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Trump pierde seguidores como ningún otro presidente en la historia moderna

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Las cifras de las encuestas acerca del presidente Trump son malas, y todo indica que éstas empeoran con el paso del tiempo. El mandatario comenzó su presidencia con un terreno inestable; el día de la toma de mando, sólo alrededor del 45% de los estadounidenses aprobaban su trabajo. Desde entonces, ha sido un viaje accidentado y cuesta abajo. La semana pasada, la encuesta de Gallup reportó que su aprobación había caído a un mínimo del 34%.

Los resultados de otros sondeos son ligeramente menos graves, pero todos muestran la misma tendencia a la baja. En la historia de las encuestas modernas, ningún presidente ha caído tan bajo en la estima pública durante su mandato.

No son estos los únicos números desalentadores que Trump debió contemplar (él asegura que ignora las encuestas, pero a menudo traiciona sus afirmaciones con quejas sobre sondeos específicos). La calificación desaprobatoria del presidente, la proporción de estadounidenses que creen que él no está haciendo un buen trabajo, se elevó por encima del 50% más rápido que para cualquiera de sus predecesores.

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Prácticamente sin la ayuda de nadie ha creado una oposición inusualmente apasionada: una encuesta halló que los votantes que “desaprueban fuertemente” su desempeño en el cargo son casi el doble que aquellos que “lo aprueban fuertemente”.

Mientras el líder afirma que su base de apoyo sigue inexpugnable, esto ha demostrado ser un mito. “La base de seguidores de Trump es mucho más grande y fuerte que nunca”, reclamó el propio mandatario en Twitter este mes. Pero su encuestador de campaña, Tony Fabrizio, reportó números la semana pasada que muestran que esta base se está erosionando. Si bien permanece fuerte (75%), el apoyo entre los republicanos y los independientes que se inclinan hacia el partido republicano ha declinado de máximos anteriores, aseguró el encuestador (ni siquiera Trump puede descartar esta cifra considerándola una ‘encuesta falsa’).

Es cierto que la mayoría de los seguidores más fervientes del mandatario todavía están comprometidos con él. Pero los menos acérrimos -llamémoslos ‘votantes blandos’- se están alejando.

El sitio de datos fivethirtyeight.com ha encuestado a miles de personas que apoyaron a Trump el día de las elecciones, y clasificó al 15% de ellas como “votantes reacios” -es decir, quienes lo eligieron, pero no con demasiada convicción-. Estos votantes reticentes tienden a ser mejor educados que los partidarios del núcleo duro del presidente; a menudo son independientes o incluso demócratas, no republicanos comprometidos.

Este mes, sólo el 63% de ellos aseguró aprobar el trabajo de Trump como presidente (recordemos que todos ellos votaron por él en noviembre pasado). Cuando se les preguntó si volverían a elegirlo, sólo el 48% afirmó que sí, y apenas el 12% consideró que “lo haría con seguridad”. Los porcentajes no son una predicción confiable de lo que harán en 2020 si Trump se presenta para la reelección, pero es una muestra bastante clara del remordimiento generalizado.

En otro análisis, Ronald Brownstein, de The Atlantic,

obtuvo datos detallados de The Gallup Organization para Wisconsin, uno de los estados que colocó a Trump en la cima el año pasado. Brownstein descubrió que el apoyo de Trump entre los votantes blancos universitarios había caído a cerca del 40%. Aún más sorprendente, el apoyo del presidente entre los votantes blancos sin educación universitaria -el núcleo de la clase obrera de su base- había bajado del 62% al 51%, aproximadamente al mismo nivel de apoyo que dieron a Mitt Romney cuando éste perdió, en 2012. La caída era especialmente marcada entre las mujeres, resaltó Brownstein.

¿Por qué tantos votantes de Trump se alejan ahora de sus filas?

Los encuestadores que han llevado a cabo entrevistas detalladas y grupos de discusión sostienen que el factor más importante puede ser que muchos se hayan sentido decepcionados por su falta de cumplimiento de algunas de sus mayores promesas: nuevos empleos manufactureros, reducción de impuestos de clase media y menores costos sanitarios.

El fracaso del Congreso para revocar o reemplazar a Obamacare es un ejemplo de ello. Los votantes ‘blandos’ de Trump, incluidas las mujeres, calificaron la atención de la salud como una alta prioridad, mucho más que los más acérrimos, quienes se preocupaban más por la inmigración y el terrorismo. Por ello, la furia de Trump ante el Senado republicano y su incapacidad de aprobar un proyecto de ley no está fuera de lugar; la debacle legislativa le costó el apoyo entre los votantes que le ayudaron a ganar.

El declive del presidente en las encuestas no es irreversible. Bill Clinton sufrió reveses similares (aunque menos agudos) en su primer año, pero ganó la reelección fácilmente.

“Las preguntas clave son: ¿Cuántos puestos de trabajo se están creando? ¿Suben los salarios? Si esas dos cosas suceden, sus números van a mejorar”, estimó el encuestador del Partido Republicano Davod Winston. “Él necesita un gran triunfo legislativo, como la reforma tributaria, para demostrar que ha impulsado las cosas”.

Tal vez sea cierto, pero eso convierte la decisión de Trump de atacar a los líderes de su propio partido en el Congreso en algo contraproducente. Un mandatario con una calificación de aprobación por debajo del 40% y una base que se deshilacha podría necesitar de McConnell y del presidente de la Cámara, Paul D. Ryan, tanto como ellos precisan de él. Muchos de esos senadores republicanos ya están huyendo de Trump; consideran que no requerirán de su ayuda para ganar la reelección.

La política se trata de sumar, no de restar, dice un antiguo adagio de campaña. Las propias encuestas de Trump muestran que él no ha aprendido esa lección. O, al menos, no ha aprendido a ponerla en práctica.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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