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Si Trump despide a Robert Mueller, el país se encamina hacia una crisis constitucional

El fiscal especial Robert Mueller deja una sesión a puertas cerradas con los miembros del Comité Judicial del Senado, el 21 de junio pasado (J. Scott Applewhite / Associated Press).

El fiscal especial Robert Mueller deja una sesión a puertas cerradas con los miembros del Comité Judicial del Senado, el 21 de junio pasado (J. Scott Applewhite / Associated Press).

(J. Scott Applewhite / Associated Press)
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El presidente Trump ha declarado abiertamente la guerra contra Robert Mueller, el procurador especial que investiga la saga rusa. El mandatario claramente desea poder despedir a Mueller; sus allegados sostienen que ha reflexionado al respecto durante semanas. Ahora, al aumentar la presión, se mueve hacia un enfrentamiento y una posible crisis constitucional.

Hay mucha más locura en torno a la Casa Blanca: abogados que consideran si el presidente puede perdonarse a sí mismo, el mandatario que denuncia públicamente a su fiscal por no protegerlo… Pero el signo más claro de una crisis es el deseo cada vez más evidente de Trump de deshacerse del fiscal intolerante, quien parece estar haciendo demasiado bien su trabajo.

¿El detonante? Los investigadores de Mueller han comenzado a buscar pruebas de negocios de la familia Trump con los rusos; negocios que el presidente afirma jamás existieron.

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Según el Washington Post, el primer mandatario se ofuscó especialmente ante los informes de que Mueller estaba revisando sus declaraciones de impuestos, documentos que el jefe del ejecutivo ha protegido ferozmente, incluso cuando era políticamente arriesgado hacerlo.

Hasta el momento, Trump y su creciente ejército de abogados atacaron a Mueller en dos frentes. En primer lugar, el alcance del mandato del fiscal especial. Trump declaró al New York Times que si el procurador especial examina el funcionamiento de su empresa familiar incurriría en “una violación”.

“La investigación debe mantenerse dentro de los confines de la intromisión rusa en las elecciones”, afirmó su vocera, Sarah Huckabee Sanders. “Nada más allá de eso”.

Se trata de una definición inusualmente estrecha del mandato acerca de un procurador especial; irrazonablemente estrecha, de hecho. Cuando el subprocurador general Rod Rosenstein nombró a Mueller como fiscal especial, le dio autoridad para examinar “cualquier vínculo y/o coordinación entre el gobierno ruso y las personas relacionadas con la campaña”. Si Trump tenía vínculos de negocios con los rusos que podían actuar en nombre de Vladimir Putin, el tema es por demás relevante.

La pesadilla que atormenta a Trump, por supuesto, es la historia de los fiscales pasados; especialmente de Kenneth Starr, quien llevó a cabo una investigación sobre las finanzas de la familia de Bill Clinton y la convirtió en una exploración de temas de sexo y perjurio.

Por entonces, los demócratas se opusieron a la definición amplia de su mandato. Pero Starr era un fiscal independiente; Clinton no tenía poder para despedirlo y nunca intentó seriamente sacarlo del cargo. Como procurador especial, Mueller está en una postura distinta. A diferencia de un fiscal independiente, reporta al Departamento de Justicia. No puede ser despedido sólo porque el presidente está preocupado por sus posibles hallazgos, pero puede ser destituido si viola las reglas del departamento, razón por la cual Trump empleó el término ‘violación’.

El primer mandatario también atacó a Mueller en otro frente, que inicialmente pareció desconcertante: la noción de que éste está agobiado por múltiples conflictos de interés.

El día antes de que fuera nombrado como fiscal especial, Trump entrevistó a Mueller para el rol de posible director del FBI -un puesto que ya había ocupado entre 2001 y 2013-. “Él quería el cargo”, aseguró el presidente al New York Times. “Hablemos de conflictos” (no queda claro cómo ello podría constituir uno). “Hubo muchos otros conflictos que no he mencionado, pero lo haré en su momento”, agregó el primer mandatario.

Aquí hay algo exótico a tener en cuenta: asesores de la Casa Blanca dijeron al Post que Mueller tuvo una vez una disputa con el Trump National Golf Course, cerca de Washington, acerca de las cuotas de membresía.

Si ese es el mejor conflicto que pueden exponer, sería bueno que sigan buscando. El punto es éste: pareciera que Trump y sus asistentes están a la caza de cualquier excusa para deshacerse de Mueller. “Conflicto de intereses” también está en la lista de razones por la cual el Departamento de Justicia puede destituir a un fiscal especial, junto con “mala conducta, abandono del deber, e incapacidad”.

Trump se enfrenta a un problema concreto si quiere restringir el mandato de Mueller, o despedirlo directamente. Necesitará la ayuda del número dos del Departamento de Justicia, Rosenstein, quien es el supervisor inmediato del fiscal especial. El mes pasado, Rosenstein le dijo al Congreso que no veía motivo alguno para justificar la remoción de Mueller.

Si decide actuar, Trump necesitará cambiar la forma de pensar de Rosenstein o reemplazarlo por alguien más manejable. Eso enviaría a su presidencia directo a otra ‘Masacre del sábado por la noche’, el episodio de 1973 cuando el por entonces presidente Nixon ordenó a sus subordinados rebeldes que destituyeran a un fiscal especial. Las analogías con el Watergate han sido informalmente invocadas durante los últimos seis meses, pero al día de hoy parecen más relevantes.

Para impedir un desastre que destruya la presidencia, los líderes republicanos deberían advertir a Trump que si intenta despedir a Mueller, las consecuencias serán terribles. Pero sólo unos pocos se han atrevido a hacerlo en público. Algunos dicen, en privado, que el primer mandatario no los escucharía. Otros, entre ellos el expresidente de la Cámara Newt Gingrich, han provocado a Trump.

El mejor sitio para que los republicanos se expresen es en Fox News, desde luego, donde pueden estar seguros de que el presidente los escuchará, aunque no entienda por qué no ponen sus intereses antes que los del país.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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