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La difícil vida de los estudiantes de Estados Unidos con deudas de cientos de miles de dólares para pagar la universidad

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Licenciada y con dos postgrados en dos de las mejores universidades de Estados Unidos, Carolyn Chimeri imaginaba que tendría una vida más cómoda que la de sus padres, que nunca fueron a la universidad.

Pero terminó su educación con una deuda de US$238.000 y hoy, a los 29 años, lucha para pagar los plazos de esa deuda con un salario de profesora.

“Mi marido y yo discutimos todo el rato por el dinero, pensando en cómo sobrevivir, pagar las cuentas y vivir como gente normal en Nueva York”, le explica Chimeri a la BBC.

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Y deudas de seis dígitos como la de Chimeri no son raras en Estados Unidos, un país en el que hay pocas universidades gratis y donde cerca del 70% de los estudiantes recurren a préstamos para pagarse la universidad, según el gobierno.

Los datos oficiales indican que la deuda estudiantil en el país alcanzó los US$1,3 billones este año.

Es la deuda total de 43,3 millones de personas, según la Reserva Federal de Estados Unidos.

Todas de pago

Chimeri se endeudó por primera vez para estudiar Historia y Ciencia Política en Penn State, una universidad pública del estado de Pensilvania.

Y es que en Estados Unidos, incluso las universidades públicas suelen ser de pago, y algunas cuestan hasta US$40.000 al año.

El coste de las universidades privadas, por otro lado, puede llegar a los US$70.000.

Tras terminar el grado, la joven tomó otro crédito para hacer una maestría en la Universidad de Columbia, en Nueva York, pensando que el título le garantizaría poder acceder a un mejor trabajo y deshacerse de la deuda más rápidamente.

Chimeri explica que sus padres se habían ofrecido para pagar el primer préstamo, pero la crisis económica global complicó la situación de la familia y la llevó a ella a tener que asumirla.

Fue contratada como profesora en una escuela pública de Nueva York pero, incluso pagando la cuota mensual del crédito, la deuda casi no disminuyó debido a los elevados intereses, del 8% anual.

Para reducir gastos, se mudó a vivir con su marido a la casa del abuelo de él y, en el mejor de los casos, espera haber pagado las deudas alrededor del 2030.

“No puedo comprar una casa ni empezar una familia. Siento que estoy detenida en mis 20 y pocos años”, lamenta.

Ansiedad y depresión

La ONG Student Debt Crisis, que intenta reformar el sistema de financiación estudiantil en Estados Unidos, recopiló varios testimonios de ex alumnos con deudas alrededor de los seis dígitos.

Una abogada recién licenciada y desempleada en California, con una deuda cercana a los US$400.000, explicó sentirse “ansiosa y deprimida” ante la perspectiva de no lograr jamás pagar la deuda.

Otra ex estudiante de Montana explicó que debido a los intereses, el préstamo de US$30.000 que tomó para acabar la facultad en 1993 hoy alcanza los US$300.000, a pesar de que ella nunca dejó de hacer frente a los pagos.

Natalia Abrams, directora de Student Debt Crisis, le dijo a BBC Brasil que algunas personas con grandes deudas quedan debiendo para el resto de su vida.

Según ella, el 20% de los estadounidenses con más de 50 años tienen deudas relacionadas con su educación.

Abrams afirma que los más vulnerables no son necesariamente los que más deben, sino los que no consiguen terminar la universidad.

Muchos abandonan los estudios para trabajar y atender a alguna necesidad más urgente, como los costes de un tratamiento médico o de un hijo recién nacido.

Sin el título universitario, no pueden optar a mejores salarios y dejan de pagar la deuda, lo que les impide pedir otros préstamos.

Abrams explica que los alumnos de las mejores universidades de Estados Unidos, como Harvard, Stanford y Yale, no suelen tener deudas muy grandes, puesto que estas universidades son frecuentadas por miembros de la élite del país y además conceden becas a los estudiantes más pobres.

Los más endeudados, según ella, estudian en universidades con ánimo de lucro.

Estas instituciones son minoritarias en Estados Unidos, pero cada vez hay más, ysuelen estar peor valoradas que las públicas o sin ánimo de lucro.

Para Abrams el gobierno federal, responsable de la mayor parte del crédito estudiantil, no debería cobrar intereses sobre esos préstamos.

En la actualidad los intereses, definidos por el Congreso, varían entre el 3,76% y el 6,31% anual.

Abrams pide que se amplíen los programas de perdón de deudas, y que todos los estadounidenses puedan cursar los dos primeros años de facultad de forma gratuita en universidades públicas.

La propuesta estaba incluida en el programa del candidato presidencial retirado Bernie Sanders y fue parcialmente incorporada por Hillary Clinton.

Su programa contempla la oferta de enseñanza superior gratis para los estudiantes con una renta familiar de hasta los US$125.000 al año.

Deudas manejables

El sistema estadounidenses de financiamiento estudiantil, sin embargo, tiene defensores.

En un estudio para la Brookings Institution, un centro de investigación en Washington, la profesora de economía de la Universidad de Michigan, Susan Dynarski, dice que la deuda estudiantil ha aumentado en Estados Unidos porque también ha aumentado el número de estudiantes en las universidades del país.

Dynarski afirma que la mayor parte de las deudas son manejables y que muchos deben menos de US$10.000.

Para Dynarski, el crédito estudiantil corrige un fallo del mercado financiero, ya que los bancos privados no concederían préstamos garantizados solo con los salarios futuros del deudor.

Pero sí cree que las reglas actuales son duras con los recién licenciados, obligados a pagar cuotas altas nada más salir de la universidad y cuando sus salarios todavía son bajos.

Según la profesora, el 28% de los deudores con menos de 21 años dejan de pagar algunas cuotas.

Dynarski defiende que Estados Unidos adopte un modelo parecido al de Reino Unido, donde los pagos se definen según el salario del deudor y las deudas desaparecen a los 30 años de ser contraídas si no se han pagado.

Para Carolyn Chimeri, la profesora que debe US$156.000, los estudiantes deberían recibir una mejor orientación antes de contraer préstamos que afectarán a buena parte de sus vidas.

Chimeri explica que, si hubiera sabido el impacto que la deuda iba a tener en su día a día, probablemente habría estudiado en universidades más baratas.

“Es doloroso pensar en cómo mi generación podría estar contribuyendo a la sociedad si no fuera por esa carga enorme”, afirma.

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