocho intentos de suicidio, los psiquiatras que la trataron llegaron a la misma conclusión: Era manipuladora, una falsa enferma, se lesionaba intencionadamente para salir del aislamiento. La causa de este comportamiento, añadieron, era su trastorno de personalidad subyacente.

“Estoy siendo tratada como una criminal, pero soy la víctima”, explicó en una de las consultas.

Pero Hailey no cumplía los requisitos para entrar unidades para enfermos mentales graves porque no tenía un diagnóstico de depresión severa, trastorno bipolar o esquizofrenia. Por lo que a menudo, tras sus intentos de suicidio, era puesta bajo observación contra estas prácticas y devuelta a aislamiento. La única atención especializada que recibió durante este confinamiento consistió en breves consultas en la celda de su puesta.

“No puedo soportar este abuso eternamente”, escribió en una nota de suicidio a su padre en el verano de 2014. “La verdad saldrá a la luz, aunque la muerte me hará libre”.

El juicio a Hailey, que se prolongó durante un mes el pasado mayo, terminó con el veredicto de no culpable. Hailey era libre para regresar al Bronx.

Funcionarios de prisiones no hablan del caso de Hailey en concreto. Pero la portavoz del Departamento de Prisiones de la ciudad, Eve Kessler, dijo que en los dos últimos años se ha reducido en unos dos tercios el número de presos que pasa tiempo en aislamiento. “Todo el mundo bajo nuestra custodia merece ser tratado de forma segura y humana”, explicó.

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De los más de tres años que Hailey pasó entre rejas, dos y un tercio estuvo en aislamiento. En los nueve meses transcurridos desde su puesta en libertad, ha intentado liberarse del trauma del confinamiento.

“Sinceramente creo que estaría mejor en la cárcel”, dijo Hailey, de 32 años, tras otra visita fallida a los tribunales para recuperar la custodia de sus dos hijos. “Es como una pesadilla, como si todo el mundo ahí fuera viniera por mí”.

Se reencontró con sus hermanas menores y su padre pero pronto se separó de ellos; luchó por recuperar sus prestaciones sociales y se esforzó por cerrar un divorcio que todavía no se ha resuelto.

La vivienda ha sido un problema continuo. Estuvo en dos albergues de la ciudad y en una habitación por la que pagaba 100 dólares semanales en el Bronx. En diciembre, decidió recurrir a circular en los trenes del metro durante toda la noche. Desde que recuperó la libertad, ha intentado suicidarse en dos ocasiones. Y durante meses dejó de ir a las sesiones semanales de terapia.

Justo antes de final de año, Hailey consiguió una plaza en otro departamento para gente con problemas de salud mental y acordó volver a terapia. Pero sigue temiendo que sus problemas no tengan fin.

“Me gusta decir que he estado en el infierno y he vuelto”, dijo. “Mi alma murió pero mi cuerpo está vivo”.

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