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Michelle Obama, una Primera Dama con visión, personalidad y mucho sentido común

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Al ser cuestionada, años atrás, por sus a menudo cómicas apariciones en programas de televisión para promover hábitos de vida saludables entre los jóvenes estadounidense, Michelle Obama dejó claras sus prioridades.

“Estoy más que dispuesta a hacer el ridículo con tal de hacer que nuestros niños se muevan”, aseguró.

Su respuesta es un reflejo de la personalidad que impregnó en su rol de Primera Dama, uno que en Estados Unidos no tiene unas reglas definidas.

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Estoy más que dispuesta a hacer el ridículo con tal de hacer que nuestros niños se muevan”

— Michelle Obama, Primera Dama de Estados Unidos.

La esposa del Presidente no posee ninguna obligación oficial, ni salario ni descripción alguna de su trabajo. Esto, no obstante, no significa que no esté sometida al riguroso escrutinio de los medios de comunicación y de los miembros del Congreso.

Sin embargo, desde este puesto Obama logró no sólo impulsar con cierto éxito una amplia agenda, que va desde la lucha contra la obesidad infantil hasta la defensa de los derechos de los veteranos de guerra, sino que se convirtió en una de las figuras políticas más populares de Estados Unidos y en un modelo a seguir.

“Creo que ella representa la bondad de Estados Unidos”, afirmó Alexis Shenkiryk, californiana de 12 años.

“Realmente me animó a esforzarme, y promovió un montón de cosas buenas para todos, no sólo para ciertas personas”, agregó.

Obama, quien antaño hizo todo lo posible por no verse envuelta en luchas entre partidos, fue ganando visibilidad en el terreno político a lo largo de ocho años, proceso que culminó en 2016 al convertirse en una de las mayores defensoras de Hillary Clinton.

Pese a que la candidata terminó perdiendo las elecciones ante Donald Trump, la Obama se erigió durante la campaña en una referencia moral para los demócratas, con fragmentos de sus discursos viralizándose con frecuencia en las redes sociales.

“Cuando ellos caen bajo, nosotros vamos hacia arriba”, expresó la Primera Dama entonces, una frase que la propia Clinton citaría incontables veces para marcar diferencias con el estilo agresivo de su rival y que se convirtió en un lema del Partido Demócrata.

Obama cargó siempre con la misma responsabilidad que su marido: ser la primera persona afroamericana de la historia de Estados Unidos en ocupar en su cargo. Sin embargo, ella quiso que la huella que dejara en la historia fuera más que el mero lugar que le correspondía por su color de piel.

“No se limiten a ponerme en un avión, mandarme a algún sitio y hacerme sonreir”, dijo a su equipo poco antes de llegar a la Casa Blanca.

No obstante, la Primera Dama siempre fue consciente del poderoso símbolo que suponía su estancia en la residencia presidencial.

“Me despierto cada mañana en una casa que fue construida por esclavos. Y veo a mis hijas, dos jóvenes negras, inteligentes y hermosas, jugando con sus perros en los jardines”, dijo en la Convención Nacional Demócrata.

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