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Con las calificaciones estudiantiles estancadas a nivel nacional, ¿qué se puede hacer para mejorar la educación?

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A principios de la década pasada, Mark Schneider observaba cómo año tras año los estudiantes estadounidenses mejoraban en matemáticas y lectura.

Era la cúspide de la administración Bush, y la ley llamada ‘No Child Left Behind’ estaba en pleno apogeo. Esa norma obligaba a todas las escuelas a examinar regularmente a sus estudiantes en lectura y matemáticas y, a veces, hasta debían enfrentar las consecuencias basadas en sus puntajes.

Schneider, en aquel entonces funcionario de administración escolar, se acostumbró a ser vocero de buenas nuevas. “Fue una historia de buenas noticias” recordó. “Fue bueno para el país. ¿Cómo podría alguien estar en contra de que las minorías tuvieran un mayor rendimiento?”.

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En 2008 dejó la administración pública y, desde entonces, como investigador independiente y vicepresidente de American Institutes for Reseach, ha observado a distancia los resultados, que no han sido tan buenos. En los últimos años se ha estancado el rendimiento en lectura y matemáticas. Con la publicación, la semana pasada, de los resultados para ambas materias, la tendencia en baja continúa para los estudiantes del grado 12. “Estamos estancados”, señaló. “Esa es la realidad”.

De 2013 a 2015, las puntuaciones del área de lectura para las escuelas preparatorias decayeron (de 288 a 287, del total de 500), mientras que en matemáticas también bajaron un punto (de 153 a 152, de los posibles 300). “No estamos haciendo ningún progreso”, señaló Schneider. La misma preocupación sintió en el otoño pasado, cuando el gobierno publicó los resultados de las pruebas para cuarto y octavo grado, que mostraban un patrón similar.

Pero ¿por qué los estadounidenses han chocado contra una pared académica? ¿Puede solucionarse?

Schneider fue comisionado del National Center for Education Statistics (Centro Nacional de Estadísticas de la Educación), el brazo gubernamental a cargo de un difícil trabajo: averiguar qué es lo que saben los estudiantes, si es suficiente, y luego decirle a sus padres y a los contribuyentes qué tan inteligentes -o no- son los alumnos.

Esencialmente, el gobierno federal lo hace a través de una prueba, la Evaluación Nacional del Progreso Académico (NAEP, por sus siglas en ingles). La idea era simple: crear un dispositivo que evaluara exclusivamente lo que conocen los estudiantes, en lugar de medir las diversas ventajas que podrían tener.

Hoy día, NAEP es el estándar de oro de los exámenes. Los resultados no ponen nada en juego para los examinados o para los maestros -no afecta el financiamiento o la admisión a la universidad- así que hay poco incentivo para jugar, hacer trampa o pasar horas explorando su material.

Los creadores de NAEP durante mucho tiempo han dicho que sus líneas de enfoque son “motivadoras”. En concreto, esto significa que la prueba es dura.

La ley ‘No Child Left Behind’ ha sido ridiculizada por su estrecho enfoque, sus duras consecuencias, por clasificar a las escuelas como aptas o reprobadas conforme un determinado referente. Pero según Schneider, los logros de la década de 2000 surgieron de la parte menos difamada de la ley: el desglose de las puntuaciones por grupo de alumnos, lo cual incluye divisiones por etnias, discapacidad e ingresos.

Durante décadas, era imposible saber cómo les iba académicamente a los alumnos negros, a los pobres y a los latinos. Pero bajo esa ley, los estados debían informar sus puntuaciones, y ese enfoque -según Schneider y otros afirman- forzaba a las escuelas a prestar atención a su desempeño. “Había un montón de aspectos oscuros [de la educación], hacia donde empujábamos a los niños y ni siquiera observábamos cómo les iba”, afirmó Schneider. “La ley ‘No Child Left Behind’ puso luz en todas esas áreas”.

Las puntuaciones estancadas le indican a Schneider que las escuelas han mejorado tanto como posiblemente podían, al enseñar mejor a los estudiantes que previamente ignoraban. Esto es equivalente a decir que sería necesario otro cambio radical para mejorar el rendimiento.

Jack Buckley, otro ex comisionado de NCES que ahora lidera la investigación para el College Board, está de acuerdo. “Cualquiera haya sido el enfoque de la educación desde los años 80, ha rendido todo lo que podíamos sacar de él”, precisó.”Necesitamos algo sustancialmente diferente... para ver más crecimiento”.

El año pasado, el presidente Obama firmó la ley ‘Every Student Succeeds’, un reemplazo de ‘No Child Left Behind’, que retira algunas de sus medidas más punitivas y libra el tema de la evaluación de escuelas en manos de los estados, en gran parte. Pero Schneider teme que esa política sea insuficiente.

Entre los desafíos que enfrentan los educadores está el hecho de cómo abordar los factores externos al aula. Por ejemplo, las puntuaciones de matemáticas, que han aumentado a un ritmo más rápido que las de lectura. Los expertos dicen que la curva de lectura es más compleja porque esa habilidad refleja mejor los factores que suceden en casa. Ya desde el jardín de infantes, un estudiante nacido en un hogar de padres educados y angloparlantes probablemente han tenido contacto con más palabras y más libros que sus pares de otros orígenes.

“Es muy difícil mover la parte superior [de la curva de puntuaciones]“, dijo Buckley. “No es como la inflación, donde siempre esperamos que los precios suban. No hay ninguna razón para ver que el rendimiento académico promedio suba. En algún momento se llega a un nivel donde, a menos que haya un cambio masivo, las cosas se estabilizan”.

La información de las puntuaciones se dio a conocer mientras el país sigue enseñando y probando los estándares básicos comunes estatales, un conjunto de referencias destinadas a elevar el nivel escolar y generar lecciones más consistentes entre los estados. También surgen después de años de inversiones de dinero y energía en lo que se conoce como el ‘movimiento de reforma de la educación’, un esfuerzo para renovar las modalidades de contratación y despidos de maestros, y para hacer las escuelas más eficientes.

El secretario de educación, John B. King Jr., intentó poner estas nuevas calificaciones en contexto. “En los últimos siete años, las escuelas han sufrido algunos de los cambios más significativos en décadas, una obra dirigida por educadores que están volviendo a capacitarse para renovar sus prácticas dentro del aula y adaptarse a los nuevos y más altos estándares”, afirmó en un comunicado. También señaló que los cambios no se verían de la noche a la mañana, y que los estadounidenses deben ser pacientes, aunque no pasivos, en la búsqueda del cambio.

Los nuevos resultados muestran también cuan complicada puede ser la interpretación. Las puntuaciones más bajas en las pruebas de lectura y matemáticas fueron peores que en 2013. Buckley conjeturó que el cambio se puede explicar, al menos en parte, por el mejoramiento de la tasa de graduación de la nación: si menos estudiantes están desertando, significa que más de ellos están siendo examinados. Y aquellos que son potenciales desertores, generalmente, son alumnos de bajo rendimiento. Aun así, actualmente hay más jóvenes que se gradúan.

joy.resmovits@latimes.com

Traducción: Diana Cervantes.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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